sábado, enero 30, 2010

¡Para lo que hay que ver!

Publicado en Diario Menorca el sábado 30 enero


A Mario Delgado, quien aún tiene mucho que mirar

Mi antigua enfermera del Seguro, con la que aún comento la jugada de vez en cuando, solía apuntar las frases célebres que de vez en cuando pronunciaban los pacientes a la hora de atribuir sus dolencias a las causas más peregrinas. Y es que a todos nos gusta saber por qué nos ocurre esto o aquello y, aunque a algunos escépticos crónicos nos pueda satisfacer atribuirlo al azar o simplemente a causas hoy por hoy desconocidas, la mayoría busca certidumbres. Así, recuerdo siempre a aquella madre que había encontrado la causa irrebatible a la bizquera de su hijo: “Mi hijo tuerce la vista porque hice mucha calceta durante el embarazo”, nos dijo con irrebatible seguridad. Ni que decir tiene que no traté de refutar su argumento, lo importante era que colaborara en el tratamiento de su hijo.
Aunque en nuestro entorno el pensamiento mágico ha remitido, aunque tampoco estoy muy seguro, sustituido por las melifluas aportaciones de los Coehlo, Bucay y compañía, de la misma forma que las diversas intrigas catedralicias van ocupando el lugar de la literatura, siguen sorprendiéndome algunas explicaciones que escucho en la consulta. Últimamente me llama la atención la resistencia (en gentes de todo origen, género y extracción social) a reconocer que la visión de uno es manifiestamente mejorable.
-Pues no he notado nada, veo la mar de bien.
-¿Qué letra es aquélla?
-¡Hombre, doctor, en la vida normal no hay letras tan pequeñas!
Luego viene la graduación, artesanal (personalizada, dirían hoy), como nos gusta hacerla a los especialistas veteranos.
-Lea ahora.
-Bueno, sí, pero no necesito ver tanto.
- Hombre, si puede ver bien- trato de argumentar-, ¿por qué conformarse con menos?
Y entonces suele ocurrir el prodigio que me deja perplejo.
-¡Total, para lo que hay que ver!
Según el tipo de paciente puedo hablarle como el lobo de Caperucita de “para ver mejor” el excelso juego del Barça y /o las suculentas curvas de Megan Fox, o leer mejor el último libro de Paul Auster, o contemplar por televisión sin perder detalle el inminente rezo de Zapatero en Washington, descifrar la letra pequeña de la herencia del señor Balada o de la supersónica sentencia del caso Fundación, pero en general uno se queda cautivo y desarmado ante semejante respuesta en plena era del vivir a tope.
“¿Qué le digo ahora?” es mi dilema en estos casos y, aunque mi obligación profesional es persuadir, mi devoción es vivir y dejar vivir (por ejemplo, ¿quién obliga a un no fumador a entrar en un local donde “se permita fumar”?, o como me decía el otro día el amigo asturiano, ¿por qué no rotulan también con fotos de borrachos comatosos las botellas de gin?, o ¿por qué no pintan un pene coronado de llagas en los anuncios luminosos de los clubes de alterne?). Al final y por instinto de conservación de la especie suelo recomendar que al menos se pongan las gafas para conducir. Así que para qué va a romper uno su libérrima ensoñación visual…o su coquetería. Total, ¡para lo que hay que ver!

jueves, enero 28, 2010

Los peligros de la Red

Me llegan retazos del manifiesto de un tal Jaron Lanier, quien al parecer es un gurú de la Red que él contribuyó a articular. Atención: "Internet ya no es lo que era. Lo que empezó como un espacio de enriquecedor intercambio entre individuos se ha convertido en una especie de deidad colectiva" Item más: "Entronización de la masa, de la muchedumbre". Otro: " Los nuevos señores de la Red tienen por vasallos a incontables clientes crecidos en la convicción de que los productos culturales son gratis total y sus autores viven del aire".
Comenta Quim Monzó al respecto, que lo de verdad es arriesgado y valiente es hablar de la masa, de esa muchedumbre que antes daba sus opiniones en el bar, mientras se comía un pincho de tortilla, y nos explicaba cómo había que dirigir el país o cómo solucionaría "lo de la inmigración". Pero la masa, continúa Monzó, ya no da sus opiniones en la barra de un bar sino en los foros de internet, con seudónimo y total impunidad... Fíjense en el vapuleo, concluye, al que someten a todo aquel que se atreve a criticar el dogma según el cual la piratería-la descarga ilegal de canciones, pongamos-es uno de los derechos humanos básicos...
Que nadie se sienta aludido, pero sí todos concernidos. La Red es un maravilloso instrumento de comunicación y expansión de la cultura pero también de idiotización colectiva. Ojo al parche.

sábado, enero 23, 2010

La letra, con crisis, entra (¿O no?)

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 23 Enero

Despedimos una década escasamente prodigiosa con la sensación de haber recibido algunas lecciones con el ancestral método pedagógico, hoy políticamente incorrectísimo, de “la letra con sangre entra”, pero el derroche de hemoglobina no lo ha provocado aquí el cachete o la regla del maestro sino la crudeza de una crisis económica que, habiendo rozado el larguero de la Gran Depresión, ha metido un gol por toda la escuadra a la psicología colectiva que había llegado a creer que tenía el mundo a sus pies y se encuentra ahora a pies de los caballos.
Instalados en el nirvana de la euforia perpetua por el crecimiento sostenido de los últimos lustros, imbuidos del carpe diem de la opulencia incesante, lo quisimos todo aquí y ahora aunque fuera vendiendo nuestra alma al diablo de la hipoteca globalizada y de pronto, casi por ensalmo, nos vemos sumidos en un estado de estupor cósmico causado por una conjunción planetaria más extraordinaria que la anunciada por Leire Pajín, la que reúne la quiebra del enorme caudal de fe depositado en el dios Mercado como único garante de la armonía y riqueza terrenales, la súbita conciencia del desvarío turboconsumista, la derrota (¿irreversible?) del pensamiento ilustrado con sus efectos colaterales de idiotización generalizada y pérdida de entidad de las elites dirigentes, y la creciente guerra de trincheras en el discurso político, donde tener razón o tratar de argumentar tiene mucha menos importancia que la victoria de los nuestros.
Este estado de perplejidad cósmica es terreno abonado no sólo para todo tipo de populismos sino para la más amplia cosecha de mayestáticas falacias, como la proveniente de la galaxia liberal que, al más puro estilo de aquellos viejos comunistas que argumentaban que el comunismo no ha fracasado porque nunca se aplicó realmente, insisten en que no ha fallado el Mercado sino que el Estado, con sus torticeras injerencias, es el que lo hecho zozobrar y que con más madera (más bajadas de impuestos y más liberalización) las aguas volverán a su cauce.
El asunto es que en el comienzo de la nueva década nos vemos pobres, gobernados por mediocres (sea la insoportable levedad del zapaterismo, la desfachatez berlusconiana o el histérico hiperactivismo del marido de Carla Bruni), acosados por una internacional terrorista que no ceja en su empeño nihilista y destructivo (nos vamos a enterar de lo que vale el peine de la utópica seguridad en los aeropuertos) y en plena efervescencia del discurso xenófobo y /o demagógico que lamentablemente sustituye al debate serio y riguroso, única vía capaz de articular un planteamiento común y humanitario ( Europa nunca puede perder de vista que hablamos de seres humanos) sobre flujos migratorios e integración social.
Pero no hay que desesperar, puede que hayamos entendido de una vez que el Mercado es la mejor (única) manera de asignación de recursos, pero que tiene que estar sometido a sistemas de regulación transparentes y eficientes, que las normas están para cumplirlas y no para sortearlas con nuestra proverbial picardía, que la Educación es básica para reconvertir no sólo el modelo productivo sino el cultural y, en fin, que se puede vivir de una manera más calmada, restaurando los elementales principios del aplazamiento de la satisfacción de deseos y la sabia renuncia de los claramente irrealizables, el sentido de la responsabilidad, mesura, y prudencia, imbuirnos de la necesidad de unos comportamientos más austeros…
Los que no sabemos si han aprendido algo son nuestros políticos, cómodamente instalados en sus trincheras de eslóganes y obediencia ciega, y que en el fondo no son más que el fiel reflejo de una ciudadanía más proclive a la adhesión inquebrantable que al contraste de pareceres, más amantes del show business (¿qué puñetas pintan en el FITUR de la crisis todos nuestros políticos, además de hacerse la foto?) que de la reflexión, la duda y el trabajo riguroso. Pero esa sería otra.

viernes, enero 15, 2010

Cuando las derrotas son hermosas

Publicado en "Diario Menorca" el viernes 15 enero

En mis largos años de entrenador juvenil de fútbol me empeñé siempre en que los chicos aprendieran a relativizar las derrotas. Nunca he entendido que el objetivo primordial del deporte sea la victoria y mucho menos y como se dice ahora, “a cualquier precio” o para “pasar a la historia” con triunfos logrados a base de racanería táctica o artimañas antideportivas. No sé si mis pupilos me entendieron cabalmente, pero esa filosofía fue la que me hizo disfrutar anoche del fútbol como pocas veces lo había hecho, a pesar de que mi equipo fuera eliminado de la competición en la que defendía el título.
Mi mujer, que siempre está a mi lado en los momentos difíciles (y por tanto, también en los del Barça), no daba crédito a mi cara de felicidad al terminar el partido. “Pero… ¿No hemos perdido?”, me preguntaba. “Sí y no”, contesté sin perder un ápice de mi sonrisa. Y es que el espectáculo fue de tal magnitud, el fútbol desplegado por el equipo de Guardiola tan exquisito, que el resultado, el insuficiente triunfo, se convertía en anecdótico, completamente secundario. Como decía un Maldini (el erudito comentarista de Canal +) con expresión aún incrédula tras lo presenciado, “nunca he visto jugar así al fútbol”. Yo tampoco había visto jamás combinar un balón en los pies con tanta maestría, precisión y belleza como ha conseguido este Barça de Guardiola, un entrenador que sabe ganar sin jactancia y perder sin excesiva melancolía, tomándolo como lo que es, un puro lance del juego.
Tripletes y “sextetes” entran en la historia (seamos realistas, dejémonos ya de grandilocuentes “historias” y hablemos con más propiedad de “estadísticas deportivas”), pero lo que al aficionado de verdad – no al hooligan- le queda en la memoria son las cabriolas de Di Stéfano, las galopadas de Gento, los taconazos de Kubala, los recortes de Maradona, los cambios de ritmo de Cruyff, la excelencia táctica del Milán de Arrigo Sacci y, sobre todo, por la difusión global, esa maravilla de fútbol posicional con la guinda extraterrestre de Leo Messi que es el fútbol del Barça. Gracias por todo, incluido lo de ayer, Pep.

sábado, enero 09, 2010

Equidistantes del mundo, uníos

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 9 enero

Los internautas que frecuentan mi blog, accesible a través de la edición digital de Es Diari, han pasado de llamarme “progre relativista” y otras lindezas, a acusarme de equidistante y, aunque ellos le dan connotaciones peyorativas (vamos que no quiero ver dónde está verdad y dónde la mentira, lo bueno y lo malo, moros y cristianos, asuntos que ellos dominan a la perfección) y yo me lo tomo como casi como un elogio. Y digo “casi” porque no sé si es una virtud o un defecto, si los dubitativos crónicos somos necesarios o perniciosos, aunque a mí lo de la equidistancia me suene bien, y para tratar de discernirlo me dispongo a reflexionar sobre ello.
La fisiología, en primer lugar (genética, serotonina, etcétera), condiciona mucho. Según mi amigo Manolo Elices y otros científicos de fuste, el concepto de libre albedrío es cada vez más cuestionable. Decía Cioran, más o menos, cito de memoria, que creía en la libertad mientras el cuerpo no le llamara al orden (¿qué libertad tiene el postrado?). Y es que cada uno tiene sus condicionantes, su circunstancia. Así, uno nunca fue alto ni bajo, guapo ni horrendo (ni siquiera ahora soy completamente calvo: basta fijarse un poco para detectar un buen número de espículas pilosas pugnando por emerger), ni buen estudiante ni una calamidad (un profesor de historia me espetó un día que “era un burro con notable”), de joven me hubiera gustado trasnochar pero a esas horas siempre tuve sueño…
Luego, de mayor, seguí oficiando de equidistante metódico. Siendo de natural apacible puedo llegar a morder si me hacen comer fuera de mi horario habitual y, aunque salgo a cenar con matrimonios amigos, me suelo retirar siempre al tercer chiste alegando la insoportable soledad de mis perros en casa (la maldita somnolencia de nuevo). En fin, me gustan horrores unos vinos en compañía pero no me encuentro a gusto en un ambiente beodo con su repetitiva y cansina cháchara. Soy fanático del fútbol pero jamás vocifero ni insulto. Contento por los seis títulos conseguidos por mi equipo, este año he pedido a los Reyes sólo uno (especial, eso sí, me gustaría ganarlo en Madrit).
En mi forma de ver el mundo-que es lo que suele picar a mis debeladores cibernéticos-, también soy un equidistante de tomo y lomo. Primero fui de derechas por imperativo familiar y luego, por reacción y por lo que pude constatar en los duros tiempos de la universidad de los sesenta del pasado siglo (¡Uff!), me hice izquierdista sin crueldad y ahora- siguiendo en eso a Savater- sólo aspiro a ser un conservador sin vileza que ama las ideas que persuaden pero detesta las creencias que imponen, que no está por el igualitarismo pero sí por la igualdad de oportunidades…
Dudo constantemente (mi primer libro, a principios de los noventa, se llamó premonitoriamente “25 años de dudas” y el último, a punto de aparecer, “Inventario de perplejidades”), y puedo decir tranquila y equidistantemente que el actual gobierno me parece de una inconsistencia y frivolidad inquietantes pero también que me alarma sobremanera el anarquismo de derechas que practica la oposición desde que perdiera el poder. Creo en el libre mercado pero no en el libérrimo, causante principal de la actual y desoladora crisis. Soy partidario de la sanidad pública pero también del copago. Estoy a favor de la neutralidad religiosa del Estado (laicidad) y, por tanto, la ausencia de símbolos religiosos en la escuela pública, pero también me parece inexcusable que los jóvenes conozcan exhaustivamente la historia de las religiones así como las raíces ilustradas de Europa.
Como menorquín, abogo decididamente por el turismo pero me aterran tanto los fervorines indiscriminados por “crear riqueza” por parte de algunos asilvestrados, con la posibilidad una isla surcada por autovías y un litoral de hormigonera y all inclusive, como las exageradas y absurdas trabas y restricciones a campos de golf, puertos deportivos, mantenimiento de playas y, en general a cualquier tipo de iniciativa empresarial. Alérgico a dioses y patrias, no logro entender ni las pulsiones nacionalistas del destino manifiesto de los vaporosos Païssos, pero tampoco las de la única e indivisible (¿sagrada?) patria española. Deploro algunas exageraciones en el fomento de nuestra lengua catalana, pero aún comprendo menos ciertas fobias anticatalanistas, omnipresentes en nuestros medios y en partidos políticos de piñón fijo.
En fin, y cosas así, ni chicha ni limonada, que me hacen ser objeto de befa y escarnio por parte de los que dudan jamás, y que hacen de uno una calamidad para taxonomistas profesionales de profundas, arraigadas e inconmovibles convicciones, a quienes les gusta encasillar sin demasiados matices. Bueno-malo, verdad-mentira, etcétera. No sé si me he aclarado. Quizá sí, quizá no. Si por ahí hay algún otro equidistante que lo diga, me siento solo en el ciberespacio. Puede ser el comienzo de una bonita amistad.

lunes, enero 04, 2010

Décadas

Dejamos atrás una década nada prodigiosa tras haber pasado de un estado de euforia que creíamos perpetua a un estupor cósmico que tardará en disiparse. Nos creímos los reyes del mambo, adoramos el becerro de oro del discurso meramente economicista, quien más quien menos se hipotecó hasta las cejas para comprarse casas o cruceros alrededor del mundo, convertimos el sexo en una permanente olimpiada de hazañas atléticas y a la cultura e ilustración en kleenex usados, para pasarnos con armas y bagajes al imperio del entretenimiento univesal.
Ahora nos vemos pobres, gobernados por mediocres, frustrados por nuestras limitaciones atléticas y encima acosados por una internacional terrorista que no ceja en su empeño nihilista y destructivo. Nos vamos a enterar en los aeropuertos de lo que vale el peine de la seguridad. Pero no desesperemos, puede que hayamos entendido que el Mercado es la mejor manera de asignación de recursos, pero que tiene que estar sometido a sistemas de regulación eficientes y transparentes, que la Educación es básica para reconvertir el modelo productivo y que se puede vivir de otra manera más calmada, restaurando el principio del aplazamiento de deseos, el sentido de la responsabilidad, la prudencia, cierta austeridad elemental... En fin, son temas para la nueva década.