sábado, febrero 27, 2010

Delicias de la crisis

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 27 febrero
A Paqui, musa de la austeridad. Y a Vicent Lluís, correligionario.

No todo va a ser llanto y crujir de dientes a cuenta de la crisis. Quienes nos pasamos la vida apagando luces, cenando de las sobras del mediodía o llevando zapatos al remendón, más por reflejo atávico que por ahorrar, aunque también, ahora nos sentimos rehabilitados, qué quieren que les diga. Después de soportar chanzas, sarcasmos y algún que otro mote como el de “posguerrines”, alusivo a nuestra infancia de flechas y pelayos en la que la austeridad era la norma (como la castidad, la devoción, el patrioterismo, y tantas otras cosas que supuestamente nos hacían personas de profit), ahora que ha explotado la burbuja vemos que muchos de nuestros debeladores, transformando la necesidad en virtud, intentan desesperadamente hacer méritos para entrar en la secta.
Pero me temo que no es tan fácil cambiar la inercia (¿el chip?) de quienes durante la época de la xalada perpètua recién extinguida se habían apuntado con armas y bagajes al turboconsumismo de productos efímeros, innecesarios y perfectamente inútiles, extasiados ante la imagen fílmica del ejecutivo que en lugar de echar la camisa sucia a la lavadora la tira a la basura mientras desgarra displicentemente el celofán de la nueva. O adoptan la pose de quien para mitigar los efectos de un estornudo gasta una docena de kleenex en vez de usar un tradicional pañuelo de hilo y guardarse los mocos en el bolsillo como nos enseñaban a los “posguerrines” para que fuéramos adquiriendo conciencia ecológica. O de quienes abandonan la nevera en el contenedor de basuras ante la primera vibración, o la tele a la primera nevada en la pantalla, o de quienes dan la vuelta al mundo tirando de tarjeta de crédito, o de quienes vuelven de viaje con los cachivaches más absurdos… En fin
Y que la vida del “posguerrín” no es nada fácil: el otro día casi derramo unas furtivas lágrimas mientras un técnico en ordenadores, con esa sonrisa compasiva que suele dedicarse a los dinosaurios, me asestaba el golpe letal de calificar mi precioso ordenador portátil, en el que tenía puestas todas mis complacencias, de antiguo, gagá, obsoleto (por poco no lo llama colaborador necesario de la crisis), y que debía cambiarlo inmediatamente si no quería ser objeto de befa universal. Protesté e incluso pataleé presa de un ataque de nostalgia que me llevó a recordar mi vieja bicicleta (me acuerdo de su esotérica marca: “Lobo”, ahí es nada) de segunda mano que utilicé durante toda la infancia-juventud, el seiscientos de mi padre que rodó con gallardía por las carreteras de las islas durante más de treinta años (y no me extrañaría que aún siguiera haciéndolo) o mi fort sill de madera con el que jugué a indios y vaqueros hasta casi los diecisiete años, cuando empecé a achantarme ante la perspectiva que me descubriera alguna de las chicas a las que nunca decíamos que nos gustaban pero que nos gustaban de veras (éramos muy plastas para ciertas cosas).
Ahora, gracias a la crisis y mientras Zapatero teje y desteje como una Penélope majareta, y Rajoy vegeta esperando que se ahogue en sus propias lianas, los posguerrines concienciados esperamos poder cumplir algunos sueños: ver de nuevo (cuidado amigos con la feminista de guardia, a ver si lo decimos astutamente) cómo nos cosen calcetines agujereados con aquel singular huevo de madera, o vuelven a arreglarse las tostadoras de pan o los aparatos de aire acondicionado, o se alargan o acortan pantalones para pasarlos al hermano, o se da la vuelta a los cuellos de las camisas, o cómo se forran los libros de texto, cómo no se deja ni un mendrugo en la mesa, o se llevan a arreglar las varillas de los paraguas ahora que ya han dejado de regalarlos en los simposiums, o se utilizan los reversos de los folios usados para escribir esbozos de novela o pergeñar anónimos para Internet, o cómo se insulta simplemente levantando el dedo corazón, sin desperdiciar palabras, como nos ha enseñado recientemente josemari
Ah! Y acabar de una vez por todas con los despilfarradores menús de degustación para escarbar en los menús del día como cuando de pequeños íbamos al pionero Can Sastre de Es Castell (Villa-Carlos entonses), volver a la cocina tradicional, de pobre, como las deliciosas migas aragonesas, o nuestro tradicional arròs de la terra (el sábado pasado sin ir más lejos llevé a unos posguerrines declarados y a unos animosos aspirantes al restaurante Bósforo, en el puerto, donde Lluís Orfila me había prometido una segunda exhumación -la primera es de Ca n’ Aguedet- de tan ancestral plato, que no es arroz sino trigo molturado, con botifarró incluido: estuvo soberbio, pero los hay que aún no se han recuperado). Mi siguiente objetivo -Lluís está en ello- es recuperar las deliciosas, identitarias y baratas oranes, un postre mayestático perdido en la noche de los tiempos y que merece su lugar entre el mosaico de mousses, pies, tatins y demás mariconadas globalizadas.
Todo por la causa, al fin y al cabo: trampear como podamos volviendo a destapar el tarro de nuestras esencias. Y que chinchen los despilfarradores.

domingo, febrero 21, 2010

Menorca en la encrucijada

Algunos amigos me piden que transcriba en el blog lo que expuse en el Foro Menorca celebrado el pasado viernes en el Hotel Capri de Mahón . Aunque no lo tenía escrito, trataré de recordar lo más sustancial antes y para compensar olvidos añadiré cosas que podría haber dicho y que no dije, o sí, no recuerdo En fin, vayamos a ello.
Empecé por reconocer que no suelo pensar Menorca, sino que trato de disfrutarla, por lo que el ejercicio de reflexión a que me obligaba la invitación no prometía mucho. ¿Qué somos, cómo nos vemos los menorquines? A una pregunta semejante formulada a Churchil sobre los franceses, dijo que "no los conocía a todos como para poder opinar". Algo así podría decir pero no añadiría ninguna luz así que me remonté al pasado predemocrático, cuando estudiaba en la universidad y me preguntaban por mi origen. "Menorquín", contestaba y me replicaban instantáneamente "¡Ah, mallorquín!".
Eran tiempos predemocráticos, decía, pero cargados de una enorme ilusión democrática, en los que llegamos a confundir instrumentos y fin. Porque la democracia es sólo un instrumento, no la Arcadia feliz en la que se resolverán todos los problemas. Es lo que podríamos llamar "adanismo", la vana ilusión de empezar de cero para llegar al paraíso. En Menorca, aterrados por el modelo turístico de Mallorca e Ibiza, caímos en una especie de adanismo turístico germen de la escasa querencia histórica de los menorquines por la industria turística, mirada siempre con recelo. Creíamos-yo era uno de los pecadores- que nuestro tradicional equilibrio ( bisutería, calzado, queso) era indestructible y que el turismo tenía que ser un simple ( y despreciable) complemento, el chocolate del loro, vamos.
Luego vendría el desencanto y con él, en la isla una resignada conciencia de que necesitábamos el turismo más de lo que habíamos sospechado, así que empezamos a dedicarnos a él con aires de señorita ofendida, con displicencia y escaso rigor, con mala calidad. Pero vinieron tiempos de euforia y los menorquines nos apuntamos con armas y bagajes a los tiempos de la hipoteca globalizada, empezamos a vivir por encima de nuestras posibilidades, pero eso sí, con turismo all inclusive, dejando de lado no sólo la calidad sino también la industria tradicional, olvidando la formación profesional de los jóvenes, felices con llenarse los bolsillos en la industria turística en verano y cobrando del paro en invierno...
Hasta que el modelo salta por los aires, estallando una cuádruple crisis: la financiera del mercado desregulado, la intelectual que confunde cultura y entretenimiento( pérdida de elites, líderes), la política, con la instalación en las respectivas trincheras y la sustitución del argumento por el eslógan y la del llamado turboconsumismo. Menorca la sufre más que sus islas hermanas, instaladas en una potente inercia turística, y entra en fase de estupor ante episodios que trastocan sus certidumbres más arraigadas como los asaltos violentos a domicilios privados, o evidencias de que algo se está haciendo muy mal cuando nuestra ancestral feria de turismo marcha a Palma o cuando no se facilita la instalación en la isla de proyectos tan interesantes con el de la bodega de Torralbenc Vell.
¿Y el futuro? Pienso que a corto y medio plazo es preocupante, pero a largo plazo, el grado de preservación actual de nuestra isla nos confiere un plus precioso para hacer las cosas bien si nos ponemos las pilas: un modelo singularizado basado en nuestras calas vírgenes, el camí de cavalls, nuestro acervo prehistórico, la época de las dominaciones inglesa y francesa, nuestro peculiarísimo siglo XVIII, nuestra afición operística... ¿Por qué no especializar nuestro fantástico teatro principal en ópera mozartiana durante todo el año? Intentar atraer residentes de renta media-alta, jubilados europeos, localización de empresas o de departamentos de empresas a lo largo del año...
Pero para ello, la sociedad civil, la tradicionalmente activa y brillante sociedad civil menorquina, debe despertar de su letargo, olvidarse del corrosivo pel que és Menorca n'hi ha prou y ponerse manos a la obra. Ya no nos podemos permitir una cosa que estigui bé sino que hay que hacerlo definitivamente bien. Nos va el futuro en ello.

martes, febrero 16, 2010

Asuntos peliagudos

Crisis aparte, escucho como todas las mañanas la radio-diferentes emisoras-y me preocupan especialmente dos aspectos de la actualidad porque inciden en puntos muy sensibles de la estructura del Estado democrático. La primera, la del presunto chivatazo de la policía a los terroristas para que levantaran el vuelo y no fueran pillados durante las últimas negociaciones con ETA. De confirmarse y sustanciarse jurídicamente, sería un escándalo tanto o más grave que el terrorismo de Estado de infausto recuerdo. Que la policía, ministerio del interior o quien sea del aparato estatal alerte a unos terroristas haya o no tregua, haya o no negociación, es más de lo que lo que cualquier sensibilidad democrática puede aceptar.
El otro asunto es el del procesamiento del juez Garzón a instancias de entidades de más que dudosa procedencia e intenciones por su intento de investigar algunos crímenes del franquismo y ayudar en la localización de fosas comunes. Al parecer, el juez "campeador" habría incurrido en el delito de prevaricación por cuanto no le correspondía investigar algo ya amnistiado, etcétera. Sin entrar en disquisiciones jurídicas en las que soy ignorante, los argumentos utilizados para procesarle parecen notablemente rebuscados y podría decirse que suenan a "vendetta" por parte de antiguos compañeros de carrera y, cuando menos, torticeras intenciones por parte de sectores de la derecha cavernaria.
Garzón no deja indiferente a nadie, para lo bueno y para lo peor, pero a su vez nadie puede negarle arrojo y entrega. Quienes le acusan de izquierdismo doctrinario parecen olvidar que nadie como él contribuyó a la caída del felipismo con sus investigaciones sobre el GAL y nadie puede pasar por alto su enorme contribución a la lucha antiterrosista y contra la impunidad de las dictaduras como la de Pinochet. No sería una buena noticia para la democracia su salida de la Audiencia Nacional por la puerta falsa.

sábado, febrero 13, 2010

En la carretera… ¿Hacia ninguna parte?

Publicado en Diario Menorca el sábado 13 Febrero
A la vuelta de un viaje profesional (no sé si a un congreso o a un circo, corren tiempos de confusión entre ciencia y mercadotecnia) por tierras ilicitanas y, tras comprobar con resignación que mi nuevo libro aún sigue en el limbo del “vuelva usted mañana”, repaso la prensa menorquina y me encuentro con algunas noticias que merecerían ser incluidas en el Inventario de perplejidades, después de la resaca del exilio de Sebime a Palma: el brutal asalto a la casa de unas ancianas en pleno centro de Mahón y la despavorida huida del arquitecto que planeaba una vanguardista bodega en el alicaído campo menorquín (Torralbenc Vell, Alaior) “por las continuas trabas burocrático-institucionales”.
Para olvidar penas (acrecentadas por el horrible partido de fútbol matinal en Bintaufa), nada mejor que aprovechar los tibios rayos de sol con una cañita en Cala Figuera, unas croquetas y algo de conversación. Nos encontramos con unos amigos madrileños náufragos de febrero en la reserva de la biosfera.
-¿Qué tal el fin de semana?
-¿Qué hacéis vosotros un sábado invernal por la tarde en Mahón?-nos contestan a la gallega.
-Hombre, veréis, entre la Liga inglesa, un poco de lectura y Ocimax, vamos tirando. ¿Y vosotros?-insistí con curiosidad suicida.
-¿Te refieres al cine? Quita, quita… Nos salimos de la sala a la media hora.
-No me digas que se os ocurrió ir a ver “La carretera”.
-Pues sí, la ponían muy bien…
-No es la mejor idea para un sábado de febrero en el far west menorquín. Leí el libro hace un par de años y, tras la apocalíptica aventura de padre e hijo ( ¿por el Carrer Nou un sábado de tramontanada por la tarde?), me tuve que someter a una cura antidepresiva de caballo a base de Woody Allen, Chaplin, La vida de Brian, y la colección completa de Asterix y Obelix. Mala elección, amigos, para una tarde de genuino invierno menorquín.
-No tuvimos otra: bares y restaurantes cerrados y un frío de muerte en nuestro apartamento. Después de la fallida sesión de cine acabamos durmiendo en un hotel… también desolado.
La anécdota es ilustrativa de los tiempos que corren. Y es que el paisaje social ciudadano de nuestra isla, sólo faltaba la imagen de las ancianas golpeadas, es casi tan acongojante como el que describe Corman Mc Carthy en su novela. La clase política levita en un mundo virtual, en su propio show de Truman, las tiendas cerradas, bares y restaurantes en stand by, sin capacidad de prever ni prevenir ni mucho menos solucionar (el abecé del buen político, como el del médico sería curar cuando se pueda pero aliviar, siempre), y sin reflejos suficientes para agilizar / facilitar iniciativas emprendedoras, desenredando mallas burocráticas. La sociedad civil, antaño esplendorosa, deambula en la carretera, encapsulada en su burbuja de engañoso bienestar, dando tumbos hacia no sabe dónde, acechada por peligros insospechados en un hábitat hasta ahora alcanforado y seguro como el claustro materno.
El lunes por la mañana, apenas recuperado de los efectos colaterales del Villarato, la conspiración cósmica que trata de impedir que el Real Madrid lave la afrenta de las seis copas y los seis goles, voy a la frutería a por las últimas pomas de nadal y mi lado un cliente está hablando con la vendedora:
-¿Qué le debo por esta patata?
Joder con la crisis que era sólo desaceleración acelerada…

sábado, febrero 06, 2010

Crisis

El blogero ha estado unos días fuera, de congreso profesional en Elche. Bonita ciudad, tamaño pequeño, como Palma, zonas verdes coronadas por abundantes palmerales, seña de identidad como la Dama. Pero no he ido de turismo sino por cuestiones de trabajo así que no puedo contar mucho, más allá de alguna que otra conversación con los taxistas que me han traído y lllevado de un hotel situado ¡en un polígono industrial! Según su acento me dirigía a ellos en catalán o castellano, como en los kioskos en que entré a comprar "Información", su periódico regional de referencia, y en ambos casos, la entente esra cordial, como de "colegas" mediterráneos y de idioma ( por mucho que algunos quieran diferenciarlo por cuestiones políticas espúreas, es el mismo).
Bien, los taxistas, que curiosamente no sintonizaban "Intereconomía", la sucesora de la COPE, me explicaron que allí los chinos han hundido la industria del calzado, instalándose masivamente en el poligono donde he vivido un par de días y produciendo zapatos como churros. Claro que escarbando un poco, la cosa empezó cuando los empresarios ilicitanos "deslocalizaron" sus empresas en China para abaratar costes... Y los chinos que son muy disciplinados pero no tontos entendieron que ellos lo podrían hacer en origen y ganar una pasta gansa.
En el hotel, de una conocida cadena, el recepcionista hacía de barman y me sirvió una ensalada mientras atendía el teléfono e ingresaba huéspedes. En fin, son diversos aspectos de una crisis que se ve, se siente hasta la congoja generalizada. Si será así que hasta el presidente campeón del laicismo reza...