domingo, abril 25, 2010

Gracias, amigos

Gracias, amigos, por no dejarme solo en plena calle el día de Sant Jordi. Uno, que no es escritor sino médico y, en sus ratos libres, escribidor, no las tenía todas consigo a la hora de plantarse en el stand de la Llibrería Catalana, mi tercera casa después de la mía propia y el Diario Menorca; temía por la mirada desdeñosa, el abandono, el ridículo. Al fin y al cabo, mio libro no era de autoayuda ni una novela de intriga vaticana ni de templarios ni de vientos que dan sombra y no tenía nada que hacer ante tamaña competencia...Un dietario, una crónica novelada de ocho años que no cambiaron el mundo aunque lo encabronaron bastante. Un libro para reflexionar, para disentir, para sonreír, para cabrearse y alguna vez, espero, para compartir...
Bueno, pues funcionó. Fue una mañana mágica en la que no dejaron de acercarse lectores para que les firmara un ejemplar. Me quedo con una desconocida a la que vi hojear el libro y empezar a sonreír. Leía y sonreía cada vez más ¡Bingo! Levantó la mirada y me reconoció pr la foto de la solapa.
-¡Ah, es usted! No llevo dinero, pero voy a un cajero y vuelvo.
Y volvió, y le escribí que la había visto sonreír leyéndome y que me llenó de felicidad. Es la magia de Sant Jordi.

sábado, abril 17, 2010

Periodismo de trincheras… Y cloacas

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 17 Abril

Hablábamos el otro día en el Ateneo de la triple crisis del periodismo: económica (desplome de la publicidad), de modelo (la actual cultura de la gratuidad) y de credibilidad. Y nos deteníamos en esta última, como hacía el ex director de Es Diari Juan Bosco Marqués el pasado domingo en Culturàlia, reivindicando los contenidos de calidad, lo que incluye el control de fuentes (la implacable poda actual de corresponsalías en el extranjero es significativa, al caer la información en manos de grandes agencias con sus poderosos grupos de presión / manipulación). Otro de los problemas de los periódicos digitales, además del de su acceso gratuito que acreciente la crisis empresarial, y de las dificultades en separar el grano de la paja, es el del anonimato al pie de las columnas de opinión, lo que favorece la maledicencia, el insulto o directamente la calumnia y la injuria.
Pero en la actual crisis de credibilidad del mundo periodístico tiene mucho que ver la creciente guerra de trincheras entre los diferentes grupos mediático-empresariales, su apabullante previsibilidad. Nada más conocer una noticia sabemos perfectamente cómo van a tratarla en este o aquel medio. Y como además cunde la especie de que todas las opiniones son respetables ( por lo visto tiene el mismo valor la opinión de un oncólogo que la de un gurú que prescribe lavativas de café para curar el cáncer), se cae en la opinioniosis que es un proceso claramente degenerativo agravado por la destralosis ( de destral en catalán, hacha, o sea el deporte de atizar destraladas a diestro y siniestro) habitual sobre todo en los opinantes afines a quienes en determinado momento no gozan de las mieles del poder, efecto concurrente con el llamado periodismo del escándalo que describe con pelos y señales el sociólogo Manuel Castells en su imprescindible obra “Comunicación y poder” Alianza Editorial 2009).
Estos días son particularmente ilustrativos de la guerra de trincheras a la que me refiero. Basta fijarse en el caso Garzón y sus derivadas. El famoso juez fue denostado acerbamente por el socialismo imperante en tiempos de Felipe González cuando metió sus poderosas narices en las cloacas del Estado para denunciar la guerra sucia contra el terrorismo, viejo oficio de los cancerberos de todos los países que han sufrido tales lacras. Ni decir tiene que el juez fue jaleado por los medios conservadores por lo que significaba aquello de desgaste para su enemigo político, no tanto por repulgos democráticos en gentes habitualmente “sin complejos” en estas cuestiones. Curiosamente, en aquellos tiempos, el diario El País, hoy defensor a ultranza del juez, titulaba “De la política a la toga como con Franco” cuando Garzón dejaba el gobierno socialista…
Pero al indómito juez se le ocurrió luego perseguir a dictadorzuelos más o menos sanguinarios por el ancho mundo, lo cual ya empezó a parecer improcedente a las gentes de orden, para meterse después en un laberinto jurídico a propósito de la infausta ley de la Memoria Histórica, y finalmente atreverse a investigar ciertas conexiones de importantes militantes del principal partido de la oposición con un grupo de mafiosos. Y ahí se arma la marimorena en los medios afines al conservadurismo patrio (con el maestro en periodismo de escándalos y conspiraciones PJ Ramírez a la cabeza), barullo que es aprovechado astutamente por enemigos personales en la judicatura para inculpar al juez y llevarlo al banquillo por prevaricación y, más aún, por supuesto cohecho en relación a la financiación de unos cursos en Nueva York.
El caso Garzón, a lo que se ve, es un asunto harto complejo que, sin embargo, los medios despachan con un surtido de argumentos prêt a porter, prefabricados y, por tanto, perfectamente previsibles, y que han llegado a su paroxismo en el tratamiento informativo del mitin de los artistas en apoyo del juez, coronado por la desaforada intervención del ex fiscal Jiménez Villarejo : unos lo tildan de acto antidemocrático e incluso golpista( los mismos que, a su vez, descalifican un día sí y otro también a policías y jueces por investigarles a ellos) mientras los otros de simple y pura libertad de expresión y /o de salud democrática ( cuando muchos de ellos son defensores inveterados de impresentables dictaduras caribeñas). Para muestra, dos botones: “La voz del pueblo se vuelve a alzar 79 años después” (Público). “Aquelarre guerracivilista de energúmenos” (Pedro J. Ramírez en El Mundo).
En suma, un guirigay en el que nadie matiza, por ejemplo que, aunque el juez posiblemente se haya extralimitado en su procedimiento jurídico para dar salida a las justas demandas de los familiares de desaparecidos, acusarlo de prevaricación parece una exageración movida por el deseo de venganza personal de algunos y los intereses partidistas de otros. Un recurso ordinario dentro del procedimiento judicial podría haber sido suficiente y nos hubiéramos evitado el bochorno de sentar a un juez, con un sólido prestigio internacional, en el banquillo de los acusados, y de contemplar el nauseabundo espectáculo de unos medios de comunicación entregados a su causa con armas y bagajes, pisoteando el ineludible precepto periodístico no ya de buscar la objetividad, que es una entelequia, pero por lo menos, de huir del sectarismo.
El enloquecido mundo actual precisa más que nunca de un periodismo de calidad que abone el terreno a la reflexión serena y fundamentada, lo que se llamaría criterio (experiencia + estudio), más que evanescentes opiniones de tanto indocumentado sectario que con la destral enarbolada contribuyen denodadamente a la actual olla de grillos. En último término, el periodismo de trinchera y escandalera no hace más que abonar la galopante desafección política de la ciudadanía.





sábado, abril 10, 2010

Inventario de perplejidades

Ayer presentamos en el Ateneo de Mahón mi nuevo libro "Inventario de perplejidades". Es una selección de artículos pero también algo más, puesto que el género del dietario y el período que abarca ( desde el 11-S a la crisis económica) le confiere un carácter de unidad narrativa, a medio camino entre la novela y el ensayo. Su subtítulo "Crónica de ocho años que no cambiaron el mundo pero lo encabronaron bastante" habla a las claras del encallanamiento que han provocado esos años de plomo, sobre todo a raíz de la catastrófica invasión de Irán, generadora de una ruptura terrible con el mundo musulmán, la traumática división entre Europa y EEUU y la radicalización ideológica entre "progres" y "neocons".
Pero el libro contiene además unas placenteras crónicas de viajes ( Croacia, Montenegro, la Bretaña francesa, la Toscana, Londres, Argentina), y unas "píldoras antidepresivas" para aliviarnos del estrés de una crisis cuya salida no se ve cercana y para ayudarnos a buscar matices grises entre tanto brochazo blanco o negro. Espero que mis blogueros de cabecera le hagan el caso que se merece y que el día de Sant Jordi pueda firmarles un ejemplar a pesar del camuflaje.

domingo, abril 04, 2010

Menorca is not Mallorca

Publicado en "Diario Menorca" el domingo 4 Abril

A nuestros visitantes de Semana Santa, con pudor

Cuando en tiempos universitarios, a orillas del Ebro, allá en los míticos sesenta-setenta del pasado siglo, revelaba mi origen menorquín, invariablemente me espetaban un “¡Ah, mallorquín!” que hacía rodar por los suelos mi ego patriotero. Pero esta humillante confusión con la isla hermana, la mayor, la famosa, no era lo peor. Mucho más lacerante resultaba otra evocación, una vez aclarada la primera: “¡Ah, Mahón, donde la cárcel de la Mola!”( el eterno retorno: ahora vamos a tener otra penitenciaría singular, en pleno trayecto turístico, sic transit ), aunque también había lugar para la comicidad cuando conjeturaban si se trataba una isla con una palmera en el centro, como en los chistes de náufragos. Pero, en fin, lo dejábamos pasar como cuando nos llamaban polacos por hablar raro
Lo sustancial es que, décadas después, los menorquines tenemos sobradas razones para insistir en nuestra singularidad, sobre todo cuando se dirigen a nosotros con mirada entre acusadora y conmiserativa y una demoledora exclamación, “¡Menuda la que tenéis montada!”, referida a munarquías absolutas, suburbanos inundados, comisiones enterradas en latas de cola cao, velódromos a precio de oro repletos de matojos, palacetes a precio de saldo, procesiones anilladas al juzgado y el sursuncorda. Y que nadie vea en esta exposición resabios anti centralistas (nuestro centro político-económico es Palma y eso nadie lo discute) o neo nacionalistas de ínsula barataria, porque se limita a marcar algunas distancias para evitar confusiones y algún que otro bochorno injustificado.
Dejemos claro desde el principio que poco tenemos que ver los menorquines con la tangentópolis mallorquina. Será porque nos falta valor o por un elemental sentido del pudor esculpido a través de nuestra peculiar historia, pero lo cierto es que el frenesí político mallorquín dista mucho de estar presente en la isla menor. Y es que la singularidad menorquina viene de lejos, probablemente del siglo XVIII en que la isla, codiciada especialmente por el mayestático puerto de Mahón, perteneció por tres veces a la Corona británica y una vez al Reino de Francia, con breves interregnos españoles, cambios que no impidieron que la isla viviera una época de relativo esplendor y de efectiva libertad, lejos de la severa Inquisición española, lo que redundó en una apreciable actividad comercial y en florecimiento cultural que posiblemente dejó sus posos en formas y modos de vida (un taranná, diríamos)
Esta especie de excepción cultural menorquina se ha puesto de manifiesto en la resistencia de los isleños a plegarse a los destinos del modelo turístico imperante -al contrario que los mallorquines e ibicencos-, de la mano de gobiernos conservadores… de izquierdas, que si bien han llevado a la isla a un retroceso económico, agudizado por la crisis, también la ha mantenido en un estado de preservación natural que constituye hoy su principal activo y que puede proyectar a medio plazo un futuro esperanzador a través de un modelo turístico diferenciado si los menorquines nos decidimos abiertamente por él, dado el declive de nuestras industrias tradicionales, y si lo hacemos con nuestro acreditado, (¿british?), sentido de la mesura.
Menorca no es Mallorca ni Ibiza ni, con todos los respetos, quiere serlo, pero tampoco puede permitirse el lujo de seguir con su desdén histórico por la industria turística. El calzado, la bisutería y el queso, tradicional trípode de su economía ya no son lo que eran y no parece que vuelvan a serlo en un futuro inmediato. El turismo es hoy irrenunciable y Menorca está en condiciones de configurar una experiencia piloto, innovadora y adecuada a las demandas de la nueva economía, alejada del all inclusive y de la degradación ambiental, para atraer residentes de renta media alta, conciudadanos amantes del turismo tranquilo y culturalmente enriquecedor, en armonía con la naturaleza, jubilados europeos… Objetivos inaccesibles sin la plena colaboración de las instituciones en la mejora y mantenimiento de las infraestructuras (con la adecuación de algún puerto deportivo, algún campo de golf, hasta ahora vade retro, mejora de las carreteras, etcétera) y la eliminación de corsés burocráticos y clientelismos (sin seguridad jurídica y eficiencia administrativa no puede haber inversiones).
Hoy como ayer nos vemos obligados a insistir: “No, mallorquín, no, me-nor-quín”, sin que ello signifique desdén alguno por nuestros vecinos de la isla hermana con quienes viajamos en el mismo barco. Tampoco pretendemos transmitir la imagen de un impoluto paraíso por encima del bien y del mal, pero sí afirmar algunas diferencias y sobre todo nuestra voluntad de no caer en la obscenidad política en que se mece nuestra comunidad autónoma. Por lo demás, pásenlo bien estos días tratándose de adaptar a la Menorca way of life.

PS.- Despedimos con enorme pesar a un querido amigo asturiano, colega oftalmólogo que ha dado lo mejor de sí mismo a la sanidad pública menorquina durante quince años. Echaremos muy en falta su honestidad, dedicación, solvencia y compañerismo y en nuestro quirófano de la Policlínica resonarán durante mucho tiempo sus impagables diálogos en menorquín con los pacientes y sus ágiles juegos de palabras. Mucha suerte en tu nuevo periplo, Fran Herrero (no tanta para tus colores deportivos, nadie es perfecto), te la mereces.

viernes, abril 02, 2010

Equidistancias ( part two )

Publicado en "Diario Menorca" el jueves 1 abril

Volviendo al asunto de mi artículo de enero (“Equidistantes del mundo, uníos” Es Diari 9-1-10), con perdón por la autocita, debo insistir en ello ante la proliferación no tanto de asuntos peliagudos, con más facetas que un caleidoscopio, como por la cada vez más extendida costumbre de solventarlos (no sólo en tertulias de bar o en cibertabernas, sino en los medios) en un pispás de opiniones rotundas, contundentes, inequívocas, sin complejos…ni matices. Y son precisamente los matices, esos grises tibios y cobardes, los que no cuentan con respaldo en nuestro país y por lo que se ve en el mundo mundial (la burda y obscena campaña de los republicanos norteamericanos contra la tímida reforma sanitaria de Obama es emblemática), aunque aquí se alcancen todos los días cotas esperpénticas.
Por ejemplo, el asunto tan complejo y jurídicamente enrevesado de la imputación del juez Garzón, es despachado con satisfecha displicencia por medios de la derecha que no hace tanto le jaleaban entusiásticamente, mientras desde la izquierda se le beatifica como mártir sin atisbo de crítica (cuando menos, Garzón parece ser un instructor mediocre). Habrá algún según, pero no se ve, no se siente, el matiz no está presente. Como tampoco lo está en el asunto de la contención del gasto: las comunidades más endeudadas son gobernadas por el partido que predica una “drástica contención del gasto público”, mientras en otra, el presidente del Gobierno riega con la manguera de la “deuda histórica”…
En el propio manejo de la crisis, los socialistas han mostrado una incompetencia manifiesta, desde negarla más veces que Pedro a Jesús en el huerto de Getsemaní, a esa contumacia en el fatídico juego de improvisar-rectificar que se traen entre manos. Pero… ¿De verdad es la panacea bajar los impuestos, lo único que repiten los populares, como una jaculatoria? No parecen muy de acuerdo los más reputados analistas internacionales, aunque sí el público en general: a nadie le gusta rendir cuentas al fisco. Sin embargo, la leal (?) oposición se aferra al fundamentalismo liberal (no olvidemos a su gurú máximo cuando se quejaba de las restricciones a la ingesta de alcohol del código de circulación: “¿Quién me tiene que decir a mí las copas que puedo o no puedo tomar?”), y de alguna manera al cuanto peor, mejor.
Pero también en temas menores refulge la guerra de trincheras, como en el de la tauromaquia sí, tauromaquia, no. Vamos a ver: ¿Acaso no es legítimo y democrático que por iniciativa popular se discuta el asunto, sea por motivos compasivos o identitarios o ambos a la vez? ¿Son los promotores de la iniciativa unos liberticidas saqueadores de nuestros rasgos culturales más profundos? Y démosle la vuelta a la tortilla: ¿Acaso los defensores de la fiesta nacional son unos sádicos torturadores de animales?, ¿Unos españolazos fachas?... ¿Cómo no ser equidistante y abogar por la pervivencia de la fiesta atenuando o eliminando el castigo del animal, limitándose a torearlo artísticamente? ¿O simplemente respetar lo que decida democráticamente el parlamento de una comunidad autónoma?
Item más, la actitud ante las distintas dictaduras que en el mundo han sido o, desgraciadamente, son. La cerril negativa de la izquierda realmente existente a condenar no ya el régimen cubano que está a la vista, sino las atrocidades del estalinismo, sólo es comparable a la virulenta reacción de la derecha carpetovetónica en cuanto se intenta remover algo del incómodo franquismo o perseguir jurídicamente a algún dictadorzuelo sudamericano. Molesta mucho el histriónico (y peligroso) Chávez pero se oían pocas voces de la derecha quejándose de Pinochet, Somoza o el chivo festivo Leónidas Trujillo… ¿Y la corrupción? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, pero quienes acusaban al partido de Felipe González de ser el epítome del saqueo a las arcas públicas, ahora callan como muertos…
En fin, lo cierto es que los equidistantes lo tenemos crudo en una sociedad tan agriamente polarizada, adscrita al blanco o al negro, que se lanza eslóganes (que no argumentos) de una a otra trinchera. No estamos bien vistos e incluso puede que nos llamen nenazas en más de un foro. O cosas peores. Lo tenemos crudo, tanto que, en fecha de hoy, presento mi dimisión irrevocable e irreversible como columnista decano de Es Diari. Se acabó, cuarenta y siete años de cobardes equidistancias son suficientes. Kaputt.
P.S El último párrafo es una inocentada propia del primero de abril, tradicional en estos lares.