sábado, febrero 10, 2007

Dietario 10 Febrero 2007

Publicado en "Diario Menorca", sábado 10 de Febrero

2-II-07
Surge una tabla de salvación en el mar de los sargazos del sectarismo y la crispación: leo que María Fida Moro, la hija de Aldo Moro, el ex primer ministro italiano asesinado por las Brigadas Rojas en 1978, fue, hace ya veinte años, a visitar a cárcel a una de las personas que organizaron aquel crimen, Adriana Faranda, quien previamente había tomado la iniciativa de pedir perdón a su víctima. De aquel encuentro nació una amistad que, a su vez, ha ayudado a otros criminales a pedir perdón y, a otras víctimas, a concederlo.
Cuando Italia descubrió un día que la hija mayor del ex primer ministro asesinado visitaba en la cárcel a dos miembros de aquel comando terrorista (Adriana y su compañero sentimental, también condenado), muchos se rasgaron las vestiduras y algunos incluso la insultaron, “pero también les perdoné”, afirma María.
Y me pregunto: ¿Será posible algún día en España un portento semejante?

3-II-07
Un hombre de fe me aborda cordialmente para manifestarme su extrañeza de que alguien tan racionalista como yo (?) sea capaz de manifestar tantas emociones en mis escritos. Y me deja sumido en la incertidumbre: ¿será necesario leer a Bucay o a Coelho para sentir? Otrosí: ¿son antinómicos pensar y creer?, ¿sentir y pensar? Peor aún: ¿es compatible mi fuerte sentimiento culé con un mínimo rigor intelectual? Para recuperarme de tanta zozobra, acudo a mi psicoanalista de cabecera, Raquel, musa de Ses Forquilles, quien me hace revivir a base de jarretes y rioja. Ay, ¿qué sería de nosotros sin pecar?
Por la tarde, entre partido y partido de la Liga inglesa, le echo una distraída mirada a las informaciones sobre la enésima manifestación de Madrid contra la política antiterrorista del Gobierno (como siempre, con trillones de participantes). Bosco Marqués hablaba esta mañana sobre la política de las ruedas de prensa: se le olvidó añadir que España está entrando en el Guiness de manifestaciones por legislatura, perpetradas por quienes hace poco abominaban de ellas. País de conversos éste.
Lo que queda claro es que la política del hooliganismo (la de los fanáticos, hablando en plata) se está imponiendo en nuestro país, con el “¡A por ellos, !”, coreado en la manifestación del sábado entre un mar de banderas rojigualdas y una retahíla de improperios al presidente del Gobierno. Contra el nacionalismo, más nacionalismo (del bueno y natural, el de toda la vida, claro). Contra el terrorismo, crispación y división. Aviados estamos.

4-II-07
“En los años sesenta del siglo pasado, en España todavía había escupideras rodeadas de serrín en los casinos de labradores, academias y sacristías, algunos polvorientos escaparates galdosianos exhibían piernas ortopédicas, lavativas y suspensorios para hernias; aunque los sabañones ya habían desaparecido, aún se veía a funcionarios con parches de forúnculos en el pescuezo…”
El brillante arranque en el artículo de Manuel Vicent para El País Semanal nos retrotrae, con cuatro pinceladas a aquella España que sesteaba mientras los jóvenes parisinos lanzaban adoquines al Sistema, a aquella Menorca donde empezaban a circular los seiscientos y los primeros urbanizadores, y donde los jóvenes de entonces celebrábamos nuestro particular Mayo-68 intentando, con más pena que gloria, armarnos caballeros en los lóbregos recovecos de Sa cova d’en Xoroi musitando torpes palabras de amor en inglés apache. ¡Mesquinets!

5-II-07
Ante el horror cainita que emana de las tertulias radiofónicas, prefiero continuar meciéndome en la nostalgia, ahora acompañado de Juan Luis Hernández en su recorrido por el Maó /Mahón de nuestra infancia (“Les coses que deixàreu pel camí”, Es Diari), cuando jugábamos al fútbol en sus calles, incluso en los muelles del puerto, o hacíamos pestellet, vigilando por el rabillo del ojo por si aparecía un saig… A mitad de ensoñación me sacude un escalofrío, porque: ¿qué niño/joven de hoy sabe qué diablos significa lo del saig , el pestellet y el quick amagat ?
Lo contaba hace unos días Félix de Azúa en uno de sus lúcidos artículos: un amigo suyo, profesor de la Politécnica, y en una clase técnica, puso una analogía para explicar la ironía de algunas arquitecturas minimalistas; dijo que eran “como películas de Buster Keaton”. Notó una inquietud entre los estudiantes. Se miraban unos a otros y trataban de ver cómo había escrito este extraño nombre el profesor, quien acabó averiguando que ni uno solo de los alumnos tenía la más remota idea de quién diablos era Buster Keaton…
Me pasa a mí con las películas del Oeste: cada vez que me pongo un deuvedé (“El hombre que mató a Liberty Valance”, el otro día, sin ir más lejos) y están mis hijos en casa, empiezan a cabecear (lo mismo cuando escribo algún latinajo) con la condescendiente displicencia de quien sabe que está tratando con gente extraviada. Y es que, amigo Juan Luis, nuestra identidad no es otra que el conjunto de símbolos que forman nuestra imaginación, y la nuestra, la del pestellet, el quick, el saig y las galopadas de John Wayne, es Jurásico puro. Y yo lo asumo sin nostalgia, más bien con divertida curiosidad.

7-II-07
Salgo tarde (si las nueve de la noche puede considerarse tarde) del trabajo y me sumerjo en una ciudad fantasmal. Parece una aldea del Oeste cuando se huele que va a aparecer el malo. Mientras la cruzo, sigo en pleno flashback y recuerdo el Mahón de mi infancia con Es Carrer Nou atestado de gente, pespunteado de mujeres enlutadas, curas con sotana con la mano dispuesta para el beso sumiso, desfiles domingueros de militares con charreteras, cornetas y tambores, casas desconchadas como en la Cuba actual, sabañones...
Y a pesar de todo me gustaba entonces, me gusta ahora, tan remozada como perpleja ante un futuro incierto, y me gustará cuando vea corretear por sus calles a mis nietos junto a otros niños negros, amarillos o con la sana rubicundez santclimentera, y charlando con ellos indistintamente en catalán, castellano e inglés. Porque, como decía Woody Allen de Manhattan, ésta es mi ciudad y siempre lo será.