Tenía confianza en las posibilidades del Barça, pero en ningún caso “ciega”. A estas alturas sé de sobras que el fútbol no es más que un juego y como tal azaroso, que pese a libretas y métodos científicos, las circunstancias imponen su ley y no siempre a favor de la lógica. Apunto algunas reflexiones a vuelapluma:
a) Influencia arbitral. Indudable, sobre todo en San Siro, como lo fue la temporada anterior en Stamford Bridge sólo que al revés.
b) Juego. Es legítimo el planteamiento de Mourinho. También es una desgracia para el fútbol que le salga bien. El Barça no jugó bien en San Siro y mereció la derrota y anoche no supo romper el catenaccio italo-portugués (mucha posesión pero escasas oportunidades de gol). Demérito suyo.
c) Errores de Guardiola. Ayer quedaron patentes algunos, como el trueque Ibrahimovic / Eto’o (dejemos en el congelador al pobre Chigrinsky) y algunos cambios extraños como anteponer a Jefren y Bojan a la experiencia y poder de intimidación de Tití Henry, o no sacar a Touré en San Siro cuando se perdió el centro del campo.
d) Dramatización innecesaria. No me gustan las apelaciones a heroicidades, noches mágicas y el sunsurcorda emocional. Creo que la campaña mediática jugó en contra del Barça. Los italianos ¡y Mourinho! se mueven como pez en el agua en estos ambientes y la presión atenazó a unos jugadores que necesitan la mente clara para desarrollar su habitual juego de arte y precisión.
e) Filosofía blaugrana. Como culé, estoy acostumbrado a perder (Guardiola estuvo certero y oportuno al recordarlo en la rueda de prensa) y quizás nos habíamos olvidado de ello. Aún así, esta es la mejor época de nuestra vida de aficionados y no tiene por qué dejar de serlo, ni siquiera aunque también se pierda la Liga, Belcebú no lo permita. Este equipo es un orgullo como nunca lo había sido.