Querido Periquet:
Permíteme ante todo que rescate, además
de la escritura con estilográfica, el apelativo con el que tu padre se te
dirigía. Se lo merece tu fidelidad ya que siempre me escribiste personalmente a
mí, nada de genéricos, funcionariales, “queridos Reyes Magos”, siempre a tu
amigo Gaspar. También te agradezco que nunca te pusieras estupendo con aquello
de “tráeme lo que quieras”, tan empalagosamente “buenista”, tú siempre sabías
lo que querías, si un colt o una
bicicleta, o ambas cosas a la vez.
Este preámbulo nos servirá, además,
para retroceder en el tiempo hasta cuando eras ese “Periquet” que ya gustaba de
pergeñar periódicos caseros y hacer tus primeros pinitos en Es Diari bajo el magisterio de Paco Pons
Capó, el hombre que te inoculara el
virus periodístico cuando aquel era sólo el “cuatro hojas” y tú un pipiolo… ¡Qué
tiempos aquellos! No, no te pongas en guardia, sé que la nostalgia es un error
y todo eso, pero no me negarás que entonces el periodismo era periodismo, con reporteros a pie de calle
husmeando las noticias, en lugar de andar tecleando todo el día tras asistir a
ruedas de prensa sin preguntas o con preguntas domesticadas…
Me hablas de tu desazón política.
Recuerdo nítidamente tus cartas de los primeros ochenta, llenas de ilusión y,
permíteme que te lo diga ahora que ha pasado el tiempo de la ingenuidad, en las
que me hablabas, entusiasmado, de que por fin seríamos una democracia europea,
con políticos transparentes y políticas sociales progresistas y.… Ay, Periquet, permíteme que sonría mientras
derramas esa furtiva lágrima. Y es que, escucha la voz de la experiencia de
quien lleva dos mil años contemplando el panorama, la naturaleza humana no
cambia. Sí lo hacen las instituciones, las leyes, la técnica, la ciencia, todo
ello puede mejorar las condiciones de vida, pero en esencia, el hombre (y la
mujer, me diría Baltasar que siempre
está a la que salta con eso de las discriminaciones), sigue siendo el mismo
cretino de siempre. Y hoy día tenemos tantos ejemplos de lo que te digo que
resulta ocioso abundar en ello.
Y vayamos ya a tus peticiones más
concretas para este año: el balón de fútbol que sueles pedir siempre para
pelotear en el jardín y que invariablemente se pincha a las pocas semanas,
queda en suspenso porque sólo lo he encontrado blanco y sé que es un color que
te produce alergia. En cuanto a la agenda de papel, tampoco la he encontrado,
ya no hay demanda, como se dice ahora, vamos que eres un antiguo en tu tenaz
resistencia a usar las agendas electrónicas y los whatsapps y esas cosas (Melchor es uno de esos colgados que todo el día andan tecleando y han dejado de hablar),
pero seguiré buscando, te lo prometo.
Pero te decía al principio que los tiempos han cambiado porque ni siquiera sé si podremos volver el
año que viene. Europa está dejando de ser tierra de acogida y algunos extranjeros no somos bien recibidos,
sobre todo Baltasar, por razones obvias, y yo mismo, que acabo de descubrir por
facebook que tengo antepasados
rumanos. Me da la impresión de que el auge de movimientos populistas, por no
decir claramente xenófobos está destruyendo la esencia de Europa. Y podemos añadir otro factor que dificulta
nuestra milenaria (iba a añadir benemérita, pero no me veo con un tricornio) labor de ilusionar a los niños y
psicoanalizar a adultescentes como
tú, es la desigualdad galopante que se está instaurando en el mundo occidental
en la que unos pocos, muy pocos, lo tienen todo y muchos, los más, no tienen
nada….
¿Tú
crees que se puede repartir felicidad ortopédica cuando falta lo más elemental?
Además, Periquet, hoy día la gente
prefiere la click happiness aquí y ahora, pulsando la tecla
del ordenador al aplazamiento virtuoso de los deseos como en nuestros ¡buenos tiempos!,
en que el regalo era un premio y no un capricho, ah!, y cuidado con el carbón
porque puede traumatizar a las criaturas. Las perspectivas no son buenas: sólo
se habla de marcas y rentabilidad,
las humanidades son erradicadas del sistema educativo, al igual que la deseable
ética universal, arrolladas ambas por la implacable marcha de la brigada ligera
de la razón económica y las supersticiones.
En cuanto a tu nieta Inés, no sé si
le va a gustar que no me hayas encargado muñecas ni vestidos para princesas ni
teléfonos inteligentes ni tabletas,
entiendo tus razones, pero no se puede batallar solo contra molinos de viento.
Es lo que hay, los roles persisten y salirse del cauce puede dejarte reducido a
una pieza de museo como folklórico abuelo
cebolleta. Está bien que veas películas de Charlot con ella y que le cuentes
historias de Asterix y Obelix antes de entrar en “La isla del tesoro” o “Veinte
mil leguas de viaje submarino”, pero te va ser imposible abstraerla de la
realidad que nos circunda y atosiga con
las sacrosantas tendencias.
Ah! Y no, no me olvido de tu Barça,
asperjaré incienso y polvo de oro en el Nou
Camp para que los días de vino y rosas se prolonguen, y echaré un poco de
la mirra esa a los que tú y yo sabemos.
Y cuídate la próstata. Abrazos regios,
Gaspar Repons.