JUEVES, 23
La conspiración judeo-masónica-
madridista con su cohorte de radicales fascistas se ha cobrado su primera
pieza: Sandro Rosell, presidente del Barça…
¿A que estaría bien si fuera cierto?,
me pregunto, tratando de ponerme en la piel de un conspiranoico.
Pero no, me temo que tampoco en esta ocasión va a funcionar, porque, a pesar
del jolgorio madrileño y de las redes sociales, el asunto Rosell-Neymar despide
un tufo a estafa al fisco que tira de espaldas. Y coincide con la obscena
petición de indulto de la mayoría de presidentes de clubes de Primera División
para Del Nido, ex presidente del Sevilla condenado a siete años de cárcel por
robar dinero público. Por no hablar de las habituales connivencias de
Florentino con el poder político, ¡ay ese palco del Bernabéu, teatro de altas
intrigas!… Y es que el fútbol español es cosa
nostra.
VIERNES,
24
Me despierto rumiando sobre esa
banalidad del mal de la que nos hablara
Hannah Arendt, concepto tan deslumbrante como difícil de aprehender. De
hecho ella fue mal interpretada (acusada de poco
judía) y le costó no pocos disgustos. Pensé de nuevo en ello anoche en el Cine
Club viendo “El médico alemán”, película argentina sobre las andanzas
patagónicas del médico nazi Josef Mengele, tristemente famoso por sus
experimentos científicos con seres humanos.
Lo que observó la filósofa en el
juicio en Eichmann y que es trasladable a la siniestra historia de Mengele es
que la frontera entre el mal y el bien es muy tenue. Que Eichman y Mengele no
son bestias diabólicas, lo que en cierta manera nos tranquilizaría, sino que
son seres humanos… banales que ofician de matarifes como antes de probos
ciudadanos… ¿Cuántos tolerantes silenciosos no hubo con el horror nazi? ¿Y con
el franquismo más casposo? ¿Y con el terror etarra y aquel sobrecogedor “algo
habrá hecho”? La tesis de Arendt es inquietante
porque nos pone ante el espejo.
SABADO, 25
Si no querías caldo, toma dos tazas.
Sueño entrecortado tras haber visto anoche “Doce años de esclavitud”, turbadora
película sobre hechos reales de la otra gran vergüenza planetaria, la
esclavitud. Sobresaliente guión, Interpretaciones de una pasmosa naturalidad,
magnífico cameo de Brad Pitt, crudeza
narrativa, y una dirección contenida y al mismo tiempo vibrante, conforman un
film que no puede dejar indiferente a nadie, y mucho menos a quienes disfrutan hoy día de condiciones
laborales dignas de aquellos ominosos tiempos.
Para escampar
boiras, nada mejor en la mañana sabatina que la majestuosa salida del “Juan
Sebastián Elcano” de la no menos gloriosa rada mahonesa, configurando imágenes
propias de nuestro singular siglo XVIII.
Velas desplegadas, guardiamarinas encaramados a los mástiles, cortejo de
pequeñas embarcaciones. Lo seguimos por la orilla correteando como niños para
ver la imagen del barco silueteada contra la Isla del Rey. Finalmente nos
desplazamos a la cala de San Esteban para ver a la goleta, sobre el fondo
pictórico de La Mola, saliendo del puerto a todo trapo. Belleza primigenia,
melancólica como una magdalena de Proust. Sólo el ruido de los incesantes clicks de los teléfonos móviles nos
recuerda que estamos en pleno siglo XXI.
DOMINGO, 26
Hablando de melancolía: el cierre del
mítico Es Cau actúa como un aspersor de nostalgia. Aunque
siempre he sido un noctífugo irritante para mis próximos, a quienes he
privado en exceso de las delicias nocturnas, me ha gustado ir de vez en cuando a Es Cau, mucho más, evidentemente, en
épocas juveniles, donde era obligado caladero de pesca y/o tertulia barcelonista con Nito es
Curro. Últimamente me reía a gusto con las hilarantes letras de las
canciones de los hermanos Villalonga, Alaiorc-Alaiorc i piccolisima migjornera.
Ellos han intentado mantener Es Cau a flote, pero el implacable dios Mercado lo ha
impedido. Una víctima colateral más y una sensible pérdida para la noche
menorquina.
MARTES, 28
¡Fora boiras! Termino de una tacada Bloody Miami, la desopilante última novela de Tom Wolfe, un
prodigio de exuberancia narrativa que percute literalmente todos los sentidos
del lector. Literatura innovadora, como lo fue en su día su “Hoguera de las vanidades”, con una inusual
riqueza de imágenes (incluso sonidos) y metáforas para describir la vida
multirracial de Miami, sus relaciones de poder, las mafias posmodernas que
halagan el esnobismo artístico, el corrosivo papel difamatorio de las redes
sociales… Una gozada y un lenitivo para la melancolía.
MIÉRCOLES, 29
Despido a Guillermina Mir, agradosa vocacional que siempre
me veía como el niño que iba a su casa a
jugar con sus hijos Luis y Miguel. Y me lo ha hecho sentir hasta el final, cuando en vez de mi
bata blanca veía mi mandil escolar. Impagable e inolvidable.