sábado, septiembre 27, 2008

El pájaro en el alambre

Asisto por primera vez en mi vida a un pleno del Ayuntamiento de la ciudad en que nací (Maó en catalán, Mahón en castellano), no en la que vivo, aunque mi corazón y mis anhelos siempre estén en ella y fundamentalmente en su puerto. Y lo hago para despedir a un amigo, su alcalde, quien tras quince años en el cargo y veinticinco en el Consistorio, deja el cargo para dedicarse de lleno a su escaño de senador por Menorca ( y para proceder, de paso, a un ordenado cambio generacional en el propio ayuntamiento y a un merecido disfrute familiar por su parte ).
Compartí pupitre y muchas otras cosas, vivencias, emociones, con Arturo Bagur, un muchacho sencillo y afable a quien la política no ha cambiado en absoluto. Sigue siendo el mismo que conocí en el instituto y que luego ejerciera de "mancebo" en la farmacia de unos familiares míos, lo que hizo que nuestros contactos siguieran siendo frecuentes. Se intensificaron más tarde, al asumir yo la presidencia del Ateneo, entidad con la que Arturo siempre demostró una exquisita sensibilidad ( en aquellos gratos tiempos tuve ocasión de verle crecer en su faceta de político y orador). En su caso, "ser el mismo" no es un tópico al uso y abuso: Arturo ha seguido siendo tan accesible desde la alcaldía como en la farmacia o en el colegio y éste es su mejor patrimonio, el que le ha granjeado un respeto general que ayer fue patente en el salón de plenos.
Como reconocieron los representantes de los diferentes grupos parlamentarios, más allá de luces y sombras políticas, que de todo hay, empezando por su extemporánea renuncia en pleno mandato, la figura del amigo Arturo genera una corriente de general simpatía por su honradez, sencillez y plena dedicación al servicio público, primero como concejal de servicios sociales, buque insignia del Ayuntamiento de Maó / Mahón. Especialmente elegante estuvo en el Pleno de despedida su más enconado adversario político Carlos Salgado de Ciudadanos de Menorca en una intervención primorosa en fondo y forma. Sin dejar de criticar uno de los aspectos más espinosos del mandato de Arturo, la oficialización del nombre de la ciudad en catalán normativo, cumpliendo con la Ley de Normalización Lingüística pero desoyendo un amplio sentir popular, Salgado supo dar con el tono adecuado sin renunciar a sus principios. En este caso concreto, reitero mi posición favorable a la cooficialidad del nombre en catalán normativo Maó con el nombre castellano Mahón, que me consta es lo que a Arturo le hubiera gustado...
La metáfora de nuestro comúnmente admirado Leonard Cohen del pájaro en el alambre, utilizada por Arturo en su alocución final es de lo más pertinente:
Like a bird on the wire
Like a drunk in a midnight choir...
I swear by this song
and by all that I have done wrong
I will make it all up to thee.
( Como un pájaro en la jaula
como un borrracho en un coro de medianoche...
...Te juro por esta canción
y por todo lo que hecho mal
que te compensaré por todo)
No sólo me siento compensado como ciudadano sino orgulloso como viejo amigo. Queda pendiente un intento de entonar a dúo aquel portento musical de nuestro querido Leonard:
Suzanne takes you down
to her place near the river...

sábado, septiembre 20, 2008

Relativismo

Es evidente que la gestión estatal de los recursos económicos ( y por ende, humanos y morales) ha sido el gran fiasco del siglo XX: la caída del muro de Berlín lo dejó tan claro que no hace falta perder palabras en reafirmarlo. El batacazo ideológico fue tan traumático que fue calando, cual lluvia fina, la teoría y, sobre todo la praxis, de que sólo el mercado libérrimo podía aportar prosperidad (¿felicidad?) a los humanos.
Pero hete aquí que cuando parecía que el turboconsumismo parecía praxis victoriosa e indiscutible con sus nuevas deidades de las desregulaciones, la competitividad y su lema teológico del "laissez faire", que Él ya proveerá ( la mano invisible o quien quiera que sea), surge el cataclismo financiero por lo que parecía un asunto menor, las llamadas "hipotecas basura", o lo que es lo mismo, la codicia sin freno.
Y ahí viene la paradoja del sistema más ideológicamente "liberal" del planeta, el Estado más rico y poderoso, acudiendo al rescate de bancos y entidades financieras, o sea, dinero público para tapar las brechas ocasionadas por aventuras privadas delirantes.
Y tras la paradoja, la moraleja: por mucho que se abomine del "falaz relativismo que nos oprime", ¿ no es hora de dejarse de fundamentalismos de uno u otro signo y admitir que si bien el Mercado es insustituible como método más racional de asignación de recursos, debe de estar regulado por leyes democráticas emanadas de los Estados? Otrosí: El Estado somos todos.

sábado, septiembre 13, 2008

Pues a mí no me parece bien

Me refiero a la marcha de la Presidenta del Consell Insular de Menorca, Joana Barceló, quien abandona el gobierno insular para acceder a una consejería del Govern Balear. ¿Un ascenso?. Tengo algunas dudas en cuanto a su promoción política, las albergo todas en cuanto a la conveniencia de dejar el puesto por el que fue votada repetidamente en la isla de Menorca.
El prestigio personal y político de Joana es tan ingente que su hueco difícilmente va a ser colmado por su sucesor en el puesto, y no creo que muchos de quienes le votaron estén conformes con su ascensión (?) a los cargos baleares. De hecho, una gran mayoría social, incluidos muchos votantes de la derecha, estaba tranquila y confiada con la presencia de Joana al frente de las competencias menorquinas, por su probada capacidad de diálogo, prudencia y saber hacer, acreditados en muchos lances políticos, y ahora de alguna manera se sienten huérfanos.
Muchos hubieran entendido un abandono por su promoción a "Madrid" como tantas veces se ha sugerido, pero lo de la consellería balear suena al chocolate del loro... o a mera excusa. Por no hablar del deber ético de los ungidos por las urnas de acometer la tarea por la que fueron elegidos salvo causas de fuerza mayor. Que no parecen claras en esta caso.

jueves, septiembre 04, 2008

Paranoias modernas

Escribo estas líneas en pleno fervor olímpico. Me las ha inspirado esa fotografía publicitaria de los baloncestistas españoles en la que simulan rasgarse los ojos con los dedos para realzar su presencia en la legendaria tierra de los mandarines. Bueno, realmente, la fotografía en sí no me hubiera inspirado nada de de no ser por la grotesca reacción de los guardianes de la corrección política que han visto en la imagen una expresión ¡racista!, en este caso nada menos que los editorialistas de Los Angeles Times, tan exquisitos ellos en lo anecdótico y tan patrioteros cuando se trataba de jalear las barrabasadas de su presidente Bush en Iraq.
“¿Cómo se llaman esas personas que creen que todo el mundo les persigue?”, pregunta un personaje de Woody Allen. “Perspicaces”, contesta otro. Es una forma de verlo, la de un humorista tan fino e inteligente como el genio neoyorquino, pero cualquier lector sabe que la respuesta correcta es “paranoicas” en lugar de “perspicaces”. Y es que en algunos aspectos, el mundo, nosotros al fin y al cabo, parece haberse vuelto paranoico. Cualquier crítica, un atisbo de ironía, una broma, es tomada como un ataque a la dignidad, y, por lo que se ve, ya no hace falta remontarse a Salman Rushdie y a la extrema susceptibilidad de los guardianes de toda ortodoxia religiosa, siempre tan esperpénticos.
Y en ese camino hacia la paranoia planetaria, ¿qué me dicen de esos vocacionales de la radicalidad que un día fueron maoístas y hoy día inflaman las ondas de un radicalismo de derechas agreste y montaraz? ¿O esos antiguos militantes de grupos terroristas, hoy defensores de la sagrada unidad de España? ¿Recibieron su paranoia radical (persecutoria de heterodoxos) por vía placentaria? ¿O será que su cerebro está incapacitado para albergar la autoironía, esa saludable disposición a saber reírse de uno mismo?
No, los paranoicos contemporáneos jamás dudan, desconocen el “tal vez” y abominan de los matices. Ellos exhiben unos valores pretendidamente inmutables, aunque, si uno escarba un poquito, se encuentra con que, aunque lo disimulen, siguen el dictamen de Groucho Marx “Señora, estos son mis valores, pero si no le gustan, tengo otros”. Y así, estamos, zarandeados por unos locos peligrosos que se sienten depositarios e intérpretes de lo que realmente nos conviene y que pretenden que no podamos reírnos de casi nada. Se trata de saber detectarlos y no hacerles ni repajolero caso.