Resulta que el año pasado había un "estado de canguelo" en Cataluña por una hipotética remontada del Real Madrid en la Liga. Habíanse instalado unos sofisticados instrumentos para medirlo que se llamaban "cagómetros", mientras crecía y crecía la euforia blanca ante cada nueva victoria. Luego llegó lo que llegó, el famoso set 2-6 y si te visto no me acuerdo.
Esta temporada, desechado el canguelo, se hablaba del "villarato", espesa teoría conspirativa que explicaría los repetidos éxitos del equipo de Guardiola, y se montó un enorme dispendio económico para lavar la afrenta del año pasado. Se abrieron viejos baúles con el tesoro del abuelito (ADN europeo, Florentino dixit) para preparar el retorno del Realísimo a "su" competición cuya final sería un trámite para llegar a "la décima", que acabaría con su aúreo plumazo con el ofensivo espejismo azulgrana... Las cosas volverían por fin a su sitio natural.
Pero hete aquí que no. Ni habrá final blanca en el Bernabéu ni décima. Y no sólo eso sino que en el horizonte amenaza borrasca, ni más ni menos que una tormenta perfecta: la posibilidad cada día más cercana de que el Barça juegue la final del Bernabéu y aquella noche la Cibeles aparezca cubierta de banderas azulgranas y ¡horror!, catalanas.
¿Que hará la lideresa Esperanza Aguirre para paliar los efectos colaterales del canguelo cibelero que se ha instalado en los madriles? ¿ Capote torero? ¿Rebelión estilo tea party? ¿Prohibición urbi et orbi de manifestaciones de euforia deportiva? Atentos a la pantalla.