Presentación FORO MENORCA-ILLA DEL REI 12-agosto 2010
Cuando nos proponemos debatir sobre Menorca, lo primero que suele plantearse es el qué somos, dónde estamos, cómo nos vemos los menorquines, y qué diablos queremos, pero lo que quizás sea mucho más interesante, por aquello de la perspectiva, es cómo nos ven desde fuera y cómo nos ven personas con acreditado criterio y no menos probada querencia por la isla. Ante una pregunta semejante formulada sobre los franceses, Sir Winston Churchill dijo que “no los conocía a todos para poder opinar”. Algo así podrían contestar nuestros ponentes de hoy, menorquines de adopción todos ellos si les planteáramos un debate más o menos metafísico que incluso podría llegar a ser divertido, pero desgraciadamente no corren buenos tiempos para la lírica y la cruda realidad nos llama al orden.
Y la realidad habla, a 30 de julio de 2010 de 4910 personas desocupadas en Menorca según las cifras del SOIB ( Servei d’Ocupació de les Illes Balears), un 30% menos que en enero, pero un 10% más que el mismo mes del año anterior, y se augura un paro superior al 20% para después de la temporada. Como dato llamativo, el año pasado se contrataron 3.200 personas de fuera de la Isla, principalmente en la hostelería (el hecho de que estén contabilizados aquí los jugadores del Menorca Basket es curioso pero irrelevante). En la mayoría de los casos se contrataron por no encontrar en Menorca personas dispuestas a aceptar el trabajo o por no estar suficientemente cualificadas para desempeñarlo. Y esto sí que es relevante. Quizás sería interesante (y probablemente doloroso) investigar cuántos médicos menorquines trabajan en el hospital público, cuántos docentes isleños en nuestros colegios etc.
La sistemática ambigüedad de los menorquines frente al fenómeno turístico, convencidos de acabar imponiendo nuestro tradicional equilibrio (bisutería, calzado, industria láctea) dejando al turismo como mero complemento, una especie de chocolate del loro mirado siempre por encima del hombro, ha ido en paralelo con la degradación de los otros sectores productivos y un acomodamiento a los ingresos fáciles y al perverso abandono de la formación de los jóvenes, uno de los más graves problemas que tenemos sobre la mesa, por lo que significa de hipoteca sobre nuestro futuro.
Y el caso es que Menorca, a pesar de ser la isla mejor valorada como destino turístico, con un índice de 6.2 por 5.0 de las Pitiüssas y 5.9 de Mallorca, según la última encuesta de GADESO, sufre la crisis global más que sus islas hermanas, instaladas en una potente inercia, mientras los menorquines ven como empieza a moverse la tierra bajo sus pies. Según la misma encuesta, los puntos débiles del turismo en nuestra isla serían la temporada excesivamente corta, la escasa oferta al turismo familiar, la poca presencia de compañías de bajo coste, la excesiva dependencia del turismo británico y la falta de ofertas complementarias específicas.
¿Qué hay pues del futuro? Es indudablemente preocupante a corto y medio plazo, pero puede que, a largo plazo el grado de preservación de la isla, fruto de las políticas conservacionistas de los partidos progresistas (una de las paradojas más curiosas de los tiempos actuales: mientras los conservadores proponen políticas desarrollistas “sin complejos”, los progresistas implantan cautelas y moratorias sin fin ), nos confiere un plus de valor incalculable para hacer las cosas de otra manera de ahora en adelante, desechando el numantinismo suicida de quienes se oponen a cualquier cambio y la temeraria osadía del desarrollismo salvaje.
Pero para ello la sociedad civil, la tradicionalmente ponderada sociedad civil menorquina debe despertar de su letargo y ponerse manos a la obra. ¿Cómo? De eso nos proponemos tratar con nuestros invitados al Foro Illa del Rei.