JUEVES, 27
En el Cine-Club lidiando con La grande bellezza, el controvertido
film de Paolo Sorrentino, ganador del Oscar a la mejor película extranjera en
el último certamen. Y digo lidiando, porque cuando se han leído y escuchado
opiniones de peso absolutamente contrapuestas (“cataplasma enfática”, dijo de
ella nada menos que Javier Marías) sobre una película de dos horas y media, vas
ya un tanto apercibido, en guardia… ¿Y? Bueno, pues a pesar de su excesivo metraje, no dejo de
sonreír con las maldades del protagonista principal, que en ningún momento
parece tomarse en serio al personaje, dándole un carácter de auto parodia...
¿Enfática, engolada? Dicho lo
anterior, no me da esa impresión, aunque su escepticismo radical, su poso
nihilista y la edad del jove (¿llaman todavía así hoy día los
jóvenes mahoneses al protagonista de una película o habrá que incluirlo en un
libro de texto modalitario?), me dejan
un regusto de melancolía: después de tanta palabrería y gesticulación en la
vida… ¿Esto es todo lo que hay, sólo la tersa hermosura de unos pechos
juveniles? Y no digo que no.
VIERNES, 28
Si fuera uno de esos pétreos
defensores de la “legalidad constitucional” que esgrimen la Carta Magna como un
intimidante muro festoneado de concertinas, tan inamovible como los sagrados
principios del extinto (?) Movimiento Nacional, no sé si estaría muy contento
con la reciente sentencia del Tribunal Constitucional sobre el reto, desafío,
órdago, ¡golpe de Estado!… Cualquier cosa antes de llamarla “la cuestión
política catalana”, que es lo que es. No lo estaría porque la sentencia abre el
camino a la vía quebequesa, promulgada por el Tribunal Supremo de Canadá y a la que vengo apelando repetidamente como
única salida razonable al desafío, reto, órdago etcétera. No se reconoce el
derecho de secesión porque la soberanía reside en el conjunto del pueblo
español (o canadiense), efectivamente, pero sí sugiere que el Estado tiene que
dar salida política a una petición de consulta pacífica y democrática de una
parte de su territorio. Luego ya vendría, si se terciara, la reforma
constitucional, y las negociaciones sobre la forma de quedarse o irse. No
parece tan complicado si hay voluntad política.
SÁBADO, 29
Despedimos a Leire, neuróloga
competente y amiga por la vía maña.
Regresa a sus lares con su compañero Borja, anestesista y también zaragozano. Y
lo hacemos a la manera de allí es decir, con un aquelarre de tapas en C’an Pota regadas con un buen vino de
Somontano, mientras vemos bajar sa Costa
de sa Plaça a Savia Corema. Leire
está triste, diría que abatida, por abandonar una isla, un hábitat al que vino
reticente hace cuatro años y del que se va conmovida tras una perfecta
adaptación y la cosecha de un montón de amigos. Sus padres, que nos acompañan
en la ceremonia báquica, también andan algo apesadumbrados teniendo como tenían muy avanzada la consecución de la
ciudadanía mahonesa…
Otro aquelarre por la tarde, pero
esta vez de fútbol: sufro con el Barça pero un árbitro amable acude al rescate.
Del resto sólo retazos mientras leo la prensa, pero este Atlético admira y
asusta…
DOMINGO, 30
Termino “La niña gorda” ( Edit.
Páginas de Espuma), el libro recién horneado que me envía mi buena amiga Mercedes
Abad (¡cuántos y cuántos buenos e hilarantes momentos pasados en el Ateneo!),
en el que nos demuestra que las personas evolucionan poco, que la
infancia nos define para siempre jamás y que hay que tomárselo con filosofía.
Como hace la protagonista de su novelcuento
(no es novela ni cuentos más o menos hilvanados), una niña gorda a la que su
madre lleva al endocrino y se convierte en una adicta a las básculas
(desopilante la liberación final de su dictadura). A través de sus traumas la
vamos conociendo en toda su complejidad porque a Mercedes le sobra con cuatro brochazos para explicar a
sus criaturas o simplemente explicarse. Porque
no hace falta ser gordo o feo o minusválido deportivo para haber experimentado
todo tipo de complejos que, como esas
pilas de mentirijilla duran y duran… Y marcan nuestras vidas.
MARTES, 1
En Paris con mi secretaria. Sentados en el
legendario Café de Flore de la rive
gauche, me acuerdo que no he avisado a mi mujer. “Tranquilo, me contesta,
te irá bien, estabas un poco tenso últimamente…”
Luego me doy cuenta que es el dia d’enganar y vuelvo a llamarla: “Oye,
que nos vemos en La Murada para tomar
una tapita…” Idò.
MIÉRCOLES, 2
Rouco, avienta la guerra civil pero
se olvida de mencionar los cuarenta años de dictadura en una ceremonia católica
de Estado… ¿Aconfesional?
Shakira vilipendiada en las redes por su atrevimiento de cantar en catalán…
Escucho por algún lado que el avión malayo desaparecido podría
haber sido abatido para evitar otro 11-S…
Cierro los ojos y el Atlético de
Madrid aún está ahí…
Me tomo un tranquimazín y me voy a la cama.