No es que me produzca especial preocupación el hecho de que el presidente Bush deteste olímpicamente a su homónimo Zapatero y le ningunee internacionalmente, pero tampoco veo razones para que el jefe de gobierno español le meta el dedo en el ojo al norteamericano a la menor ocasión. Aunque hizo bien retirando nuestras tropas de Iraq, se pasó varios pueblos cuando, poco después, en Túnez llamaba a que nos imitara todo quisqui.
Ahora en México ha dado de nuevo rienda suelta a la demagogia cuando, con su verbo cautivadoramente "buenista" ha clamado contra "los muros que tratan de impedir el sueño de la gente a mejorar sus condiciones de vida", refiriéndose a la barrera de hormigón que los norteamericanos han edificado en Río Grande para impedir el acceso de inmigrantes mexicanos. ¿Y qué hacemos en Ceuta y Melilla, dilecto estadista?