Aprovechando una relación profesional con un significado jugador del Menorca Básket de la ACB, en plena pretemporada (preocupante por la ristra de derrotas) indagué sobre las posibilidades del equipo en la actual temporada.
-¿Cómo lo ves?-le pregunté a mi paciente.
-Depende de la química entre los nuevos y los veteranos, entre el grupo y el entrenador-me contestó sin vacilar.
-Pero…¿Qué sensaciones tienes?-insistí.
-La química, doctor, la química.
Y ahí lo dejamos. Luego he ido pensando en ello en algunas ocasiones, por ejemplo, viendo a mi Barça… o al Tottenham de Juande Ramos, por poner un ejemplo con mala pinta. ¡La química!, es decir, la empatía de grupo, el conectar anímicamente, minimizando recelos y tensiones, ¡la chispa!, que enciende un equipo, como aquel Real Zaragoza de los sesenta del pasado siglo (perdón por la batallita, les llamaban “Los Magníficos”) que, con cuatro saldos desechados por otros equipos, montó su abracadabra y cuajó, durante cinco o seis temporadas, uno de los mejores equipos que he visto a pie de césped…
¿Tiene buena química el Barça de Guardiola? Pues aún no lo sé pese a algunos resultados tan espectaculares como engañosos, como el 1-6 de Gijón o el loado 6-1 frente al Atlético en que todo rodó de maravilla desde el principio gracias a la inestimable ayuda de la singular siesta atlética. Penosos los partidos de Soria y frente al Rácing y no digamos el del Betis, con un equipo que perdió los papeles y un entrenador histérico en la banda que no hacía más que gesticular y ordenar cambios peregrinos. Me preocupan rasgos cruyffistas en Guardiola, esas alteraciones tácticas inexplicables como la última de la Champions en que finalmente se enderezó el entuerto gracias a la genialidad de su mejor elemento, y no a la química de grupo…
Había mencionado al Tottenham de Juande: ¿tiene otra explicación que la “mala química” su farolillo rojo en la Premier? La falta de sintonía entre los que estaban y los recién llegados, algunas ausencias significativas que a lo mejor “hacían grupo”. La química de mi amigo del básket, otra vez la química, la que desborda el equipo de Sir Alec Fergusson, más de veinte años en el Manchester United encadenando éxitos, allí está claro que el grupo funciona, tanto que ni siquiera ha creado excesivas tensiones el intento de fuga de su máxima figura Cristiano Ronaldo.
¿Y el Menorca Básket? Cuando vea de nuevo a mi paciente le diré que aquest any sí, que se ve una idea de equipo, ilusión, coraje. Le preguntaré de nuevo por la química para que me cuente algún experimento de laboratorio que corrobore mi intuición después el primer partido (obscenamente manipulado por los árbitros).
Y un estrambote físico-químico para terminar: los jugadores del Barça debieron ser sancionados ejemplarmente por sus carantoñas con los boixos nois en el desgraciado partido con el Espanyol. A esos energúmenos, ni agua, y mucho menos ofrecerles triunfos.
-¿Cómo lo ves?-le pregunté a mi paciente.
-Depende de la química entre los nuevos y los veteranos, entre el grupo y el entrenador-me contestó sin vacilar.
-Pero…¿Qué sensaciones tienes?-insistí.
-La química, doctor, la química.
Y ahí lo dejamos. Luego he ido pensando en ello en algunas ocasiones, por ejemplo, viendo a mi Barça… o al Tottenham de Juande Ramos, por poner un ejemplo con mala pinta. ¡La química!, es decir, la empatía de grupo, el conectar anímicamente, minimizando recelos y tensiones, ¡la chispa!, que enciende un equipo, como aquel Real Zaragoza de los sesenta del pasado siglo (perdón por la batallita, les llamaban “Los Magníficos”) que, con cuatro saldos desechados por otros equipos, montó su abracadabra y cuajó, durante cinco o seis temporadas, uno de los mejores equipos que he visto a pie de césped…
¿Tiene buena química el Barça de Guardiola? Pues aún no lo sé pese a algunos resultados tan espectaculares como engañosos, como el 1-6 de Gijón o el loado 6-1 frente al Atlético en que todo rodó de maravilla desde el principio gracias a la inestimable ayuda de la singular siesta atlética. Penosos los partidos de Soria y frente al Rácing y no digamos el del Betis, con un equipo que perdió los papeles y un entrenador histérico en la banda que no hacía más que gesticular y ordenar cambios peregrinos. Me preocupan rasgos cruyffistas en Guardiola, esas alteraciones tácticas inexplicables como la última de la Champions en que finalmente se enderezó el entuerto gracias a la genialidad de su mejor elemento, y no a la química de grupo…
Había mencionado al Tottenham de Juande: ¿tiene otra explicación que la “mala química” su farolillo rojo en la Premier? La falta de sintonía entre los que estaban y los recién llegados, algunas ausencias significativas que a lo mejor “hacían grupo”. La química de mi amigo del básket, otra vez la química, la que desborda el equipo de Sir Alec Fergusson, más de veinte años en el Manchester United encadenando éxitos, allí está claro que el grupo funciona, tanto que ni siquiera ha creado excesivas tensiones el intento de fuga de su máxima figura Cristiano Ronaldo.
¿Y el Menorca Básket? Cuando vea de nuevo a mi paciente le diré que aquest any sí, que se ve una idea de equipo, ilusión, coraje. Le preguntaré de nuevo por la química para que me cuente algún experimento de laboratorio que corrobore mi intuición después el primer partido (obscenamente manipulado por los árbitros).
Y un estrambote físico-químico para terminar: los jugadores del Barça debieron ser sancionados ejemplarmente por sus carantoñas con los boixos nois en el desgraciado partido con el Espanyol. A esos energúmenos, ni agua, y mucho menos ofrecerles triunfos.