Publicado en "Diario Menorca" el 14 Mayo
Pasado el sarampión comercial del Día del Libro con gran éxito de público y crítica, emerge de nuevo el agobio de una crisis, que no sólo es económica sino que afecta al modelo de sociedad y al propio concepto de Cultura que, en estos albores del siglo XXI, aparece enredado en la maraña del espectáculo, el entretenimiento o la llamada autenticidad de los reality televisivos. Por ello no es de extrañar que en la feria de abril los libros más vendidos sean aquellos de espectaculares argumentos (intrigas vaticanas o esotéricas aventuras de caballeros templarios, literatura conspirativa en pocas palabras, muy propia en tiempos agitados), concebidos como guión de cine, o los llamados libros de autoayuda escritos, por lo general, por charlatanes herederos de los antiguos chamanes o druidas.
Corren tiempos de consumo rápido (turboconsumismo los llama el filósofo francés Giles Lipovetsky), lecturas fragmentarias como series de televisión, mientras lo elaborado parece batirse en retirada ante el acoso de lo sencillo que, a veces se alía perversamente con lo políticamente correcto (afirmaba hace poco una escritora de literatura infantil que acabaremos sentando a Caperucita a tomar chocolate con el lobo o inventando ogros traumatizados que necesitan ayuda psicológica), mientras los libros comparten estanterías en las galerías comerciales con las compresas o los refrescos y los filósofos rivalizan con los predicadores radiofónicos… Así están las cosas.
Sin embargo, y sorprendentemente, el interés por el libro y la lectura no decrecen. Claro que no todos los que compran libros en Sant Jordi son lectores, pero el interés por acercarse a ese mundo es positivo, como lo es el fenómeno Harry Pooter ya que no se puede descartar que algunos de los niños que se han enganchado a la lectura del moderno Peter Pan acaben leyendo “La isla del tesoro” u “Oliver Twist”, y que alguien que ha empezado leyendo “El Código da Vinci” o “La sombra del viento” se acerquen un día a clásicos contemporáneos como Auster, Mc Ewan, Barnes, Rushdie o a escritores más próximos a nosotros como Manuel de Lope, Mercedes Abad o Cristina Fernández- Cubas, o sin ir tan lejos, a nuestros Ponç Pons o Diego Prado, quienes participarán en el ciclo que se inicia esta semana en el Ateneo bajo el epígrafe de “El oficio de escribir”.
Romperá el fuego (viernes 15 mayo 20 h) el escritor burgalés Manuel de Lope, un sólido y acreditado valor de la narrativa hispana que acaba de publicar la novela “Otras islas” (RBA editores), muy bien recibida por la crítica, y que viene precedido de una larga trayectoria en novela que se inició en 1978, durante su exilio francés, con “Albertina en el país de los garamantes”, siguió en 1981 con “El otoño del siglo”, “Madrid continental “(1987), “Bella en las tinieblas” (1997), “La sangre ajena” (2000). Su penúltima obra, “Iberia” son dos tomos de literatura de viaje por las tierras de España, con una amplia referencia a una Menorca que conoce bien por razones familiares.
El siguiente viernes será el alayorense Ponç Pons quien aportará su visión de un oficio para el que ha acuñado un término cargado de sentido, escriviure, presentado por la vocal del Ateneo Margarita Ballester, y por último los días 29 y 30 pondremos la guinda al pastel del festín con dos días seguidos de literatura de altos vuelos con dos autoras de reconocida trayectoria. Primero será Cristina Fernández Cubas, reciente ganadora del prestigioso premio Salambó, para cerrar el sábado una vieja conocida de los ateneístas, Mercedes Abad, quien acaba de publicar el libro de relatos “Media docena de robos y un par de mentiras”, acompañada en el estrado del Ateneo por el joven escritor mahonés, colaborador de Es Diari, Diego Prado, quien la presentará y dirigirá el coloquio.Todas las sesiones irán seguidas de coloquio por lo que los asistentes tendrán la oportunidad de debatir directamente con escritores de prestigio sobre el oficio de escribir en tiempos de la gripe audiovisual. Uno es de los que creen que, en soporte digital o en papel, siempre habrá buenos contadores de historias y lectores ávidos de reconstruirlas en sus cabezas gracias a la portentosa habilidad de la imaginación. ¿Literatura conspirativa y libros de autoayuda? Sí, pero también historias que nos hablen de nuestras difíciles relaciones con los demás, con el amor, con el sexo, el deseo y la frustración, en pocas palabras, narraciones que hablen de nosotros mismos a través de apreciaciones de congéneres especialmente sensibles. Un buen cuento o una novela elaborada (y no por ello necesariamente aburrida) pueden enseñarnos más que mil tratados filosóficos porque, al decir del notable escritor japonés Murakami, de lo que se trata en el relato es de “construir muros de realidad con ladrillos de mentiras”.
Corren tiempos de consumo rápido (turboconsumismo los llama el filósofo francés Giles Lipovetsky), lecturas fragmentarias como series de televisión, mientras lo elaborado parece batirse en retirada ante el acoso de lo sencillo que, a veces se alía perversamente con lo políticamente correcto (afirmaba hace poco una escritora de literatura infantil que acabaremos sentando a Caperucita a tomar chocolate con el lobo o inventando ogros traumatizados que necesitan ayuda psicológica), mientras los libros comparten estanterías en las galerías comerciales con las compresas o los refrescos y los filósofos rivalizan con los predicadores radiofónicos… Así están las cosas.
Sin embargo, y sorprendentemente, el interés por el libro y la lectura no decrecen. Claro que no todos los que compran libros en Sant Jordi son lectores, pero el interés por acercarse a ese mundo es positivo, como lo es el fenómeno Harry Pooter ya que no se puede descartar que algunos de los niños que se han enganchado a la lectura del moderno Peter Pan acaben leyendo “La isla del tesoro” u “Oliver Twist”, y que alguien que ha empezado leyendo “El Código da Vinci” o “La sombra del viento” se acerquen un día a clásicos contemporáneos como Auster, Mc Ewan, Barnes, Rushdie o a escritores más próximos a nosotros como Manuel de Lope, Mercedes Abad o Cristina Fernández- Cubas, o sin ir tan lejos, a nuestros Ponç Pons o Diego Prado, quienes participarán en el ciclo que se inicia esta semana en el Ateneo bajo el epígrafe de “El oficio de escribir”.
Romperá el fuego (viernes 15 mayo 20 h) el escritor burgalés Manuel de Lope, un sólido y acreditado valor de la narrativa hispana que acaba de publicar la novela “Otras islas” (RBA editores), muy bien recibida por la crítica, y que viene precedido de una larga trayectoria en novela que se inició en 1978, durante su exilio francés, con “Albertina en el país de los garamantes”, siguió en 1981 con “El otoño del siglo”, “Madrid continental “(1987), “Bella en las tinieblas” (1997), “La sangre ajena” (2000). Su penúltima obra, “Iberia” son dos tomos de literatura de viaje por las tierras de España, con una amplia referencia a una Menorca que conoce bien por razones familiares.
El siguiente viernes será el alayorense Ponç Pons quien aportará su visión de un oficio para el que ha acuñado un término cargado de sentido, escriviure, presentado por la vocal del Ateneo Margarita Ballester, y por último los días 29 y 30 pondremos la guinda al pastel del festín con dos días seguidos de literatura de altos vuelos con dos autoras de reconocida trayectoria. Primero será Cristina Fernández Cubas, reciente ganadora del prestigioso premio Salambó, para cerrar el sábado una vieja conocida de los ateneístas, Mercedes Abad, quien acaba de publicar el libro de relatos “Media docena de robos y un par de mentiras”, acompañada en el estrado del Ateneo por el joven escritor mahonés, colaborador de Es Diari, Diego Prado, quien la presentará y dirigirá el coloquio.Todas las sesiones irán seguidas de coloquio por lo que los asistentes tendrán la oportunidad de debatir directamente con escritores de prestigio sobre el oficio de escribir en tiempos de la gripe audiovisual. Uno es de los que creen que, en soporte digital o en papel, siempre habrá buenos contadores de historias y lectores ávidos de reconstruirlas en sus cabezas gracias a la portentosa habilidad de la imaginación. ¿Literatura conspirativa y libros de autoayuda? Sí, pero también historias que nos hablen de nuestras difíciles relaciones con los demás, con el amor, con el sexo, el deseo y la frustración, en pocas palabras, narraciones que hablen de nosotros mismos a través de apreciaciones de congéneres especialmente sensibles. Un buen cuento o una novela elaborada (y no por ello necesariamente aburrida) pueden enseñarnos más que mil tratados filosóficos porque, al decir del notable escritor japonés Murakami, de lo que se trata en el relato es de “construir muros de realidad con ladrillos de mentiras”.