El lamentable episodio de la guerra de Iraq, aún inconcluso, pareció poner de manifiesto las profundas discrepancias entre Norteamérica, Marte guerrera realista, y Europa, Venus pacificadora ingenua, según la terminología acuñada por los think tanks conservadores del otro lado del Atlántico, patrocinadores entonces de la eufemísticamente denominada por el neocon español José Mª Aznar como “política sin complejos”, cuyos éxitos más rutilantes han sido la propia guerra y la implosión de la economía libérrima, santo y seña de su ideología.
En un debate de aquellos tiempos no tan lejanos, publicado recientemente (“Los latidos del mundo” Amorrortu Editores), Peter Sloterdijk y Alan Finkielkraut, discuten al respecto: “El sujeto moderno, afirma PS es precisamente aquel que acepta la castración simbólica y deposita sus armas en la entrada del templo de la democracia, como los fieles depositan su calzado a la entrada de la mezquita”, lo que matiza AF, “Resulta difícil elegir entre la arrogancia vengativa del poder norteamericano y la pretensión sermoneadora de la Europa apática…”
Los tiempos han cambiado desde entonces y podríamos decir que Norteamérica, con Obama ha orbitado en dirección a Venus, abandonando esa “arrogancia vengativa” de la que nos habla Finkielkraut, hasta el punto, puesto de manifiesto en la actual crisis iraní, de pecar de timorato ( hasta ayer mismo, días después de la muerte de la estudiante, no ha mostrado el presidente americano su “horror e indignación”), para que no se le descomponga el puzzle laboriosamente edificado alrededor de la cuestión palestina. Irán, es efectivamente la actual piedra de toque de la diplomacia internacional tras la conversión norteamericana al buenismo; lo era antes del fraude electoral, pero ahora, con la espiral de violencia desencadenada, se ha convertido en una cuestión urgente, capital para la evolución de la sísmica zona.
¿Y Europa?, ¿dónde está su otrora feraz progresía que supo plantar cara al ogro neocon con furia en las calles?, ¿dónde la contestación de su clase política al atentado ciudadano que ha perpetrado el régimen de los ayatolas?, ¿por qué calla Europa?... ¿Por qué se abstienen los europeos en sus elecciones? Quizá porque Europa no haya acometido aún su segunda revolución pendiente, tras la que supuso la separación Iglesia-estado. ¿Para cuándo la Europa que separe política y nacionalismo?, ¿para cuándo una Europa post nacional capaz de hablar con una sola voz y de plantar cara a las satrapías?
En un debate de aquellos tiempos no tan lejanos, publicado recientemente (“Los latidos del mundo” Amorrortu Editores), Peter Sloterdijk y Alan Finkielkraut, discuten al respecto: “El sujeto moderno, afirma PS es precisamente aquel que acepta la castración simbólica y deposita sus armas en la entrada del templo de la democracia, como los fieles depositan su calzado a la entrada de la mezquita”, lo que matiza AF, “Resulta difícil elegir entre la arrogancia vengativa del poder norteamericano y la pretensión sermoneadora de la Europa apática…”
Los tiempos han cambiado desde entonces y podríamos decir que Norteamérica, con Obama ha orbitado en dirección a Venus, abandonando esa “arrogancia vengativa” de la que nos habla Finkielkraut, hasta el punto, puesto de manifiesto en la actual crisis iraní, de pecar de timorato ( hasta ayer mismo, días después de la muerte de la estudiante, no ha mostrado el presidente americano su “horror e indignación”), para que no se le descomponga el puzzle laboriosamente edificado alrededor de la cuestión palestina. Irán, es efectivamente la actual piedra de toque de la diplomacia internacional tras la conversión norteamericana al buenismo; lo era antes del fraude electoral, pero ahora, con la espiral de violencia desencadenada, se ha convertido en una cuestión urgente, capital para la evolución de la sísmica zona.
¿Y Europa?, ¿dónde está su otrora feraz progresía que supo plantar cara al ogro neocon con furia en las calles?, ¿dónde la contestación de su clase política al atentado ciudadano que ha perpetrado el régimen de los ayatolas?, ¿por qué calla Europa?... ¿Por qué se abstienen los europeos en sus elecciones? Quizá porque Europa no haya acometido aún su segunda revolución pendiente, tras la que supuso la separación Iglesia-estado. ¿Para cuándo la Europa que separe política y nacionalismo?, ¿para cuándo una Europa post nacional capaz de hablar con una sola voz y de plantar cara a las satrapías?