No en vano decía Aristóteles que incluso las cosas buenas tenían efectos perjudiciales si se tomaban en exceso. Mi “aristotelómetro” particular, que ya había oscilado más de la cuenta cuando el 2-6 del Bernabéu-aquella descomunal orgía por fuerza tenía que dejar secuelas-, aceleró peligrosamente su vaivén a raíz de la final de Copa en Valencia por el evidente exceso de juego y goles, para acabar frenéticamente cual danza giróvaga en Roma tras el festín con el Manchester, en quien las fuerzas vivas tenían puestas fundadas esperanzas de que acabara de una vez por todas con los delirios de grandeza de un subalterno de la historia como el Barça.
Sabía que tanto exceso pasaría factura. Y es que los guardianes de la moral tradicional siempre están al acecho de las desviaciones. Este país tiene sus normas no escritas y una de ellas es la ancestral hegemonía del club blanco que solamente cede ocasionales y pequeñas parcelas de poder para dar apariencia de normalidad, ya que como es sabido, un referéndum con el 100% de papeletas a favor no resulta creíble. Pero claro de eso a pasarles por encima en su propio templo y que te permitas enseñorearte de Europa entre rendidas muestras de admirado vasallaje, va un mundo. Cuando leí los titulares de los periódicos extranjeros tras la Champions supe que la respuesta del coloso sería demoledora.
Bueno, pues ya la tenemos. El Imperio siempre contraataca y con él ha vuelto su druida más venerado, para poner orden y volver a “dejar las cosas en su sitio”. Para ello ha echado mano de su peculiar poción mágica capaz de fabricar líquido en tiempos gaseosos e iniciar la reconquista entre el incienso aventado por intelectuales orgánicos que se encargan de las coartadas retóricas (“Lo de Florentino será una superproducción”, “Cristiano es una postal futbolística” etc.) y medios afines (la gran mayoría), que no dudan en utilizar teorías económicas anticíclicas para justificar el compulsivo aquelarre que “vuelva a dejar las cosas en su sitio”. De momento ya han conseguido el primer objetivo: que el triplete sea ya una historia tan rancia como las Copas de Europa en blanco y negro y que no se hable más que de ellos.
En fin, Pep, buena la has organizado. Ya me lo decían en Mestalla el día de la final de Copa unos vascos cariacontecidos: la avaricia rompe el saco, amigos. Y es que Pep no se ha dado cuenta de que los culés tenemos suficiente con una Copa cada tres añitos, una Liga cada cinco y una champions cada diez, algo modesto para no incordiar al león dormido. Pep se ha pasado varios pueblos y ahora lo pagaremos caro. Por lo menos en paliza mediática. No habrá quien los aguante. Otra cosa es que ganen, que está por ver.
Sabía que tanto exceso pasaría factura. Y es que los guardianes de la moral tradicional siempre están al acecho de las desviaciones. Este país tiene sus normas no escritas y una de ellas es la ancestral hegemonía del club blanco que solamente cede ocasionales y pequeñas parcelas de poder para dar apariencia de normalidad, ya que como es sabido, un referéndum con el 100% de papeletas a favor no resulta creíble. Pero claro de eso a pasarles por encima en su propio templo y que te permitas enseñorearte de Europa entre rendidas muestras de admirado vasallaje, va un mundo. Cuando leí los titulares de los periódicos extranjeros tras la Champions supe que la respuesta del coloso sería demoledora.
Bueno, pues ya la tenemos. El Imperio siempre contraataca y con él ha vuelto su druida más venerado, para poner orden y volver a “dejar las cosas en su sitio”. Para ello ha echado mano de su peculiar poción mágica capaz de fabricar líquido en tiempos gaseosos e iniciar la reconquista entre el incienso aventado por intelectuales orgánicos que se encargan de las coartadas retóricas (“Lo de Florentino será una superproducción”, “Cristiano es una postal futbolística” etc.) y medios afines (la gran mayoría), que no dudan en utilizar teorías económicas anticíclicas para justificar el compulsivo aquelarre que “vuelva a dejar las cosas en su sitio”. De momento ya han conseguido el primer objetivo: que el triplete sea ya una historia tan rancia como las Copas de Europa en blanco y negro y que no se hable más que de ellos.
En fin, Pep, buena la has organizado. Ya me lo decían en Mestalla el día de la final de Copa unos vascos cariacontecidos: la avaricia rompe el saco, amigos. Y es que Pep no se ha dado cuenta de que los culés tenemos suficiente con una Copa cada tres añitos, una Liga cada cinco y una champions cada diez, algo modesto para no incordiar al león dormido. Pep se ha pasado varios pueblos y ahora lo pagaremos caro. Por lo menos en paliza mediática. No habrá quien los aguante. Otra cosa es que ganen, que está por ver.