A la vuelta de un garbeo parisino me encuentro, como no podía ser menos en nuestro país de países, con la política en llamas y con los diferentes chanchullos en ebullición. Corramos un tupido velo. En París se hablaba también mucho del affaire del hijo de Sarkoszy, pero también del aniversario de la torre Eiffel ( estaba hermosa por las noches con sus luces multicolores y su foco móvil) y también del cincuenta aniversario de Asterix y Obelix ( Uderzo firmaba ejemplares en los Campos Elíseos pero la cola era disuasoria ), y del concierto de Paco Ibáñez. Había también una exposición Vermmer-Rembrandt en la Pinacoteca Nacional, al lado de Chez Fauchon , la tienda gastronómica por excelencia ( ni que decir tiene que ante la aglomeración de amantes de la pintura optamos por entrar en Fauchon a comprar unos quesos ).
Da gusto reencontrarse con los bouquinistas y sus reliquias librescas en las orillas del Sena, comprobar que existe todavía la antiquísma Librería Shakespeare, y por supuesto los míticos cafés Flore y Les Deux Magôts, donde Sartre, Beauvoir y compañía calentaban la cabeza y otras cosas a los jóvenes, explorar a su vera la mítica librería La Hue, donde uno testifica la incesante vitalidad ensayística francesa... Y last but not least, volver a L' Ecluse, legendario "bar au vins", donde antes de una sesión de jazz en el Caveau de la Huchette, en plena Rive Gauche todo ello, tomarse "un peu du tout" en quesos, acompañado de una selección de vinos bordeleses, a un precio razonable . Montmartre, actual parque temático es absolutamente prescindible. Nada que ver con los años sesenta.
En fin, un relajo estimulante para enfrentarse a la realidad verdaderamente existente.