viernes, junio 25, 2010

Crucifijos

Los obispos españoles nos alertan de los peligros que nos acechan si retiramos los crucifijos de los colegios. Se perderán los referentes tradicionales, los valores, nuestra esencia poco menos, vienen a decirnos. Pues miren, no, con todos mis respetos. El colegio público (el concertado nutrido por fondos públicos, también) debe ser un espacio ideológicamente neutral, un lugar de encuentro entre chicos de todas las ideologías y religiones familiares donde se les enseñe que hay, que puede haber un espacio común donde entenderse. Una especie de ágora donde puedan relativizarse los variopintos prejuicios de los progenitores y los niños aprendan a tolerar posturas distintas a la suya no como quien aguanta un zumbido molesto sino partiendo de la base que pueden albergar parte de razón.
En lugar de crucifijos, tirabuzones o velos sería mejor empapelar las paredes de los colegios con periódicos de todas las tendencias para aprender a confrontar las opiniones (no todas son respetables, sólo las personas que las emiten) y convertirlas en criterio (experiencia+estudio) que es un nivel superior de los valores deliberativos. Los crucifijos son sólo parte de la verdad por muy arraigados que estén entre nosotros y por tanto no pueden imponerse como símbolo universal.