Publicado en "Diario Menorca" el lunes 19 de Julio
15-VII-10
Todavía en plena resaca del aquelarre futbolístico del siglo pasado y el actual, ¡bendita e inocente alegría en tiempos de vacas flacas!, leo en Es Diari una carta de una visitante que se pregunta qué han hecho los catalanes para ser tan mal recibidos por estos lares. Aunque no es una actitud generalizada, ni mucho menos, no es difícil de averiguar su origen: los catalanes no se conforman con un “sano regionalismo ” y se empeñan en ser nación, invocando no sólo derechos históricos sino una patente voluntad de serlo y contraviniendo los imperecederos designios de La Única e Indisoluble Nación. Pretenden también que su simpático “dialecto” (ese que algunos castellanos de rancio abolengo hablan en la intimidad) sea lengua preferente en su comunidad como ocurre en Suiza, Canadá, Finlandia o Bélgica y, por si fuera poca osadía, atribuyen a la escuela del Barça el triunfo de La Roja ignorando el mucho más decisivo papel de la batuta de un salmantino y las paradas de un chaval de Móstoles… ¿Le parece tolerable tamaña desfachatez?
Lo que subyace, amiga, es la reticencia más antigua de los humanos, la prevención hacia el diferente, que en ocasiones se convierte en auténtica fobia.Y,a veces, en un auténtico deporte nacional. Disfrute de Menorca y no les haga demasiado caso.
16-VII-10
La autoridad competente, civil por supuesto, acaba de perpetrar el último atentado a la libertad acústica con la autorización del uso de móviles en los aviones. Primero se cargaron la mística de los trenes, esos ciempiés rodantes que, además de llevarnos de un lado a otro, nos proporcionaban unas horas de paz en las que observar el paisaje deslizante, echar una cabezadita o ¡leer un libro!, y ahora le ha llegado la hora al último reducto del silencio utópico, los aviones. Se acabó la perspectiva de un viaje de un par de horas a una ciudad europea con un libro aplazado para la ocasión. En lugar de ello, oiremos las apasionantes impresiones del vecino explicándole a su mujer que se acaba de tomar un suculento bocata de chorizo (con suerte, sin hediondos regüeldos) y que tiene unas ganas locas de verla, o las imperiosas instrucciones del ejecutivo agresivo a sus subalternos. No somos nadie y menos aún los que reivindicamos derecho al silencio en un mundo que no lo soporta.
18-VII-09
Leo la crónica mallorquina de Andreu Manresa en El País sobre las tropelías de Jaume Matas y sus acólitos y me veo en la obligación de emitir un aviso para navegantes no avezados: Menorca is not Mallorca. Aquí no tenemos munarquías absolutas, suburbanos inundados, comisiones enterradas en latas de colacao, velódromos Dubai style, palacetes a precio de saldo ni mucho menos procesiones al Juzgado de políticos esposados. Seguro que los menorquines no somos unos angelitos pero subsiste un cierto pudor. ¿Herencia inglesa, quizás?