Puntualizaciones imprescindibles para continuar el diálogo con mis contertulios cibernéticos:
-Como dice Fernando Savater no es lo mismo tener apéndice que padecer apendicitis. Sí, reitero mi incapacidad genética para albergar sentimientos nacionalistas, lo cual no me impide comprenderlos en los demás, sean catalanistas aspirantes a tener Estado propio como españolistas partidarios de la Indisoluble Unidad.
-Aunque a mí me parezca más conveniente que España continúe como está, que me lo parece, en estricta puridad democrática no tengo nada que oponer a que los catalanes aspiren incluso a la independencia siempre que respeten los procedimientos democráticos. Y para ello hay que referirse de nuevo a la jurisprudencia, no a la de La Haya en el tema de Kosovo sino a la del Tribunal Supremo del Canadá en el asunto Quebec. A saber: Si una parte del estado quiere separarse, debe ser a través de un referéndum, con una pregunta clara ( sí o no, básicamente, nada de etéreos derechos metafísicos), una mayoría suficiente ( ¿alrededor del 60%?), una negociación con el resto del Estado sobre el "reparto de muebles" y garantías sobre el respeto a los derechos de las minorías contrarias a la secesión. Este proceso me parecería mucho más razonable que las ocho apelaciones voluntaristas a la indisoluble unidad de la Nación española que ha esgrimido como un ariete jurídico el Tribunal Constitucional español en una sentencia mucho más política que jurídica.
-En esto de los nacionalismos resulta cansino observar como se empecinan algunos en ver la mota en el ojo ajeno y hacer caso omiso a la viga en el propio.
-Una última precisión (también ya cansina): en su momento, creo que viene recogido en mi libro "Inventario de perplejidades", dije que se hubieran tenido que aplazar las elecciones a raíz del infausto 11-M.