domingo, agosto 31, 2014

El ruidoso sueño americano: Nueva York (3) De una misa Gospela a la cabalgata del orgullo Gay

         Reanudo mis notas de viaje el día de San Pedro, domingo, melancólico por las felicísimas  onomásticas de mi infancia, compartidas con mi padre. Hoy la fiesta está en la calle, con el día del Orgullo Gay, pero nuestro día empieza antes. Siguiendo el prontuario del turista convencional hoy toca misa con gospel en Harlem que, al contrario que hace veinticinco años en que te aconsejaban no bajarte del coche, hoy día ofrece un aspecto pacífico, limpio y acogedor, más sosegado que el resto de Manhattan. Desistimos de entrar en la iglesia aconsejada intimidados por una cola de turistas que rodea la manzana sometida a un sol de justicia y  a la vocinglera arenga de un funcionario (¿sacristán?) de la que sólo entiendo que hay varias misas a lo largo del día y que Dios proveerá.



              Y efectivamente Dios provee porque en nuestro decepcionado deambular por Harlem damos con   una pequeña iglesia de barrio, St.Philips, echamos una ojeada a los preparativos y nos dejamos seducir por su aspecto familiar. Esperando el gospel  asistimos a una misa, en la que somos los únicos blancos, muy parecida al rito católico pero que cambia sorprendentemente cuando en los aledaños de nuestro banco surge una voz tan contundente como compungida en lo parece y es una conmovedora confesión pública de pecados. Por un momento temo que nos interpelen al respecto, pero no, se acercan a los despistados turistas para desearnos la paz y hacernos partícipes de su agradecimiento y felicidad por nuestra respetuosa asistencia. You are welcome, nos repiten.

           Pronto resuenan los emotivos himnos de gospel entre palmadas y bailoteos que compartimos con más ganas que maña y cuando vuelve el recogimiento, una señora en silla de ruedas se vuelve hacia el turista-blanco-calvo y, en un inglés apenas inteligible y me pregunta si queremos comulgar y que estaría muy complacida de introducirnos… Como no pretendo incomodar ni caer en la impostura le digo que “no estamos preparados” (we are no ready, igual no me ha entendido), ella parece desistir, pero se vuelve de nuevo con la sonrisa en la boca esperando que haya rectificado mi, para ella, absurda decisión. Le devuelvo la sonrisa, callo y optamos por una retirada estratégica sin levantar la vida en el suelo. Vuelvo a sentirme pecador como en los tiempos en que celebraba las onomásticas de San Pedro, pero aquí tendría que confesarme delante de todos ¡incluida mi mujer!… 
 

               Pero Nueva York es también una feria de contrastes, y al llegar a Central Park para rendir homenaje al memorial John Lennon frente al edificio Dakota donde fue asesinado (el beatle está muy presente en la memoria histórica del neoyorquino y sus visitantes), nos topamos con la macro cabalgata del llamado Orgullo Gay multicolor, extravagante y ruidosa, cuya caravana empieza a estirarse. Logramos evadirnos de este primer encuentro y comer en Columbus Avenue, cerca del imprescindible Lincoln Center, donde tantas veces, en su Metropolitan Opera House ha cantado triunfalmente nuestro admirado Joan Pons, y cuyo complejo es un prodigio arquitectónico que vale la pena recorrer con calma.
 

           No tenemos la misma suerte por la tarde cuando intentamos volver a nuestro hotel del Soho, un moderno y un  tanto alternativo establecimiento donde somos las únicas reliquias del pasado y cuyo  looby entra en efervescencia por la noche con riadas de gente guapa tomando copas, sin que el ruido llegue a los aposentos de los jurásicos huéspedes provenientes de una minúscula isla mediterránea.  Pues acceder al  Soho Gran Hotel se convierte en misión imposible, porque el caos ocasionado por la cabalgata ciega todos los accesos incluso para los peatones. No nos queda otra que observar el estrafalario cortejo de gentes pintarrajeadas y semidesnudas, y así lo hacemos, entre divertidos  por  el insólito espectáculo, un sinfín de carrozas, y molestos por el colapso que  impide el reposo de los viejos guerreros. En España lo hacemos  por procesiones religiosas y en la gran manzana neoyorquina por un desfile de ese poder emergente (económico por lo menos) que es el mundo gay…

         En medio del caos me acuerdo del e-mail que le he enviado  por la mañana a Ponç Pons:

        Llegir-te a Nueva York: una figuera entre gratacels.

        Y es que, cautivo y agotado en medio del caos que es hoy  Greenwich Village daría mi reino por ver una figuera o un ullastre…