Publicado "Diario Menorca" sábado 4 de Agosto 2007
Tras leer y escuchar todo tipo de reacciones al affaire de la revista satírica “El Jueves”, indignadas muchas por la indiscutible zafiedad del chistecito de marras, demagógico-empalagosas otras, invocando la intangible libertad de expresión etcétera, me quedo con el maestro Vargas Llosa: “La extraordinaria libertad de que gozan las sociedades abiertas, como España, les ha traído innumerables beneficios, y por eso hay que defenderla con uñas y dientes, pero a sabiendas de que hay que pagar por ello, también, un precio elevado; por ejemplo, que desaparezcan la respetabilidad, la privacidad y las buenas formas en el mundo de la información.”
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Dictamen aplicable por otra parte a nuestra encrucijada turística: queremos sus beneficios pero no sus inconvenientes, y esta es la causa principal de la pertinaz indefinición del modelo menorquín, aunque después de una reciente visita a Ibiza, uno se queda con la duda de si una pizca de ambigüedad es tan mala.
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Más cuadraturas del círculo: queremos vivir a tope, tener casa propia, no pasar calor en verano, ni frío en invierno, desplazarnos a destajo por tierra mar y aire, y nos rasgamos las vestiduras ante el estrés, las subidas de las hipotecas, los apagones, los retrasos de los aviones, la masificación en los destinos turísticos soñados, la inseguridad...¡¡Responsabilidades!!, ¡¡culpables!! ¿qué hace el Gobierno? Somos niños consentidos y gruñones que llamamos continuamente al primo Zumosol... Al que tampoco queremos pagarle los impuestos correspondientes a su servicio público..
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La economía va bien, de coña, mejor que nunca, dice el gobierno. Mucha, muchísima gente no puede llegar a fin de mes, nos expone un tertuliano en la Explanada. Salgo a cenar a la madre de todos los puertos y, mientras tomo una frugal escalivada, me veo rodeado por una legión de chupadores de patas de langosta. Al día siguiente veo cómo viven unos inmigrantes... ¿Idò?
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También queremos comer buenos pescados a la espalda, a la sal o al horno. Depredamos nuestros mares con pesca abusiva, aumentamos la temperatura del mar con nuestras emisiones tóxicas... y no queremos medusas. En fin, ya lo apunté en otra ocasión: sólo si logramos poner de moda una caldereta de estos viscosos celentéreos puede salvarse la temporada de baños. O un vol au vent de medusa desestructurada con un toque de camamil.la. O bien dejar de jorobar al planeta.
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Por prescripción facultativa sólo puedo abandonar el ullastre para alguna matineé tenística, y para ver deuvedés de Thierry Henry. Sus añosas ramas repelen las tertulias radiofónicas, especialmente las ultramontanas, tipo desmoronamiento de España y asignaturas malignas, sólo aceptan a Miles Davis y Charlie Parker, a Ella Fitzgerald y Nat K. Cole y charlas sobre libros, viajes, mujeres o las dos champions seguidas que va a ganar el Barça. Lecturas, únicamente clásicos como las tragedias de Shakespeare, que bajo el bisbiseo de las hojas producen un delicioso efecto hipnótico...
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Mô, la sirenita del Puerto utiliza su línea directa con el ullastre para comunicarme que ha pedido hora en el diván del psicoanalista, desconcertada como se encuentra a causa del banderón rojigualdo que ondean en un balcón, a sus espaldas. ¿Pero no éramos reserva espiritual dels Païssos Catalans?, me pregunta. Como no le convence lo que le digo de la Liga del Real Madrid, los triunfos automovilísticos de Alonso, y la globalización, le dejo el teléfono de Tomeu Febrer, concejal de la cosa identidaria. A ver cómo se lo explica.