sábado, octubre 13, 2007

Ardua tarea

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 13 de Octubre
La verdad es que no sé por dónde empezar, o lo que es lo mismo, cómo hincarle el diente a una realidad, que se escabulle como una pastilla de jabón después de un corto viaje mediterráneo y unos meses de evasión intelectual bajo el ullastre, esta vez en compañía de don Marcel Proust, con quien he buscado gozosamente el tiempo perdido. Tampoco puedo echar mano del tópico de la “rentreé” y sus diversos lugares comunes porque un día nos juramentamos con Tomeu Gili y el inolvidable Miquel Vanrell para no utilizarlo en las aperturas de curso (uno de mis primeros artículos en Es Diari a los quince añitos se titulaba “Retorno a la normalidad”, uff), y mucho menos quiero entrar al trapo de las concurrentes y minoritarias descalificaciones de la Monarquía por parte de extremistas de izquierda y de derecha ( con las juventudes de ERC y el inefable e incombustible Federico al frente).
Así que lo tengo realmente crudo para llevar a cabo un análisis concreto de la realidad concreta, máxime si desayuno todos los días con diferentes versiones del Apocalipsis, que, asilvestradas emisoras aparte, incluso invaden páginas normalmente tan cautas como la de mi querido e imprescindible Diari . Además está mi blog cuya parcela he seguido labrando durante el verano, y en la que menudean los prejuicios, eslóganes y algún que otro exabrupto, amparado en el anonimato o en el paraguas colectivo de los ya numerosos blogs ciberfachas. Es como si una plaga de alérgicos a la reflexión sosegada y fundamentada, expertos en falacias de todo tipo, se hubiese adueñado de los medios en esta agitada legislatura bajo un gobierno errático que se encontró con un poder que no esperaba, y una oposición histérica que no acaba de digerir su derrota electoral.
Los asuntos que han suscitado mayor debate en mi blog han sido los identitarios, en clara correspondencia con lo que se vive en la calle en que la gente se muestra sumamente entretenida lanzándose patrias a la cabeza. Un día escribí al respecto que, salvo improbables reencarnaciones, yo ya no vería una solución, si la hay, al feliz encaje democrático de Catalunya y Euskadi en España o a su eventual salida y, aunque me costó una torrentera de descalificaciones cibernéticas, me mantengo en ello. La ensalzada Transición parecía que lo acabaría consiguiendo, pero el café para todos, es decir una autonomía igual para todas las regiones españolas no colma, treinta años después, las aspiraciones de buena parte de los ciudadanos de aquellas nacionalidades, ¿naciones? Esto es así, y aunque todo sería mucho más fácil (operativo, se dice ahora) si tuviéramos el sentido nacional de los franceses, todos ellos orgullosos de su francesidad, la realidad es tozuda, y por si fuera poco, confundimos demasiadas veces Estado (entramado legislativo-ejecutivo-judicial asumible por cualquier ciudadano demócrata), con Nación (un sentimiento que no puede imponerse y que en nuestro país-Estado es diverso y multiforme, como en Bélgica, Canadá o incluso Gran Bretaña) y ahí está el funesto equívoco, origen de tanta zozobra.
En cuanto a nuestra querida isla y su interminable debate turístico ¿quiénes somos, qué turismo queremos?, creo que urge un gran pacto de Estado menorquín sobre infraestructuras y transportes para dejar de tirarnos diques, autopistas y compañías aéreas a la cabeza. Debate técnico y soluciones técnicas auspiciadas por la Administración, con Joana al frente, y consensuadas entre partidos e instituciones cívicas, normas urbanísticas claras, de ejecución sencilla y transparente( sin seguridad jurídica no hay inversiones) y lo demás, las tareas de modelo turístico y promoción dejarlo en manos de la sociedad civil, que ya se ocupará de explotar la singularidad de una situación geográfica privilegiada, a dos horas escasas de las capitales europeas, su acusada personalidad cultural, su proverbial seguridad, sus playas incomparables (acabo de estar en Portofino, paraíso de la jet internacional, y aún no sé dónde toman sus baños de mar), su museo arqueológico al aire libre…
¡Quina feinada!