No parece científicamente muy discutible la tesis de Al Gore sobre el cambio climático y sus consecuencias sobre el medio ambiente, aunque de ninguna manera deba tomarse como dogma de fe. Una cosa es discutir algunos aspectos, que debe hacerse y sin duda se hará, entre la comunidad científica, y otra muy distinta soltar patochadas de tertulia de barra de bar por parte de un líder político que aspira a gobernar un país de la UE.
Pero también hay aspectos de la cuestión que mueven a la sonrisa irónica, como la misma parafernalia de Al Gore, con su ejército de guardaespaldas, su jet privado, la ausencia de prensa en sus conferencias y los 200.000 euros del ala de su cachet. ¿Y qué me dicen de su audiencia? Hoteleros, constructores, promotores turísticos, y otras especies expertas en la protección del medio ambiente y capaces de pagar una cena, o lo que fuere, de 200.000 pelas. Mundo de paradojas, éste.