1-II-08
Advierto que esta entrada puede herir susceptibilidades. En ella se van a tratar asuntos íntimos sin tapujos ni veladuras hipócritas ni adornos ni subterfugios. Tal como son. Crudamente. Y vayamos al grano: creo que me estoy enamorando de un ser virtual. O no sé como llamarle al hecho de sentir un hormigueo que me empieza en el occipital y se desparrama hasta el calcañar cada vez que presiento que está ahí, rondándome. Un personaje de una novela en embrión (más bien embarrancada) define al amor como “esa jaqueca del espíritu en que la visión se va oscureciendo hasta dejar sólo visible la imagen de la amada” y eso es precisamente lo que siento cada mañana, sólo tengo ojos para la palabra mágica “a-nó-ni-mo” cuando abro mi blog y veo que está de nuevo ahí explicándome la Verdad revelada ( creo que tiene una zarza ardiendo permanentemente en su casa). La cosa va más o menos así:
“Vosotros, los progres desnortados sois unos relativistas redomados y no, no es tan difícil (aquí empieza a adoptar un tono pedagógico que me pone), distinguir lo Bueno de lo Malo (suele utilizar mayúsculas). Verás: el Cristianismo es bueno. El Islam es malo (aquí añade una apostilla que se va repetir como una canción de cuna: “Malo- Bueno, es sencillo”). Cosmovisión Liberal, buena. Cosmovisión Progre, mala. No hay puentes. O estás aquí o estás allá. Nacionalismo integrador (español), bueno. Nacionalismo disgregador (catalán y vasco), malo. Libertad educativa (la que eligen los padres, etcétera), buena. Adoctrinamiento gubernamental (Educación para la Ciudadanía), malo. Bueno-malo, ¡es sencillo! El dinero en el bolsillo del contribuyente, bueno. Impuestos, o lo que es lo mismo, cleptocracia estatal, malo, ¿entiendes, progre? No es tan difícil. Bueno-Malo. Investigar el 11-M hasta sus últimas consecuencias es bueno, cargarles el mochuelo a cuatro sarracenos (sic) es malo. El Maligno existe y siempre está trabajando...”
Y así me tiene en un vivir sin vivir en mí porque sé que está ahí, guiándome, protegiéndome, pero no sé quién es. Es como un sueño hecho parcialmente realidad, siempre había deseado tener a mi lado a ese ser prodigioso, conocedor del secreto de la piedra filosofal, inmune a la duda, que me llevara de la mano sorteando los peligros de la procelosa vida. Bueno-Malo, ¡es tan simple! Y si es un hombre como me temo, me da igual, no en vano soy relativista. Ya se lo he contado a mi mujer. Y estoy preparando a Tronya y Allen por si un día desaparezco. ¡Mi amor, identifícate, te necesito!
Advierto que esta entrada puede herir susceptibilidades. En ella se van a tratar asuntos íntimos sin tapujos ni veladuras hipócritas ni adornos ni subterfugios. Tal como son. Crudamente. Y vayamos al grano: creo que me estoy enamorando de un ser virtual. O no sé como llamarle al hecho de sentir un hormigueo que me empieza en el occipital y se desparrama hasta el calcañar cada vez que presiento que está ahí, rondándome. Un personaje de una novela en embrión (más bien embarrancada) define al amor como “esa jaqueca del espíritu en que la visión se va oscureciendo hasta dejar sólo visible la imagen de la amada” y eso es precisamente lo que siento cada mañana, sólo tengo ojos para la palabra mágica “a-nó-ni-mo” cuando abro mi blog y veo que está de nuevo ahí explicándome la Verdad revelada ( creo que tiene una zarza ardiendo permanentemente en su casa). La cosa va más o menos así:
“Vosotros, los progres desnortados sois unos relativistas redomados y no, no es tan difícil (aquí empieza a adoptar un tono pedagógico que me pone), distinguir lo Bueno de lo Malo (suele utilizar mayúsculas). Verás: el Cristianismo es bueno. El Islam es malo (aquí añade una apostilla que se va repetir como una canción de cuna: “Malo- Bueno, es sencillo”). Cosmovisión Liberal, buena. Cosmovisión Progre, mala. No hay puentes. O estás aquí o estás allá. Nacionalismo integrador (español), bueno. Nacionalismo disgregador (catalán y vasco), malo. Libertad educativa (la que eligen los padres, etcétera), buena. Adoctrinamiento gubernamental (Educación para la Ciudadanía), malo. Bueno-malo, ¡es sencillo! El dinero en el bolsillo del contribuyente, bueno. Impuestos, o lo que es lo mismo, cleptocracia estatal, malo, ¿entiendes, progre? No es tan difícil. Bueno-Malo. Investigar el 11-M hasta sus últimas consecuencias es bueno, cargarles el mochuelo a cuatro sarracenos (sic) es malo. El Maligno existe y siempre está trabajando...”
Y así me tiene en un vivir sin vivir en mí porque sé que está ahí, guiándome, protegiéndome, pero no sé quién es. Es como un sueño hecho parcialmente realidad, siempre había deseado tener a mi lado a ese ser prodigioso, conocedor del secreto de la piedra filosofal, inmune a la duda, que me llevara de la mano sorteando los peligros de la procelosa vida. Bueno-Malo, ¡es tan simple! Y si es un hombre como me temo, me da igual, no en vano soy relativista. Ya se lo he contado a mi mujer. Y estoy preparando a Tronya y Allen por si un día desaparezco. ¡Mi amor, identifícate, te necesito!
2-II-08
O me explicaron muy mal el Nuevo Testamento o soy incapaz de ver a Jesús de Nazareth como un personaje de derechas.
3-II-08
Escucho el rumor de un mar que, melifluo y persistente como un vendedor de seguros, se mece en los roquedales de Sa Mesquida. Y es que en realidad es un seguro de vida para quienes hemos crecido arrullados por su sonido. Sin él no nos entenderíamos a nosotros mismos. ¿Qué pasará por la cabeza de Tronya y Allen que corretean a mi alrededor, aparentemente ajenos a mis tribulaciones?, ¿conmoverá a alguno de sus grumos neuronales esa ondulación vibrante que viene de la noche de los tiempos?
El vuelo gallináceo de la precampaña electoral y del juego del Barça me llevan a culminar el fin de semana dedicado a la lectura de Siri Hustvedt en “Todo cuanto amé”, ¡qué suerte la de Paul Auster, ser el marido de una escritora tan delicada!, así como prescindir de telediarios y del consabido resumen de goles. En su lugar, me dejo llevar por “Cimarron”, el espectacular western de Anthony Mann con el actor que mejor fuma puros ante la cámara, Glenn Ford, famoso también por su mítica bofetada a Rita Haywort en “Gilda”. Termino el domingo instalado en el nirvana. Al fin y al cabo, Glenn Ford es como mi Anónimo de cabecera: espíritu de frontera, pionero, defensor de débiles y oprimidos, profeta del Bien versus Los Malos. Sigo sin vivir en mí. Y el Barça también.
4-II-08
Un joven profesor me cuenta que en una reciente clase uno de sus alumnos le citó un viejo artículo mío a través del cual entendió el desgarro de los inmigrantes. Se me acelera el corazón y acudo raudo a mi pedestre archivo y lo localizo. Se titulaba “Filipinos” (diciembre 2000) y en él trataba de glosar los desvelos de Nilda, la chica filipina que cuidó a mi madre en sus últimos meses de vida y a la que veo ocasionalmente por la calle. Allí escribía, y perdón por la autocita, que “los inmigrantes no vienen porque hayan mejorado las comunicaciones ni porque se haya globalizado la economía sino porque siempre habrá trabajos que no quieran hacer los nativos de las sociedades desarrolladas... mi temor, mi horror es que estas personas tristemente desarraigadas e inisualmente tiernas puedan generar todavía recelos y, peor aún, indignidades”. Gracias, again, Nilda y gracias, profesor por esta referencia vitaminada.
6-II-08
Aún no ha empezado la campaña electoral y ya estoy exhausto, incapaz de soportar la infame cutrez de Pepe Blanco, Acebes, Zaplana y tutti quanti. De nuevo me viene a la cabeza mi amigo de la infancia Jesús de Nazareth, tan citado, tan manipulado, tan ignorado. “Que pase de mí este cáliz”, suplicaba desde el madero. Pues eso.