No quiero obligar a leer todo el artículo a quienes desconozcan lo que significa la palabreja del epígrafe, así que lo anticipo: Kindle, fabricado por Amazon, es un aparato considerado por los expertos editoriales como el iPod de los libros, un invento que mide 18 centímetros de largo por 13 de ancho, pesa 300 gramos, y en cuyas tripas caben 200 libros, 90.000 títulos y acceso a todos los periódicos y blogs del mundo.
Pero eso no es todo, Kindle supone, además, una nueva dimensión de la lectura, con diccionarios incorporados, mapas, callejeros, iluminación variable en la pantalla, y la posibilidad de adaptar los cuerpos de letra al gusto y la vista de cada cual, por lo que los expertos hablan ya de un antes y un después en la historia del mercado editorial, sobre todo si tenemos en cuenta de que esto no ha hecho más que empezar: Apple y Sony ya han anunciado que van a mejorar la oferta.
Y vayamos a la pregunta del millón: ¿Va a significar esto el toque de gracia para el libro? La verdad es que a algunos se nos hace difícil imaginar un mundo sin librerías tal y como las hemos conocido, y sin el placer de hojear un libro y oler su aroma, pero hay que afrontar los hipotéticos cambios sin dramatismos, tal y como aconsejaba el maestro Mairena: “Ganar sin jactancia, perder sin excesiva melancolía”. Item mas: ¿vamos a perder realmente los lectores?, ¿seguirá existiendo nuestra especie? Exploremos las posibles ventajas del nuevo soporte: para empezar parece que se distribuiría de otra forma la tarta del libro, y el autor sería el más beneficiado, pues acabaría su novela, la colgaría en su página weeb y se queda con lo que le parece, en lugar del exigüo 6% de la recaudación que me dieron (de hecho me tienen que dar) a mí por mi última y escasamente laureada novela.
¿Y qué me dicen de lo que ganaríamos en espacio quienes tenemos estanterías hasta en los pasillos?, ¿y en interés de los jóvenes, siempre volcados en las novedades electrónicas? Igual Dios sigue escribiendo recto con renglones torcidos... De lo que estoy convencido es de que la novela no va a morir. Mientras haya fabuladores dispuestos a interpretar su visión de la vida, a enhebrar narraciones vitales que nos toquen las fibras más sensibles, habrá lectores. Y si los hay, la historia continúa.
Pero eso no es todo, Kindle supone, además, una nueva dimensión de la lectura, con diccionarios incorporados, mapas, callejeros, iluminación variable en la pantalla, y la posibilidad de adaptar los cuerpos de letra al gusto y la vista de cada cual, por lo que los expertos hablan ya de un antes y un después en la historia del mercado editorial, sobre todo si tenemos en cuenta de que esto no ha hecho más que empezar: Apple y Sony ya han anunciado que van a mejorar la oferta.
Y vayamos a la pregunta del millón: ¿Va a significar esto el toque de gracia para el libro? La verdad es que a algunos se nos hace difícil imaginar un mundo sin librerías tal y como las hemos conocido, y sin el placer de hojear un libro y oler su aroma, pero hay que afrontar los hipotéticos cambios sin dramatismos, tal y como aconsejaba el maestro Mairena: “Ganar sin jactancia, perder sin excesiva melancolía”. Item mas: ¿vamos a perder realmente los lectores?, ¿seguirá existiendo nuestra especie? Exploremos las posibles ventajas del nuevo soporte: para empezar parece que se distribuiría de otra forma la tarta del libro, y el autor sería el más beneficiado, pues acabaría su novela, la colgaría en su página weeb y se queda con lo que le parece, en lugar del exigüo 6% de la recaudación que me dieron (de hecho me tienen que dar) a mí por mi última y escasamente laureada novela.
¿Y qué me dicen de lo que ganaríamos en espacio quienes tenemos estanterías hasta en los pasillos?, ¿y en interés de los jóvenes, siempre volcados en las novedades electrónicas? Igual Dios sigue escribiendo recto con renglones torcidos... De lo que estoy convencido es de que la novela no va a morir. Mientras haya fabuladores dispuestos a interpretar su visión de la vida, a enhebrar narraciones vitales que nos toquen las fibras más sensibles, habrá lectores. Y si los hay, la historia continúa.