No soy tan iluso como para creer que con la elección de Obama nace una nueva era en la que van a reinar la paz y la prosperidad, porque "nosotros podemos" y demás emocionada palabrería. No, el mundo es lo que es, un relato lleno de furia y ruido escrito por un idiota como decía el dramaturgo y mucho me temo que siga siéndolo hasta el fin de los tiempos.
Pero hoy soy menos pesimista que ayer y siento que una corriente de optimismo recorre mis venas. O quizás sea simplemente alivio, es posible. Pues me conformo, no es baladí que acabe de una vez esa pesadilla "neocon" de los Rumsfeld, Rice, Cheeney y su títere George W. Bush, con sus delirios de instaurar un milenio de "pax americana" en línea directa con Jehová, y prosperidad económica aún a cañonazos.
Se acaba una manera de hacer política basada en la arrogancia y la intimidación y una gestión económica que daba barra libre a especuladores y tunantes, que sin duda seguirán pululando, pero no lo tendrán tan fácil. Fin a la pesadilla de ponerse el derecho internacional por montera y a las invasiones impunes... Bueno, voy a parar, me parece que la euforia me está haciendo desbarrar. Pero de vez en cuando necesitamos soñar.