Dejamos provisionalmente el muelle de la bahía para acometer una aventura insoslayable tras las valientes acciones del “Comando Binidalí”. Las noticias sobre la cívica retirada de algas en una de las playas más apreciadas como “zonas odoríferas”, nos animaron el otro día a bajar, con todos los pertrechos ad hoc (prensa deportiva, novela, sombrilla y sillas, por orden de importancia en época de fichajes). Claro que era quince de agosto y al pestazo de algas en descomposición se unió pronto el inherente a la masa corporal apelmazada en tan angosta franja playera. Pero constatamos que, al contrario que el mes de julio, arena, lo que se dice arena, haberla, hayla, por lo menos en los escasos huecos no ocupados por los tomos de Stieg Larsson. Perfume ambiental, también, pero el ecosistema es el ecosistema.
Al día siguiente, tampoco hablaban muy bien de ese copyright biosférico los restauradores de San Adeodato, donde su otrora blanca y suave arena ha sido sustituida (por la ignorante naturaleza, lega en razones económicas) por un ríspido macar, un inaccesible amasijo de pedruscos de todos los tamaños, donde cualquier tentativa de baño puede proporcionar una inolvidable estancia veraniega en un servicio de urgencias y el consiguiente master en “Cartas al Director” protestando por la espera tercermundista, etcétera.
Para recuperarme de la misión ecológica, bajo al puerto en busca de paz, me instalo en uno de los bancos de Cala Figuera, y me dispongo a leer el reportaje de Es Diari sobre el desarrollo de los debates en el Foro Menorca Illa del Rei que, bajo los auspicios del Ateneo y Editorial Menorca, impulsa el incombustible Paco Tutzó, y al que no he podido existir por razones profesionales (trabajar en agosto tiene sus servidumbres).
-A ver si no todo queda en retórica, los menorquines debéis actuar ya, de lo contrario el futuro puede zozobrar-me apunta R. catalán con casa en Menorca desde hace cuarenta años-. Desechar fundamentalismos ancestrales, como la oposición a los campos de golf…
-Bueno, yo estoy por algunos campos de golf, regados con aguas residuales, sin planes urbanísticos camuflados...
-¿Y la carretera?- me interrumpe con ganas de marcha.
-Pues, no, no me parece una buena idea el llamado desdoblamiento. Creo que el impacto ambiental sería excesivo y, además, no lo veo necesario. Con el desvío de Ferrerías, algunas acciones concretas en otros tramos, y la posibilidad futura de trenes eléctricos…
-Reducir trabas y burocracias que desincentivan a los emprendedores...
-Estamos de acuerdo, la seguridad jurídica es fundamental para los inversores: normas claras e inequívocas de obligado cumplimiento para todos (Por cierto: ¿cómo va a quedar finalmente la ya esquilmada lámina de agua del puerto de Mahón?). Pero también los empresarios deben poner de su parte, reinvirtiendo en sus negocios en lugar de exprimirlos, apostar por la formación profesional… Las instituciones deben reducir burocracias, mejorar las infraestructuras, tanto las de la era analógica como la digital, dar la batalla en el transporte aéreo… En pocas palabras, definir una nueva Menorca way of life que, sin perder de vista su peculiaridad frente a la balearización, se sacuda de encima sus tics antiturísticos y la sociedad civil su tendencia al suicida Pel que és Menorca n’hi ha prou.
-¡Idò!, fins l’any que ve…
-Feliz retorno a la devaluada normalidad.
Al día siguiente, tampoco hablaban muy bien de ese copyright biosférico los restauradores de San Adeodato, donde su otrora blanca y suave arena ha sido sustituida (por la ignorante naturaleza, lega en razones económicas) por un ríspido macar, un inaccesible amasijo de pedruscos de todos los tamaños, donde cualquier tentativa de baño puede proporcionar una inolvidable estancia veraniega en un servicio de urgencias y el consiguiente master en “Cartas al Director” protestando por la espera tercermundista, etcétera.
Para recuperarme de la misión ecológica, bajo al puerto en busca de paz, me instalo en uno de los bancos de Cala Figuera, y me dispongo a leer el reportaje de Es Diari sobre el desarrollo de los debates en el Foro Menorca Illa del Rei que, bajo los auspicios del Ateneo y Editorial Menorca, impulsa el incombustible Paco Tutzó, y al que no he podido existir por razones profesionales (trabajar en agosto tiene sus servidumbres).
-A ver si no todo queda en retórica, los menorquines debéis actuar ya, de lo contrario el futuro puede zozobrar-me apunta R. catalán con casa en Menorca desde hace cuarenta años-. Desechar fundamentalismos ancestrales, como la oposición a los campos de golf…
-Bueno, yo estoy por algunos campos de golf, regados con aguas residuales, sin planes urbanísticos camuflados...
-¿Y la carretera?- me interrumpe con ganas de marcha.
-Pues, no, no me parece una buena idea el llamado desdoblamiento. Creo que el impacto ambiental sería excesivo y, además, no lo veo necesario. Con el desvío de Ferrerías, algunas acciones concretas en otros tramos, y la posibilidad futura de trenes eléctricos…
-Reducir trabas y burocracias que desincentivan a los emprendedores...
-Estamos de acuerdo, la seguridad jurídica es fundamental para los inversores: normas claras e inequívocas de obligado cumplimiento para todos (Por cierto: ¿cómo va a quedar finalmente la ya esquilmada lámina de agua del puerto de Mahón?). Pero también los empresarios deben poner de su parte, reinvirtiendo en sus negocios en lugar de exprimirlos, apostar por la formación profesional… Las instituciones deben reducir burocracias, mejorar las infraestructuras, tanto las de la era analógica como la digital, dar la batalla en el transporte aéreo… En pocas palabras, definir una nueva Menorca way of life que, sin perder de vista su peculiaridad frente a la balearización, se sacuda de encima sus tics antiturísticos y la sociedad civil su tendencia al suicida Pel que és Menorca n’hi ha prou.
-¡Idò!, fins l’any que ve…
-Feliz retorno a la devaluada normalidad.