Es evidente que uno de los principales problemas que tiene nuestro país es la amenaza terrorista, no hace falta insistir en ello. Pero hay otro, menos visible, relacionado con ella, que cada día me preocupa más, y es la aquiescencia ciudadana acrítica con una especie de justicia a la carta, una especie de derecho penal de autor, que permite retorcer las leyes al albur del vocerío mediático. Me refiero a la inconcebible condena al etarra De Juana ( un asesino repulsivo pero que ya había cumplido su condena) de doce años (inicialmente noventa) por escribir un par de artículos vagamente amenazadores o, ahora, hoy mismo, el intento de criminalizar al lendakari por reunirse con Otegui, cuya organización efectivamente está ilegalizada, pero no él, como ciudadano.
Cuidadito con estas cosas, porque sin seguridad jurídica, incluso para los delincuentes más repulsivos, no hay Estado de Derecho que valga. Dejemos los atajos a don Hugo Chávez y a los de su ralea.