Con la familia desmembrada, el Estado rendido ante los terroristas, la patria rota por la vertical de Navarra, los asesinos sueltos y los pobres curas perseguidos, no me ha quedado otra solución que prepararme para lo peor y empezar a pensar en mis últimas palabras. Y es que uno que se ha pasado la vida diciendo tonterías en público, no puede hacer mutis por el foro con un simple ¡ay!, tiene que despedirse a lo grande, con una frase para esculpir.
Un amigo mío, escribidor como yo, lo tiene claro. Quiere que en su necrológica yo diga algo así como: “Se fue sin saber para qué había venido”. Me parece de lo más adecuado dado que venimos no se sabe de dónde, nos sueltan en un escenario en el que todo el mundo parlotea, soltamos alguna parrafada más o menos incoherente y un día hacemos mutis por el foro. No es muy distinto de lo que un personaje mío esbozaba en una novela primeriza: “No creo que vuelva”. De todas formas, ambas son sensiblemente inferiores a la leyenda de la lápida de Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”.
Pero no quería ponerme truculento hablando de epitafios, sino que estaba pensando en un último artículo, una cena de despedida con amigos o algo así. Me he documentado y he encontrado algunas perlas que se han llegado a decir en momentos tan señalados. Por ejemplo, la de un asesino ruso, Vladimir Keroukian quien fue instado a abjurar del demonio por un clérigo y le respondió sagazmente: “No es el mejor momento para hacerse enemigos”. Por su parte, otro reo, Jimmy Glass, antes de tomar asiento en la silla eléctrica opinó: “Hoy hubiera preferido ir a pescar”. Aunque habría que echarle de comer aparte a la réplica que el general Narváez dio al sacerdote quien, antes de morir, le aconsejaba perdonar a sus enemigos: “No es necesario, padre, les he dado muerte a todos”.Pero como veo que aún queda tiempo, me da la impresión que los hombres del tiempo político pueden equivocarse en sus calamitosas predicciones, y aún vendrá alguna calma, seguiré pensando en ello: “Fue bonito mientras duró”, no, suena cursi; “¿eso era todo?”, bueno quizás valdría; “hombre, Dios, así que al fin y al cabo eras verdad…”. En fin, cosas así, simpaticonas.
Un amigo mío, escribidor como yo, lo tiene claro. Quiere que en su necrológica yo diga algo así como: “Se fue sin saber para qué había venido”. Me parece de lo más adecuado dado que venimos no se sabe de dónde, nos sueltan en un escenario en el que todo el mundo parlotea, soltamos alguna parrafada más o menos incoherente y un día hacemos mutis por el foro. No es muy distinto de lo que un personaje mío esbozaba en una novela primeriza: “No creo que vuelva”. De todas formas, ambas son sensiblemente inferiores a la leyenda de la lápida de Groucho Marx: “Perdonen que no me levante”.
Pero no quería ponerme truculento hablando de epitafios, sino que estaba pensando en un último artículo, una cena de despedida con amigos o algo así. Me he documentado y he encontrado algunas perlas que se han llegado a decir en momentos tan señalados. Por ejemplo, la de un asesino ruso, Vladimir Keroukian quien fue instado a abjurar del demonio por un clérigo y le respondió sagazmente: “No es el mejor momento para hacerse enemigos”. Por su parte, otro reo, Jimmy Glass, antes de tomar asiento en la silla eléctrica opinó: “Hoy hubiera preferido ir a pescar”. Aunque habría que echarle de comer aparte a la réplica que el general Narváez dio al sacerdote quien, antes de morir, le aconsejaba perdonar a sus enemigos: “No es necesario, padre, les he dado muerte a todos”.Pero como veo que aún queda tiempo, me da la impresión que los hombres del tiempo político pueden equivocarse en sus calamitosas predicciones, y aún vendrá alguna calma, seguiré pensando en ello: “Fue bonito mientras duró”, no, suena cursi; “¿eso era todo?”, bueno quizás valdría; “hombre, Dios, así que al fin y al cabo eras verdad…”. En fin, cosas así, simpaticonas.