Publicado el "El Butlletì dek centre de persones majors" de diciembre 2008
“¡Feliç existencia i venturosos dols!” exclamaba Patricia Moncada al final de su artículo de noviembre en el Butlletí y sentí un alivio liberador, después de haberme paseado tembloroso por sus páginas durante un rato, como si estuviera en una de aquellas inquietantes sesiones de ejercicios espirituales en las que un cura notoriamente exaltado nos atemorizaba con los terribles tormentos infernales. Cambié de revista y me encontré con un titular sorprendente: “Es probable que Dios no exista, así que no se preocupe tanto, y goce de la vida”. Se trataba del anuncio aparecido en los autobuses londinenses, patrocinado por un grupo de ateos militantes.
Pero volvamos ahora con Patricia, quien nos hablaba primorosamente de los sucesivos duelos que vamos experimentando a lo largo de nuestra vida, empezando por nuestra salida a la luz a través del canal del parto. Venimos de la incógnita y vamos hacia ella, a la que algunos-muchos, sin duda- llaman Dios. Y mientras tanto nos vamos dejando por el camino jirones de decepciones y afectos rotos, bien es cierto, pero también recogemos racimos de alegrías y risas compartidas, que es adónde quería ir, porque prefiero reírme a ponerme tétrico hablando de la muerte y sus hipotéticos trayectos posteriores, que al fin y al cabo no es más que volver a la incógnita de la que provenimos.
Así que francamente, uno está más con los del anuncio de los autobuses que con los agoreros de un Más Allá al que accederíamos a base de renuncias y privaciones, y como Woody Allen en la mítica película “Manhattan”, de vez en cuando se tumba en el sofá con una grabadora y se pone a inventariar las pequeñas cosas que hacen deseable la vida, prescindiendo de inescrutables designios divinos. A saber:
-Un arroz a banda junto al mar, en un soleado domingo de invierno…o un arròs de la terra en un día de invierno tras los cristales empañados por la lluvia.
-El contoneo de una señora de buen ver mientras se mesa los cabellos y te mira desafiante (aquí estoy yo, tú ya no decides).
-El cuarteto de Rigoletto en “Bella figlia dell’ amore” en un marco adecuado (el Teatro Principal de Mahón, por ejemplo).
-Un mediodía de octubre en una solitaria S’Olla de Binisafuller cuando sus aguas multicolores parecen decir “Tómame”.
-Dos jubilados cogidos de la mano.
-Un gol del Barça al Real Madrid en el Estadio Bernabéu…
Y no me tomen por materialista. Simplemente entiendo que lo esencial es no morir en vida en el Más Aquí, que es el caso de los que no aprendieron a vivir de tanto pensar en el Más Allá. Y es que uno no busca más que la serenidad lúcida, que es algo sumamente espiritual…
Pero volvamos ahora con Patricia, quien nos hablaba primorosamente de los sucesivos duelos que vamos experimentando a lo largo de nuestra vida, empezando por nuestra salida a la luz a través del canal del parto. Venimos de la incógnita y vamos hacia ella, a la que algunos-muchos, sin duda- llaman Dios. Y mientras tanto nos vamos dejando por el camino jirones de decepciones y afectos rotos, bien es cierto, pero también recogemos racimos de alegrías y risas compartidas, que es adónde quería ir, porque prefiero reírme a ponerme tétrico hablando de la muerte y sus hipotéticos trayectos posteriores, que al fin y al cabo no es más que volver a la incógnita de la que provenimos.
Así que francamente, uno está más con los del anuncio de los autobuses que con los agoreros de un Más Allá al que accederíamos a base de renuncias y privaciones, y como Woody Allen en la mítica película “Manhattan”, de vez en cuando se tumba en el sofá con una grabadora y se pone a inventariar las pequeñas cosas que hacen deseable la vida, prescindiendo de inescrutables designios divinos. A saber:
-Un arroz a banda junto al mar, en un soleado domingo de invierno…o un arròs de la terra en un día de invierno tras los cristales empañados por la lluvia.
-El contoneo de una señora de buen ver mientras se mesa los cabellos y te mira desafiante (aquí estoy yo, tú ya no decides).
-El cuarteto de Rigoletto en “Bella figlia dell’ amore” en un marco adecuado (el Teatro Principal de Mahón, por ejemplo).
-Un mediodía de octubre en una solitaria S’Olla de Binisafuller cuando sus aguas multicolores parecen decir “Tómame”.
-Dos jubilados cogidos de la mano.
-Un gol del Barça al Real Madrid en el Estadio Bernabéu…
Y no me tomen por materialista. Simplemente entiendo que lo esencial es no morir en vida en el Más Aquí, que es el caso de los que no aprendieron a vivir de tanto pensar en el Más Allá. Y es que uno no busca más que la serenidad lúcida, que es algo sumamente espiritual…