Uno de los grandes enigmas del siglo XXI es cómo el presidente George W. Bush logró obtener tres millones de votos más que el senador John Kerry después del fiasco de Iraq y, además, una mayoría republicana electa en ambas cámaras del Congreso. Los grandes analistas aún se estrujan las meninges para dar con una opinión satisfactoria. Una de ellas es la tan pedestre del “ más vale malo conocido que bueno por conocer”, que siempre suele pesar en unas elecciones, y la otra tiene que ver con los llamados valores, esos paradigmas ancestrales que andan dando vueltas por el éter y que cada uno interpreta a su manera…menos la América profunda, que parece tenerlos muy claros.
¿Y cuáles serían estos valores que dieron la victoria al gran estratega de las Azores? Al parecer, tienen que ver con eso de “Dios, armas y gays”. La religión, tiene un papel fundamental en EEUU, país donde Dios está presente en sus billetes de banco y donde es impensable un presidente, no ya ateo, sino simplemente agnóstico. La posesión de armas es la expresión última del culto al individualismo propugnado por los padres fundadores, y para ellos utilizarlas no es aborrecible como pensamos la mayoría de europeos. Por lo demás, las prácticas gays y otras “moderneces”, les parecen excesivas a los herederos de los puritanos del Myflower.
Éste sería el actual “modelo americano” de la llamada América profunda, al que se opone la minoría demócrata. Si la América profunda sueña con un “hombre eterno”, el modelo europeo, compartido por el sector más liberal de los demócratas estadounidenses, piensa en algo más efímero, más realista. La América de Bush, fundada en la riqueza y la abundancia resulta excesiva para los europeos: los grandes ejecutivos americanos ingresan hoy 475 veces lo que ingresa el empleado medio de una fábrica (hace veinte años la relación era de 40 a 1). En el Reino Unido la distancia es de 24 a 1, en Francia de 15 a 1, en Suecia de 13 a 1. En Estados Unidos una minoría tiene la mejor medicina del mundo pero 45 millones de americanos no tienen seguridad social (USA es el único país del mundo desarrollado sin cobertura médica universal). Bush y sus neocons favorecen este modelo en el que el 1 por cien de la población controla el cuarenta por ciento de la riqueza producida, mientras un 20 por ciento vive en la indigencia.
La Unión Europea hasta ahora ha resistido estos embates. La llamada despectivamente “vieja Europa” trata de mantener con uñas y dientes su propio modelo que no es sólo el de tener mejores carreteras, trenes, hospitales y enseñanza universales, sino el de adivinar futuros cambios y adaptarse consecuentemente. La vieja Europa intenta, además, salvaguardar los fundamentos de su Estado laico de Derecho, heredero de la Ilustración, frente a tentaciones totalitarias bajo la coartada de la “seguridad”. ¿Logrará resistir cual aldea gala de Astérix?
Publicado en revista Util, noviembre 2006