sábado, noviembre 21, 2009

La ciudad que amaba a los columpios

Publicado en "Diario Menorca" el sábado 21 noviembre
Suele ocurrir que la rutina obnubile nuestros ojos. Vamos de aquí para allá, trajinamos con esto o aquello, saludamos a diestro y siniestro (delicias de pueblo que uno echa de menos a los tres o cuatro días de un viaje cualquiera), sin apenas saber gran cosa del fardo que pueda llevar a cuestas el conocido/a. Y es que andamos abismados en nuestras pequeñeces, magnificadas porque son nuestras, y volvemos a casa para el reposo del guerrero / a sin casi haber prestado atención a nuestras andanzas callejeras.
Por eso es muy útil hablar de vez en cuando con gentes de fuera dotadas de curiosidad y perspicacia, capaces de descubrirte detalles de tu hábitat vital que uno de puro verlas las ha convertido en paisaje. Me pasó la otra noche cenando con un amigo escritor de la meseta castellana, viajero atento, observador sagaz con objetividad contrastada en sus libros de análisis de la realidad ibérica:
-Mahón sería una ciudad con encanto-me espeta-, pero los indígenas parecéis empeñados en una labor de destrucción de sus plazas más emblemáticas. Fíjate si no en la inhóspita Explanada, en la desolada plaza del rey Alfonso, en el mamotreto de la Miranda, balcón de la ciudad al puerto, en esos coches aparcados ignominiosamente en el centro de la plaza del Ayuntamiento…
-Sí, puede que tengas razón-balbuceé-, atragantado por un vino manifiestamente mejorable y su filípica. Como no le gusta hablar de su obra literaria, ni de fútbol ni mucho menos de la pornopolítica que nos asuela, tampoco tenía opciones de desviar la conversación que, por otra parte, me interesaba.
-Además-estaba lanzado-, tenéis otra costumbre curiosa.
-¿Ah, sí?-la verdad es que estaba ya entregado a su locuacidad.
-Sí, por cierto, ¿tenéis algún lobby de la industria de mobiliario urbano infantil con influencia en el Ayuntamiento?
-¿Eh, cómo, qué?- farfullé, desconcertado-. ¿Por qué lo dices?
-¿No te has fijado en la cantidad de columpios y artilugios para solaz de los niños que inundan la ciudad?
-Pues ahora que lo dices…
-Pues deberíais hacéroslo mirar porque es increíble. El viajero sospecha que tenéis una tasa de natalidad africana.
-Hombre, yo mismo voy a tener una nieta, sin ir más lejos, pero no creo que…
-Pues mejor para ella porque va a tener columpios por aquí, escaleritas por allá, lugares y más lugares donde gritar a gusto y no dejar leer el periódico a su abuelo. Por ejemplo, ¿qué pintan los dichosos columpios en una plaza tan coquetona como la del Bastión, con su muralla y sus terrazas? ¿Y en esas tanques fuera de cualquier circuito urbano?
-Sí, bueno, los niños podrían ir a la Explanada, que está a un paso.
-Por ejemplo.
Al día siguiente, quiere la casualidad que el primer paciente en la consulta sea un responsable de la cosa urbana, a quien le cuento la conversación de la víspera.
-Pues no, no me había fijado-me contesta.
-¿Y qué hacemos con el presunto looby?
-Crear una comisión, obviously.
Idò!