viernes, noviembre 13, 2009

Notas

Nota 1
El asunto del "Alakrana" recuerda cada vez más el del "Prestige". Y no porque ambos sean barcos en zozobras diversas (uno ya no es más que un peligroso pecio en el fondo del Atlántico), sino por sus connotaciones políticas. En el caso del petrolero naufragado en las costas gallegas se organizó la marimorena por el vertido tóxico de miles de toneladas de crudo que emponzoñaron las costas gallegas. En el "Alakrana", las consecuencias pueden ser peores aún porque están en peligro vidas humanas.
Lo que asemeja ambas situaciones son los errores políticos que las jalonan, y no dudo que en los dos casos no han faltado "gabinetes de crisis" y asesores de lo más reputado. En el caso del "Prestige", fue un grave error mandar el bajel a alta mar para que se hundiera, provocándose así un vertido descontrolado, que seguramente hubiera sido mucho menos lesivo si se hubiera llevado el barco a puerto, por muchas resistencias locales que hubiera habido.
Ahora, el error mayúsculo, al parecer patrocinado por la vicepresidenta del Gobierno Fernández de la Vega al empeñarse en el traslado a España de los dos bucaneros capturados, no ha hecho sino entorpecer una liberación de los rehenes que aún no se otea en el horizonte, para desesperación de sus familiares. Si finalmente ocurre alguna desgracia, no dudo que este episodio pueda tener parecida repercusión política que el del "Prestige". Ambos revelan la impericia de los últimos gobiernos de Su Majestad, de colores opuestos, por cierto.
Nota 2
Un post de ayer de mi amigo JMQuintana sobre al aborto se pregunta por el cambio de actitud de la Iglesia en relación al controvertido asunto. Calladita hasta ahora con la antigua ley, y ahora en cruzada permanente con la actual en trámite. ¿Qué diferencia hay para el católico entre una ley de plazos y la ley-coladero anterior? ¿Por qué tanta belicosidad ahora y la calma chicha de antes?
Tiene razón el bloguero, aunque yo prefiero enfocarlo de otra manera, pues los asuntos eclesiales me traen al pairo. El tema no es derecho a la vida sí o no, asesinatos o genocidios o el sursumcorda. El asunto es que ante la realidad social de un aborto, que siempre se ha practicado y seguirá haciéndose,¿ tiene que tomar cartas en el asunto el Estado democrático para regularlo de alguna manera o tiene que dejar que se siga practicando en condiciones indeseables y / o que la gente se las apañe para viajar a donde sí pueda hacerlo legal e higiénicamente? ¿Qué hacer con quien sea descubierto en flagrante delito si el aborto cae en la ilegalidad? Si se acepta que tiene que haber un mínimo de regulación podemos empezar a hablar de si es mejor una ley de excepciones como la anterior o una ley de plazos. Luego podemos discutir los plazos. Etcétera.