Ya tenemos eslogan político para el siglo XXI. Al viejo y caduco (demasiado metafórico para tiempos de reality) lema acuñado por Alfonso Guerra de que "quien se mueva no sale en la foto), le sucede el rajoyano "las listas las hago yo", mucho más directo y, por tanto, contundente. Y así como a la gauche divine aquel exabrupto guerrista le sentó a cuerno quemado por tosco y marrullero, a la derecha sociológica le encantan los arrebatos de testosterona. "Golpe sobre la mesa", "no toleraré nunca más", " es la última vez" etcétera son algunas de las "conclusiones" del último cónclave del partido conservador español a raíz de sus últimas escaramuzas cainitas que no reflejan otra cosa que una lucha a muerte por el poder dentro del partido. Testosterona de salón y poco más. Y sin muchos resultados, Esperanza sigue incordiando, en espera del momento de poder degollar políticamente a Gallardón.
En serio: resulta deprimente para el ciudadano semejante espectáculo. Y es así no sólo por estética sino porque nuestro país necesita ahora más que nunca ( la inepcia gubernamental es flagrante) una oposición solvente y responsable y, lejos de ello no vemos otra cosa que navajeo, sonrisas dentífricas ( insisto, ¿de qué c. se ríe Camps?) y apelaciones a "lavar la ropa sucia en casa". Propuestas creíbles para los españoles, ninguna. En fin.