Menuda zapatiesta se ha montado con el editorial conjunto de la prensa catalana sobre la ¿inminente? sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. Siendo discutible, como todo, el propio texto, su oportunidad en víperas de una sentencia, su misma unanimidad, para este comentarista nada patriotero (más bien alérgico a dioses y patrias), lo más preocupante es la desmesurada reacción de la brunete mediática madrileña, repleta de insultos y descalificaciones de grueso calibre, que llegan hasta la petición de cárcel por "intimidación al alto tribunal" que expresó el presidente del consejo editorial de El Mundo, ¡Collons! La estupefacción que algunos sentimos la expresa hoy con lúcido desenfado Enric Juliana en las páginas de La Vanguardia.
La articulación de Catalunya en España es la gran asignatura pendiente de nuestra democracia (el terrorismo etarra es un problema de orden público) y yerran el tiro quienes se soliviantan porque los catalanes se sientan "nación" y quieran plasmarlo en su Estatut o quieran proteger su lengua ( lo discutible en este caso es el "cómo"). El problema no es ese sino la pretensión de bilateralidad del Estatut en la relación de Catalunya con España. Esto es lo realmente grave...y serenamente discutible porque no hay Estado que pueda resistir diez, doce o dieciesiete bilateralidades. Sería una pena que España, nuestro país de países perdiera su enésima oportunidad de articular un federalismo que debe ser simétrico en derechos de ciudadanía y en la relación de sus partes con el Estado, pero que puede y debe ser asimétrico en sus competencias en razón de los puntos de partida de cada autonomía(unas tienen lengua propia y otras no, unas tienen concierto económico y otras no, unas tienen derecho civil propio y otras no etcétera). Por mucho que algunos se empeñen y se encabriten apelando a sagradas esencias, España no es Francia, con su sentimiento de grandeur compartido, y hay que apechugar con una realidad testaruda y complicada. Empeñarse en recortar lo accesorio, es coger el rábano por las hojas y acabar perdiendo el tubérculo.