La actual deriva de la vida política española está pidiendo a gritos un narrador que, al estilo de Javier Cercás en su magnífica “Anatomía de un instante” sea capaz de urdir un cañamazo que le dé sentido si es que es posible tan descomunal tarea, aunque si lo ha logrado con el galimatías del 23-F, quién sabe. Porque lo cierto es que sentido, ¿coherencia?, en lo que vemos y oímos todos los días, se advierte muy poco. Más bien parece un relato lleno de ruido y furia descrito por un idiota, que diría el clásico.
Es como si se hubiera producido una reducción del espacio del debate, al estilo de aquel famoso “achique de espacios” del entrenador argentino César Luis Menotti, mediante el cual trataba de que sus pupilos redujeran el campo de juego y, por tanto, margen de maniobra de su rival para un mejor despliegue propio cuando el balón fuera recuperado. Pero sólo parece cumplirse la primera parte del plan, y así nos encontramos, con un enjambre de piernas que dificulta y llega a imposibilitar el juego preciosista de algún iniesta capaz de sobrevolar la mediocridad y dar un pase de gol que ilumine nuestros atribulados corazones, tan ahítos de juego bronco como necesitados de talento ante el desolador paisaje, más propio de una novela de Corman McCarthy que de un país europeo.
El “achique de espacios” entre los dos grandes partidos es tan apabullante que, en lugar de internadas por los terrenos de la construcción de Europa, la inmigración, el modelo energético y productivo etcétera , apenas se atisban unos áridos brotes de anarquismo de derechas, con agrestes florecillas conspirativas y espículas antisistema, y por el lado opuesto, matojos de neopijismo progre enzarzados ambos en una maraña inextricable de discusiones bizantinas: apelaciones evanescentes a la “extensión de derechos”, a una “nueva economía competitiva basada en la competitividad en la que no haya vencedores ni vencidos” (sic JL R.Zapatero) o, por el otro lado, cantos elegíacos por la “Libertad” perdida que nos ofrecen una vaporosa receta basada en la bajada de impuestos y en la reducción de gastos sin especificar cuáles ya que, simultáneamente, no se paran en mientes a la hora de prometer el oro y el moro “social”, o sea, la cuadratura del círculo. Cualquier xavi empeñado en racionalizar el juego y conferirle imaginación quedaría inutilizado en semejante maraña.
El estado actual del terreno de juego, hecho un patatal por la crisis que no era, no hace sino favorecer el juego de los jugadores leñeros en detrimento de los talentosos. Así, asistimos atónitos a la entronización de la marrullería como bella arte, jaleada desde las respectivas trincheras como el summum de la operatividad. Ya vale todo, desde le gol con la mano (“es un juego de pillos”, dicen entre guiños cómplices), a las campañas de intoxicación gubernamental masiva con eufemismos sonrojantes, pasando por la intimidación de los árbitros / jueces, cuyos órganos colegiales son manipulados obscenamente, y la propagación interesada de teorías conspirativas que ponen en solfa las reglas del juego, que es como ponerlo todo patas arriba, tarea a la que aplica con denuedo la oposición desde que perdiera el poder.
Mientras el Barça y la Selección española triunfan por la artística calidad de su juego en el centro del campo, la política española se empeña en jugar por sus toscos extremos que no hacen más que lanzar centros prehistóricos que nadie es capaz de aprovechar: si se trata de la articulación de España, un extremo propone directamente un drástico “cepillado” autonómico y el otro te manda un melón soberanista. Si hablamos de una ley de interrupción del embarazo el extremo derecho te pasa una indigesta pelota llena de asesinos genocidas y el izquierdo un balón envenado de derechos infinitos sin deberes ni responsabilidades. Ahora mismo acabo de recibir un encendido mail que canta las bondades de la piratería informática. Los autores que se busquen la vida, viene a decir. Lo dicho, falta finezza. Aunque siempre nos quedará Messi.
Es como si se hubiera producido una reducción del espacio del debate, al estilo de aquel famoso “achique de espacios” del entrenador argentino César Luis Menotti, mediante el cual trataba de que sus pupilos redujeran el campo de juego y, por tanto, margen de maniobra de su rival para un mejor despliegue propio cuando el balón fuera recuperado. Pero sólo parece cumplirse la primera parte del plan, y así nos encontramos, con un enjambre de piernas que dificulta y llega a imposibilitar el juego preciosista de algún iniesta capaz de sobrevolar la mediocridad y dar un pase de gol que ilumine nuestros atribulados corazones, tan ahítos de juego bronco como necesitados de talento ante el desolador paisaje, más propio de una novela de Corman McCarthy que de un país europeo.
El “achique de espacios” entre los dos grandes partidos es tan apabullante que, en lugar de internadas por los terrenos de la construcción de Europa, la inmigración, el modelo energético y productivo etcétera , apenas se atisban unos áridos brotes de anarquismo de derechas, con agrestes florecillas conspirativas y espículas antisistema, y por el lado opuesto, matojos de neopijismo progre enzarzados ambos en una maraña inextricable de discusiones bizantinas: apelaciones evanescentes a la “extensión de derechos”, a una “nueva economía competitiva basada en la competitividad en la que no haya vencedores ni vencidos” (sic JL R.Zapatero) o, por el otro lado, cantos elegíacos por la “Libertad” perdida que nos ofrecen una vaporosa receta basada en la bajada de impuestos y en la reducción de gastos sin especificar cuáles ya que, simultáneamente, no se paran en mientes a la hora de prometer el oro y el moro “social”, o sea, la cuadratura del círculo. Cualquier xavi empeñado en racionalizar el juego y conferirle imaginación quedaría inutilizado en semejante maraña.
El estado actual del terreno de juego, hecho un patatal por la crisis que no era, no hace sino favorecer el juego de los jugadores leñeros en detrimento de los talentosos. Así, asistimos atónitos a la entronización de la marrullería como bella arte, jaleada desde las respectivas trincheras como el summum de la operatividad. Ya vale todo, desde le gol con la mano (“es un juego de pillos”, dicen entre guiños cómplices), a las campañas de intoxicación gubernamental masiva con eufemismos sonrojantes, pasando por la intimidación de los árbitros / jueces, cuyos órganos colegiales son manipulados obscenamente, y la propagación interesada de teorías conspirativas que ponen en solfa las reglas del juego, que es como ponerlo todo patas arriba, tarea a la que aplica con denuedo la oposición desde que perdiera el poder.
Mientras el Barça y la Selección española triunfan por la artística calidad de su juego en el centro del campo, la política española se empeña en jugar por sus toscos extremos que no hacen más que lanzar centros prehistóricos que nadie es capaz de aprovechar: si se trata de la articulación de España, un extremo propone directamente un drástico “cepillado” autonómico y el otro te manda un melón soberanista. Si hablamos de una ley de interrupción del embarazo el extremo derecho te pasa una indigesta pelota llena de asesinos genocidas y el izquierdo un balón envenado de derechos infinitos sin deberes ni responsabilidades. Ahora mismo acabo de recibir un encendido mail que canta las bondades de la piratería informática. Los autores que se busquen la vida, viene a decir. Lo dicho, falta finezza. Aunque siempre nos quedará Messi.