17-XII-09
Hijo y nuera se van de tournée navideña familiar y esta vez me siento más intranquilo que de costumbre. ¿La carretera, la nieve? Nada nuevo en estas fechas. Lo he vivido durante décadas cuando éramos nosotros los que nos desplazábamos. ¿Cuál es la novedad que me tiene en un sin vivir? ¡Es la abuelez, estúpido!, me digo. Y es que esta vez también se va Inés, mi embrionaria nieta, y la preocupación es triple, ¡triplísima!, la primera sensación navideña del año…
O quizá fue el otro día en una comida familiar, siempre la familia en estas fechas, cuando debatíamos algo relacionado con las tareas domésticas y, mi mujer, al quite, trataba de defenderme.
-Pues P. ayuda mucho-apuntaba ella, mientras este lletraferit ponía mentalmente el verbo en cursiva.
-Pues sí-enfaticé en plan kamikaze-, me encargo de esto, de aquello y de lo de más allá-a estas alturas de mi perorata ya había cerrado los ojos sabiendo lo que se me venía encima (hablar de ayudar en casa en presencia de una mujer reivindicativa es decididamente suicida).
-Esta es la gran diferencia-intervino por fin Ella sin pestañear-, los hombres podéis enumerar lo que hacéis en casa. Nosotras, ni sabemos.
La dulce Navidad, la apoteosis de los valores familiares, ya estaba ahí.
Hijo y nuera se van de tournée navideña familiar y esta vez me siento más intranquilo que de costumbre. ¿La carretera, la nieve? Nada nuevo en estas fechas. Lo he vivido durante décadas cuando éramos nosotros los que nos desplazábamos. ¿Cuál es la novedad que me tiene en un sin vivir? ¡Es la abuelez, estúpido!, me digo. Y es que esta vez también se va Inés, mi embrionaria nieta, y la preocupación es triple, ¡triplísima!, la primera sensación navideña del año…
O quizá fue el otro día en una comida familiar, siempre la familia en estas fechas, cuando debatíamos algo relacionado con las tareas domésticas y, mi mujer, al quite, trataba de defenderme.
-Pues P. ayuda mucho-apuntaba ella, mientras este lletraferit ponía mentalmente el verbo en cursiva.
-Pues sí-enfaticé en plan kamikaze-, me encargo de esto, de aquello y de lo de más allá-a estas alturas de mi perorata ya había cerrado los ojos sabiendo lo que se me venía encima (hablar de ayudar en casa en presencia de una mujer reivindicativa es decididamente suicida).
-Esta es la gran diferencia-intervino por fin Ella sin pestañear-, los hombres podéis enumerar lo que hacéis en casa. Nosotras, ni sabemos.
La dulce Navidad, la apoteosis de los valores familiares, ya estaba ahí.
19-XII-09
Pero Navidad es también amor, alegría, emoción, nostalgia. Para el carro, hombre, la nostalgia es un error. Porque antes siempre trasteábamos, impotentes y frustrados, tras la grupa del equipo del Régimen. Ahora no hacemos sino ganar. Hoy de nuevo el Barça me ofrece un gran regalo navideño. Y se me pasa el rigor mortis en que me tenía sumido la gripe y el gol del Estudiantes de la Plata para dar paso al calorcillo hogareño propio de estas fiestas tan entrañables, etcétera. ¡La vida es bella! (sin necesidad de James Stewart),...pero efímera: pediré a los Reyes Magos una cura de desintoxicación de triunfos futbolísticos para aceptar de buen grado lo que tenga que venir. Porque el Maligno, encarnado en un portugués chulapón que parece salido de un chotis, acecha.
20-XII-09
Ni toros ni gaitas (gallegas): la unidad es España está garantizada por la Liga de fútbol. En lugar de consultas más o menos folklóricas, que se pregunten los catalanes en qué competición jugaría el Barça en el caso de una eventual secesión. ¿Qué sería del alma culé sin la visita anual al Bernabéu?, ¿qué sería de nosotros sin la posibilidad de expiar nuestras frustraciones en el Templo del Mal?
De todas formas, y volviendo a los toros: ¿Ha pensado alguien en la posibilidad de salvar lo mejor de la fiesta nacional suprimiendo la sangre?
21-XII-09
Volvamos al epicentro, a la familia, y su consustancial carácter ambivalente que destaca Pascal Bruckner en su último ensayo (“Le paradoxe amorourex” Edit Grasset. Paris): a la vez refugio y calabozo, la alegría de sentirse querido y protegido y la desazón de presentir la amenaza de las peores abominaciones. ¡Ay ese amor familiar tan entrañable y que tantas veces termina abruptamente cuando el notario lee el testamento…! Pero no seamos agoreros y brindemos por lo mejor de todo ello.
22-XII-09
La Lotería y sus epifenómenos, otro signo inequívoco de la unidad patria: hoy no hay tertulias-excepto en Catalunya Radio, hélas-, sólo el sonsonete de san Ildefonso y luego, a llegar a casa, el consabido regadío con cava. Melancolía por el viaje planeado y ya perdido (¿New York, quizás?: a partir de determinadas edades sólo hay que releer…)
23-XII-09
Mañana es Nochebuena y debo transmitir buenas vibraciones. ¿Qué decir que no sea empalagoso tópico? ¿Qué postal escribir? Como casi siempre, acudo a los libros. Por ejemplo no encuentro mejor mensaje navideño que el que transmite Nelson Mandela, el artífice del moderno e integrador Estado sudafricano a través de su vida, novelada por el periodista John Carlin (“El factor humano” Galaxia Gutemberg): Tratar de ponerse siempre en el lugar del otro, quitarse el rencor de encima como quien limpia una huella en el espejo (la antesala ineludible del perdón), buscar la empatía de las pequeñas cosas para construir otras más grandes. Ese es el legado de Mandela y, al mismo tiempo, la postal navideña del dietarista.
Bueno si les queda un hueco en la biblioteca déjenlo para un libro de próxima aparición. Se titula “Inventario de perplejidades” y lo escribe un viejo amigo de ustedes que lleva más de cuarenta años importunándoles con sus cosas en estas páginas y que no es nadie sin su calor. De hecho es un friolero nato. Bones Festes a tothom.