9-XI-07
Alivio íntimo, alegría profunda por la liberación de Sergio Muñoz y sus compañeros. Estupor por la actuación de la oenegé francesa y la horrenda manipulación de niños, perplejidad por la actuación del gobierno francés, tanto en el origen (parece que sabían algo) como en la sobreactuada intervención de Sarkozy con su inquietante pronunciamiento “Hayan hecho lo que hayan hecho me los traeré a casa”, una perla de la política exterior “sin complejos” tan jaleada por los amantes de la política testicular.
Alivio íntimo, alegría profunda por la liberación de Sergio Muñoz y sus compañeros. Estupor por la actuación de la oenegé francesa y la horrenda manipulación de niños, perplejidad por la actuación del gobierno francés, tanto en el origen (parece que sabían algo) como en la sobreactuada intervención de Sarkozy con su inquietante pronunciamiento “Hayan hecho lo que hayan hecho me los traeré a casa”, una perla de la política exterior “sin complejos” tan jaleada por los amantes de la política testicular.
10-XI-07
Leo unas declaraciones de Juande Ramos, ex entrenador del Sevilla en las que trata de justificar su incumplimiento de contrato para irse al Tottenham inglés en base a que “cualquiera hubiera hecho lo mismo”. Curiosamente, nadie se lo discute, de lo que puede inferirse que a todo el mundo le parece lo más natural. Y es que hoy día, las cosas son así, no sólo entre deportistas de elite sino entre ciudadanos de a pie, término que los tertulianos utilizan mucho como sinónimo de buena gente. Hay ofertas que no pueden rechazarse y punto. El hecho de que haya un compromiso previo no es problema, se rompe y ya está. No te digo nada si mencionas la palabra dada o antiguallas por el estilo, provocarás una humillante hilaridad.
Y luego el ciudadano/de /a pie/ buena gente pone el grito en el cielo cuando los políticos hacen lo mismo, o sea incumplir compromisos, faltar a la palabra dada, etcétera.¡Cómo nos gusta negar nuestra propia imagen en el espejo!
11-XI-07
El sol tardoveraniego no invita al retiro espiritual ante el televisor para la semanal recreación de la pasión del Vive Menorca. El tam tam de Cales Fonts es irresistible como antesala de mi cita con María Sharapova, la tenista siberiana que concita todos mis afanes (y los mi amigo Jan, el otro componente de la peña de fans)…pero al final también perdemos y no me queda otra alternativa que refugiarme en el aluvión de exégesis del exabrupto real (“exabrupto”: salida de tono, dicho o ademán inconveniente e inesperado), ayer en la Cumbre Iberoamericana.
Zapatero estuvo bien, a pesar de sus consabidos circunloquios y florilegios, Aznar también al agradecérselo telefónicamente (¿podríamos estar al principio de una relación mínimamente cordial entre colegas?, no lo creo, pero soñar es barato), y el Rey, cuya finura expresiva brilla por su ausencia, debería haberse acordado del consejo que le daba el general que le mecía en la cuna: “Haga como yo, joven, y no se meta en política”. Y es que, bromas aparte, cuanto menos se le vea, tanto mejor. Los símbolos no se zarandean, se repetan y punto.
En la prensa, un poco de todo, los demócratas testiculares alaban la firmeza del Monarca al “hacer callar” (¿de verdad le hizo callar?) al energúmeno y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid le echan las culpas a la política exterior de Zapatero (ni siquiera cuando lo hace bien saben ser generosos), mientras los izquierdistas admiradores del “progre” Chávez lo ponen a caldo. A mí simplemente me pareció un exabrupto innecesario: con lo que estaba diciendo el presidente español ya era suficiente.
12-XI-07
Los ecos de las palabras de dos amigos nonagenarios reverberan en mis oídos. Hablé con ellos separadamente el pasado fin de semana. El primero de ellos me manifestaba en la consulta su decepción por el estado del mundo. “la gente sólo se mueve por el dinero”, me decía, ante mi asentimiento; la política es “un barullo”a lo que tampoco pude objetar algo coherente, “pero usted está perfectamente”, amigo, apostillé. A pesar de su tono un tanto apocalíptico, le vi salir tranquilo y satisfecho, se encuentra bien, su familia, mejor, y sigue sintiendo curiosidad por el devenir del mundo ¿hay quien dé más en la noventena?
El otro no está tan campante en movilidad, pero su mente está tan lúcida como hace veinte, treinta años. Preocupado por el deterioro político español, aún atisba soluciones: me expone el ejemplo alemán, donde los dos principales partidos forman una fértil coalición. Aunque convenimos en que no es la solución ideal -la democracia es alternancia-, cree que un par de añitos de gobierno en común, podrían arreglar muchas cosas. Sería, pienso, como un curso intensivo de “Educación para la Gobernanza”. No está mal como hipótesis, sobre todo si uno piensa en la ventajas de perder de vista a los respectivos portacoces leyendo estúpidos comunicados. Mal deben andar las cosas cuando volvemos a plantear utopías...
13-XI-07
Me despierto con las ideas de “Leones por corderos”, la película de Robert Redford que vimos anoche, revoloteando por mis neuronas. Digo ideas y no imágenes, porque en este caso, son superfluas. Redford expone más que muestra varias líneas argumentales, la crudeza de la lógica militar, el pavoroso cinismo de la razón de Estado, la manipulación patriótica de los medios de comunicación después de 11-S, y la inquietante indiferencia de la juventud, inmersa en la razón del disfrute perpetuo en el supermercado de la xalada.
Redford nos ofrece un film honesto, nada panfletario, compungido por la realidad de su país en manos de téocratas visionarios y telepredicadores, pero con una brizna de esperanza: la periodista, una excelsa Meryl Streep, cuyo rostro refleja su estremecedor conflicto interior (¿patria o razón, servilismo u honestidad?), parece negarse (lo escribo en cursiva porque una de las virtudes de la película es que deja las incógnitas en suspenso, alejándose del happy end tan propio de la cinematografía estadounidense) a una nueva manipulación, y el joven estudiante parece interesarse finalmente por la realidad. Lo único que no admite dudas, es la fatalidad de la lógica militar en la solución de conflictos, la muestra extrema de las políticas testiculares.