Navegando por Internet me encuentro algunos blogs que presentan unos ocurrentes videos con desfiles nazis, imágenes de crematorios humanos y demás atrocidades del pasado siglo, para terminar, con voz ampulosa, con un no menos ingenioso eslogan: “Educación para la tiranía”, dedicado, no hace falta decirlo a la nueva y controvertida asignatura. Desde luego talento para el chascarrillo no les falta a estos modernos ciberfachas, que campan a sus anchas por el anónimo éter de la red, que por esta causa está perdiendo a marchas forzadas su aura de foro de libertad del siglo XXI.
Pero no son sólo ellos, también los obispos llaman a rebato para prevenir a su grey de los terribles males que caerían sobre las cabezas de sus retoños si se someten a la “enseñanza del Mal”, como le ha llamado alguno de los monseñores. Naturalmente también hay críticas más matizadas e interesantes, sobre todo aquellas que insisten en separar “instrucción” de “educación”: la primera describiría y explicaría hechos mientras la segunda pretendería desarrollar capacidades y potenciar valores, facultad esta última que para algunos sectores debería ser exclusiva de los padres.
Fernando Savater se refirió a ello este verano en uno de sus lúcidos artículos para señalar lo obvio, es decir que separar ambas facetas educativas, presentando una de ellas como recomendable-la instrucción- y la otra, la educación como manipuladora, es una falacia interesada, como lo es, a mi juicio, pretender que la educación de los futuros ciudadanos debe ser competencia exclusiva de los padres. Porque vamos a ver: si unos padres les enseñan a sus hijos que los Derechos Humanos los ha dictado Dios, ¿tiene o no derecho la sociedad democrática a explicarles que los susodichos derechos vienen de una larga lucha contra poderes y tradiciones, sus enemigos seculares, entre los cuales siempre ha estado en primer plano la Iglesia? Item mas, si unos papás educan a sus hijos en la peregrina teoría de que los homosexuales son unos tarados o enfermos a quienes rehabilitar, ¿no tiene derecho la comunidad educativa a explicarles que, opiniones al margen, son sujetos de pleno derecho y plena dignidad? ¿Continuamos con los padres que inculcan a sus hijos que las transfusiones de sangre son pecado?...
Pero no son sólo ellos, también los obispos llaman a rebato para prevenir a su grey de los terribles males que caerían sobre las cabezas de sus retoños si se someten a la “enseñanza del Mal”, como le ha llamado alguno de los monseñores. Naturalmente también hay críticas más matizadas e interesantes, sobre todo aquellas que insisten en separar “instrucción” de “educación”: la primera describiría y explicaría hechos mientras la segunda pretendería desarrollar capacidades y potenciar valores, facultad esta última que para algunos sectores debería ser exclusiva de los padres.
Fernando Savater se refirió a ello este verano en uno de sus lúcidos artículos para señalar lo obvio, es decir que separar ambas facetas educativas, presentando una de ellas como recomendable-la instrucción- y la otra, la educación como manipuladora, es una falacia interesada, como lo es, a mi juicio, pretender que la educación de los futuros ciudadanos debe ser competencia exclusiva de los padres. Porque vamos a ver: si unos padres les enseñan a sus hijos que los Derechos Humanos los ha dictado Dios, ¿tiene o no derecho la sociedad democrática a explicarles que los susodichos derechos vienen de una larga lucha contra poderes y tradiciones, sus enemigos seculares, entre los cuales siempre ha estado en primer plano la Iglesia? Item mas, si unos papás educan a sus hijos en la peregrina teoría de que los homosexuales son unos tarados o enfermos a quienes rehabilitar, ¿no tiene derecho la comunidad educativa a explicarles que, opiniones al margen, son sujetos de pleno derecho y plena dignidad? ¿Continuamos con los padres que inculcan a sus hijos que las transfusiones de sangre son pecado?...