jueves, noviembre 01, 2007

Esquitxos

Aquella terrible mañana de marzo de hace casi cuatro años clamé contra ETA más que nunca: el atentado de Atocha superaba todos los límites de la bestialidad humana. Unas horas después, al escuchar al portavoz oficioso de la banda, Arnaldo Otegui, empecé a dudar y a atar cabos, que quedaron definitivamente anundados cuando, a través de la red, entré en la prensa extranjera, donde ya nadie hablaba de los etarras sino de terrorismo islamista.
La actitud del Gobierno, de mantenella y no enmendalla me indignó porque intuí que pretendían llegar al día 14 con la presunción de autoría que más les beneficiaba electoralmente. La actitud de la oposición, asaltando las sedes del PP, tampoco fue edificante. Escribí que hubiera sido mejor para todos aplazar las elecciones. No sólo no se hizo sino que, como en los mejores tiempos franquistas, se programaron películas sobre masacres de ETA en la televisión pública...
Lo que vino después es sabido, pero lo peor de todo es haber puesto al Estado patas arriba con delirantes teorías conspirativas que implicaban a jueces, policías y, en la sombra, dirigentes del PSOE, en un fantasmagórico vodevil, digno de Rasputín, que ha enconado la vida política hasta hacerla irrespirable.
Ayer, al escuchar la sentencia, por un momento pensé que ya nadie volvería a hablar de montañas remotas y desiertos lejanos, pero fue una vana ilusión. Ahí están hoy de nuevo los conspiranoicos sembrando dudas...y cizaña. Que Dios nos coja confesados.