viernes, marzo 21, 2008

De elecciones, despedidas y contumacias

Publicado en "Diario Menorca" el viernes 21 de marzo

13-III-08
Del batiburrillo de cifras y exégesis (“el pueblo ha dicho”, “el pueblo ha querido”) de las pasadas elecciones, me quedo con unas pocas conclusiones:
-En la España de toda la vida ha primado el sentimiento identitario (“la Nación en peligro, la insaciabilidad de los nacionalismos periféricos, la imposición lingüística”) sobre la tradicional dicotomía izquierda-derecha.
-En la España de otra manera ha prevalecido el voto defensivo anti PP.
-Según las urnas, hay más ciudadanos que están por España de otra manera (sin que deje de ser España).
-Difícilmente gobernará el PP sin entender de otra manera la existencia de Cataluña y el País Vasco. Los socialistas lo captan mejor aunque esto les merme apoyo en la España profunda, poco proclive a las peculiaridades.
-Se acabó el aznarismo, el rollo conspiratorio del 11-M, el mal perder, y el presidente accidental: ¿significará esto la victoria de la Política sobre la Histeria?, ¿una tregua, al menos?... ¡Mi reino por una legislatura normal!

14-III-08
“Queremos que nuestro hijo sea sordo”, leo con estupefacción la noticia de que una pareja británica de sordomudos exige la selección genética para alumbrar un hijo con la misma discapacidad… Al parecer ellos no viven su sordera como handicap, sino como cualidad que les permite formar parte de una comunidad distinta, con su lengua y su cultura, lo cual no es objetable sino más bien digno de encomio. Pero otra cosa muy distinta es pretender transferir al hijo semejante pamema…
Asombra esta capacidad de la contemporaneidad por rizar el rizo de las particularidades en esta especie de zoco de las identidades en que hemos convertido el planeta. Por no hablar de esta inquietante proyección de frustraciones propias a los hijos a quienes trasladan con espectacular ligereza sus prejuicios o sus calamitosos ideales. Me cuesta entender la encarnizada oposición a que se intente educar en valores comunes a hijos…y padres.

15-III-08
Mi nonagenaria tía me nota alicaído en mi visita sabatina. Acierta: acabo de perder a un amigo al que conocí hace más de treinta años en Vitoria y que, seducido por la belleza y la vida tranquila de Menorca, se trasladó aquí poco después con su familia. Desde entonces, Juan Carlos Salinas ejerció la medicina (ginecología) con singular maestría, y cultivó un jardín de amigos que nos damos cita, perplejos y compungidos, en la iglesia de San Gaietá en Llucmeçanes para despedirle. Campechano, bon vivant, vasco en excedencia voluntaria y menorquín vocacional, colega y amigo, le echaremos mucho de menos.
Trato de escaparme de la melancolía y de la agobiante omnipresencia del “caso Rodrigo de Santos” pidiendo en mi blog responsabilidades políticas y penales si las hubiera pero también compasión (que además de su matiz religioso tan consustancial con la Semana Santa, debería ser virtud cívica) para el caído y su familia, cuando la jauría se lanza a degüello al morbo de las golosas peculiaridades del caso (¡ay esos cruzados de la moralidad tradicional ante los focos, tan pecadores cuando llega la noche!).
Ayuda mucho en la tarde sabatina la excepcional conferencia que imparte en el Ateneo el catedrático Josep Lluís Vidal sobre Virgilio y su Eneida. Llama la atención el hecho de que el poeta romano quisiera quemar su obra antes de publicarla. Según el catedrático, Virgilio quería evitar que se confundiera con un panfleto político, una loa desmesurada y lejana a sus intenciones del poder establecido, sus pompas y sus obras. Porque en realidad lo que Virgilio pretendía era llamar la atención sobre la sinrazón de la guerra, patente en la escena final cuando Eneas duda en ejecutar a su enemigo abatido: Ulterius no tende odiis, que el odio no te lleve más lejos…

16-III-08
“La democracia en América” fue la obra señera que, a partir de un legendario viaje por EEUU, pergeñara el político y escritor (el porqué hoy día esto sea un oxímoron, es una buena pregunta) Alexis de Tocqueville. En ella, el intelectual francés (¿tenemos hoy algún político medianamente “intelectual”?, repregunto) hacía uno de los más penetrantes análisis sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas.
Ciento setenta y tres años después, el filósofo francés Bernard Henri Lévy, emprende un viaje parecido que nos cuenta en “American Vertigo” (Ariel, 2007) y es de lectura obligatoria para quienes mantienen vestigios de antiamericanismo primario, virus de la segunda mitad del siglo XX extendido galácticamente al XXI por la capacidad epidémica del presidente americano más nefasto de la historia.
Lo más interesante del libro son sus conclusiones, bastante alejadas de los lugares comunes: “los norteamericanos nacieron laicos, los franceses nos convertimos al laicismo” (contra el tópico de su fundamentalismo), “ellos son infinitamente menos colonizadores que los franceses, ingleses, españoles, holandeses” (contra el de su imperialismo), “la democracia no fue hija de la Ilustración sino del evangelismo protestante”. Concluye el ex progre con otra andanada: “Qué alivio, cuando se compara la neutralidad inorgánica de esta voluntad de ser norteamericano, con el gran animal europeo, saturado de sentido, sangre y arrogancia…”
Puede que tenga razón BHL, pero el problema no lo hemos tenido con estos aspectos de los americanos sino con su propensión al mesianismo, cuando se sienten ungidos por Dios para propagar (cínicamente) alguna Buena Nueva, como la que les llevó a Iraq.

19-III-08
Y hablando de Iraq, de cuya invasión se cumplen cinco años, sorprende y no sorprende la contumacia de Aznar que, con su habitual arrogancia y contra todas las evidencias, declara que él y sus conmilitones de las Azores “tomaron la decisión correcta”...
Afortunadamente es muy poco probable que tanto él como sus ocasionales amiguetes de farras guerreras puedan volver a tomar decisiones tan desgraciadas para la humanidad.