Aturdido aún por la sobredosis electoral, escucho al ayatolah de las ondas un alegato incuestionable, “las urnas sólo dan votos, no otorgan ni quitan la razón a nadie”, y es verdad, aunque él lo diga para salvar la cara tras la derrota de Rajoy. A continuación, recuerda maliciosamente, en uno de sus delirantes desvaríos, que “Hitler también ganó unas elecciones” y que “los valores de España y la libertad” no están en almoneda electoral. Y aquí, en su desbarrar, está implícita la confusión de “la idea de España y de la libertad” con sus propios prejuicios ideológicos, tan común en esa derecha en constante y ruidosa algarabía, incapaz de moverse un ápice de sus posiciones ni de tolerar más diferencias que las meramente folklóricas.
Los socialistas, con su zarandeado presidente al frente (¡cómo le han zurrado durante cuatro años!), han conseguido expiar su pecado original de haber “robado” las anteriores elecciones, según la jerga que han ido repitiendo hasta la náusea los medios afines al sector más asilvestrado, con lo que podríamos decir que Zapatero gana sus primeras elecciones normales, o lo que es lo mismo que hay una mayoría de españoles que le quiere otorgar una segunda oportunidad para salir del purgatorio, o que simplemente no desea que los alborotadores de estos últimos años se hagan con el poder. Particularmente creo que se ha votado más en contra del Apocalipsis/ Infierno predicado por la derecha con insufrible machaconería, que a favor de un gobernante atolondrado y con un proyecto impreciso.
He escrito repetidamente que aspiro a poder elegir entre una izquierda prudente y realista y una derecha a la que no haya que añadir el calificativo de “civilizada” y hoy soy más optimista que ayer, con un presidente que espero haya madurado, en un país, España, en el que Cataluña y Euskadi lleguen a encontrarse democráticamente cómodos (los resultados de los socialistas en ambas comunidades y su capacidad de entendimiento en ambas comunidades, invita al optimismo, o por lo menos a la esperanza). Aspiro también a una legislatura sin más sobresaltos que los inevitables, en que cada uno sepa cuál es su papel y lo cumpla sin histerismos, en la que recomponga el respeto a las instituciones, fundamentalmente la Justicia, y en la que se acometan con rigor retos tan importantes como el económico en una sociedad globalizada y en fase de desaceleración, las nuevas tecnologías, la I+D+i, el cambio climático, y en el plano político, el desarrollo sin complejos de la España plural, la actualización de la relación Iglesia-Estado, la reforma del Senado, la lucha antiterrorista y la inmigración, delicados asuntos en los que sobra la demagogia.
En Menorca resalta el incuestionable triunfo de Arturo Bagur al frente de una coalición de izquierdas para el Senado, que quiebra la hegemonía de los populares en la isla, con un claro cambio de tendencia en el hasta ahora bastión popular de Ponent. Con todos mis respetos, personales y políticos por Pepe Seguí, un político de raza, me alegro por el triunfo de Arturo, un político al que he visto crecer incesantemente en prudencia y sabiduría, que no ha buscado la prebenda, y que también ha sido repetidamente vilipendiado desde determinados círculos, más dados a la alharaca que al rigor. El suyo no es sólo un triunfo político sino también personal de quien ha sabido hacerse a sí mismo a partir de una humildad y sencillez proverbiales. ¿Vivirá Arturo la imprescindible reforma del Senado en esta legislatura? Ojalá.
Los ciudadanos, en suma, han querido reforzar a los dos partidos estatales, consolidar a los nacionalismos moderados (en el caso del PNV, es un decir) y castigar a los radicales, al tiempo que se apuesta por un cambio en las formas, por el entendimiento y el respeto mutuo. Pocos políticos en el mundo tienen una oportunidad como la de Zapatero por corregirse y hacer las cosas mejor. Como periodista curioso me apasiona el futuro político, y como ciudadano me alegra que las urnas no hayan avalado una manera desaforada de hacer política que me parece muy lesiva para la convivencia, y me llena de esperanza la posibilidad de vivir unos años con un mínimo de sosiego político. No sé si pido peras al olmo.
Los socialistas, con su zarandeado presidente al frente (¡cómo le han zurrado durante cuatro años!), han conseguido expiar su pecado original de haber “robado” las anteriores elecciones, según la jerga que han ido repitiendo hasta la náusea los medios afines al sector más asilvestrado, con lo que podríamos decir que Zapatero gana sus primeras elecciones normales, o lo que es lo mismo que hay una mayoría de españoles que le quiere otorgar una segunda oportunidad para salir del purgatorio, o que simplemente no desea que los alborotadores de estos últimos años se hagan con el poder. Particularmente creo que se ha votado más en contra del Apocalipsis/ Infierno predicado por la derecha con insufrible machaconería, que a favor de un gobernante atolondrado y con un proyecto impreciso.
He escrito repetidamente que aspiro a poder elegir entre una izquierda prudente y realista y una derecha a la que no haya que añadir el calificativo de “civilizada” y hoy soy más optimista que ayer, con un presidente que espero haya madurado, en un país, España, en el que Cataluña y Euskadi lleguen a encontrarse democráticamente cómodos (los resultados de los socialistas en ambas comunidades y su capacidad de entendimiento en ambas comunidades, invita al optimismo, o por lo menos a la esperanza). Aspiro también a una legislatura sin más sobresaltos que los inevitables, en que cada uno sepa cuál es su papel y lo cumpla sin histerismos, en la que recomponga el respeto a las instituciones, fundamentalmente la Justicia, y en la que se acometan con rigor retos tan importantes como el económico en una sociedad globalizada y en fase de desaceleración, las nuevas tecnologías, la I+D+i, el cambio climático, y en el plano político, el desarrollo sin complejos de la España plural, la actualización de la relación Iglesia-Estado, la reforma del Senado, la lucha antiterrorista y la inmigración, delicados asuntos en los que sobra la demagogia.
En Menorca resalta el incuestionable triunfo de Arturo Bagur al frente de una coalición de izquierdas para el Senado, que quiebra la hegemonía de los populares en la isla, con un claro cambio de tendencia en el hasta ahora bastión popular de Ponent. Con todos mis respetos, personales y políticos por Pepe Seguí, un político de raza, me alegro por el triunfo de Arturo, un político al que he visto crecer incesantemente en prudencia y sabiduría, que no ha buscado la prebenda, y que también ha sido repetidamente vilipendiado desde determinados círculos, más dados a la alharaca que al rigor. El suyo no es sólo un triunfo político sino también personal de quien ha sabido hacerse a sí mismo a partir de una humildad y sencillez proverbiales. ¿Vivirá Arturo la imprescindible reforma del Senado en esta legislatura? Ojalá.
Los ciudadanos, en suma, han querido reforzar a los dos partidos estatales, consolidar a los nacionalismos moderados (en el caso del PNV, es un decir) y castigar a los radicales, al tiempo que se apuesta por un cambio en las formas, por el entendimiento y el respeto mutuo. Pocos políticos en el mundo tienen una oportunidad como la de Zapatero por corregirse y hacer las cosas mejor. Como periodista curioso me apasiona el futuro político, y como ciudadano me alegra que las urnas no hayan avalado una manera desaforada de hacer política que me parece muy lesiva para la convivencia, y me llena de esperanza la posibilidad de vivir unos años con un mínimo de sosiego político. No sé si pido peras al olmo.