Tanto el profesor de la Universidad de Navarra Jokin de Irala como su portavoz en Menorca Carlos Salord son muy dueños de sentirse incómodos con la ola de “homosexualismo” que nos invade, puesta de manifiesto, según ellos, en películas como “Love actually” y series como los Simpson, Shreck II, “Los Lunnis” y en infinidad de programas que “demuestran la fuerza del “lobby gay”, en un intento de inculcar a los niños la opinión oficial del gobierno y de los colectivos de gays y lesbianas” (sic). A mí me encantó “Love actually” y sin embargo no me gustan nada determinadas series de gays y lesbianas que zappeo inmediatamente. Fin del problema.
También son muy dueños Irala / Salord de creer y postular (desde una postura militantemente religiosa o laica, aunque en este asunto da la casualidad de que es más frecuente la primera) que la homosexualidad “no es normal”, lo cual coloca a alrededor de un diez por ciento de la población en el limbo de los rehabilitables (“reencontrarse con la heterosexualidad” afirma Irala en una entrevista que publica la Agencia Católica Veritas). Pues muy bien, es obvio que quien quiera cambiar puede intentarlo libremente, nadie se lo va a impedir. Otra cosa es que ello sea realmente posible… y plausible.
Para muchos otros, entre los que me cuento, el “problema” de la homosexualidad sólo existe en la cabeza de los que piensan que es un problema. En una sociedad abierta, democráticamente avanzada, sin tabúes, ser homosexual es simplemente una peculiaridad más del ser humano y no tiene por qué provocar el trauma psicológico que puede ocasionar en un ambiente hostil, fundamentalista de la heterosexualidad, como el que hemos vivido hasta nuestros días. Como afirma Josep María Quintana en su blog (27-XII-06), la homosexualidad no es buena ni mala, simplemente, es.
Así lo explica a la madre de un joven homosexual el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York y hasta hace poco, presidente del Sistema de Sanidad pública de la megápolis estadounidense, el español Luis Rojas Marcos:
“En verdad, no es nada fácil ser homosexual en este mundo. Habla con tu hijo y explícale que entiendes su orientación sexual y lo que implica socialmente. Asegúrale que tu cariño y respeto por él como persona no han cambiado ni cambiarán. Hazle sentirse lo más querido posible. Dado que sólo tiene catorce años, te aconsejo que tú o su padre, o ambos, habléis con él sobre cómo protegerse de posibles relaciones explotadoras con hombres mayores de edad. Animadle a esperar a tener relaciones sexuales hasta que madure lo suficiente para poder tomar decisiones responsables y bien informadas. Vuestra actitud comprensiva y tolerante hacia él y su orientación sexual os permitirá seguir envueltos en su vida y mantener su confianza”.
Al fin y al cabo se trata de algo tan sencillo como de respetar los gustos erótico-románticos de una minoría que no coincide en ellos con los nuestros, o sea, de un problema de tolerancia y libertad.
También son muy dueños Irala / Salord de creer y postular (desde una postura militantemente religiosa o laica, aunque en este asunto da la casualidad de que es más frecuente la primera) que la homosexualidad “no es normal”, lo cual coloca a alrededor de un diez por ciento de la población en el limbo de los rehabilitables (“reencontrarse con la heterosexualidad” afirma Irala en una entrevista que publica la Agencia Católica Veritas). Pues muy bien, es obvio que quien quiera cambiar puede intentarlo libremente, nadie se lo va a impedir. Otra cosa es que ello sea realmente posible… y plausible.
Para muchos otros, entre los que me cuento, el “problema” de la homosexualidad sólo existe en la cabeza de los que piensan que es un problema. En una sociedad abierta, democráticamente avanzada, sin tabúes, ser homosexual es simplemente una peculiaridad más del ser humano y no tiene por qué provocar el trauma psicológico que puede ocasionar en un ambiente hostil, fundamentalista de la heterosexualidad, como el que hemos vivido hasta nuestros días. Como afirma Josep María Quintana en su blog (27-XII-06), la homosexualidad no es buena ni mala, simplemente, es.
Así lo explica a la madre de un joven homosexual el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York y hasta hace poco, presidente del Sistema de Sanidad pública de la megápolis estadounidense, el español Luis Rojas Marcos:
“En verdad, no es nada fácil ser homosexual en este mundo. Habla con tu hijo y explícale que entiendes su orientación sexual y lo que implica socialmente. Asegúrale que tu cariño y respeto por él como persona no han cambiado ni cambiarán. Hazle sentirse lo más querido posible. Dado que sólo tiene catorce años, te aconsejo que tú o su padre, o ambos, habléis con él sobre cómo protegerse de posibles relaciones explotadoras con hombres mayores de edad. Animadle a esperar a tener relaciones sexuales hasta que madure lo suficiente para poder tomar decisiones responsables y bien informadas. Vuestra actitud comprensiva y tolerante hacia él y su orientación sexual os permitirá seguir envueltos en su vida y mantener su confianza”.
Al fin y al cabo se trata de algo tan sencillo como de respetar los gustos erótico-románticos de una minoría que no coincide en ellos con los nuestros, o sea, de un problema de tolerancia y libertad.