Tiene razón mi amigo y colega de "blog" Josep María Quintana cuando afirma que, más allá del sentimiento religioso, más allá del peligro de las "sobredosis" de alcohol, familia y consumo, la Navidad es un milagro. Él lo experimenta "servant" a su nieto Pau (¡qué envidia, qué dulce envidia, a mí aún no me llega tamaña dicha!), pero nosotros acabamos de vivir una experiencia a mitad de camino entre el James Stewart de "¡Qué bello es vivir!"y el anuncio del "Almendro", la marca de turrones que vuelve a casa por Navidad: nos llama nuestro primogénito (¡bíblica expresión!) desde Valladolid, hablándonos del frío que está pasando y patatín patatán, y mientras hablamos melancólicamente (mi mujer, francamente triste) a través del móvil, aparecen él y su novia por la puerta de casa ante nuestro emocionado pasmo.
Vuelvo a creer en los milagros, Josep María. Per molts anys.