Anoche se presentó un libro sobre mi ciudad Maó / Mahón y mientras escuchaba a los oradores, me dejé llevar por los recuerdos de mi infancia y juventud, las primeras sensaciones que acabarían cristalizando en un amor profundo que me llamaba una y otra vez en mis diez años de "exilio". Nunca deseé alejarme de esta ciudad "colgada a la espalda" de un puerto fastuoso, siempre supe que nunca me alejaría de ella( mi mujer, zaragozana, creo que se dio cuenta enseguida y lo aceptó con una resignación que pronto se trocaría en entusiasmo).
Me pareció estar viendo a un niño pálido y rubio en la ventana de su casa en la calle de las Moreras observando con fascinación infantil los desfiles domingueros de soldados con trompetería y retumbe de tambores, los largos veraneos en Cala Figuera, los primeros (e infructuosos) flirteos en Sala Augusta, la llegada del turismo, nuestras "primeras armas" en el "seiscientos" aparcado en el extrarradio...
Siempre amé a mi ciudad y quise vivir en ella. Nunca la odié, ni siquiera en esas frías y ventosas tardes de febrero en que parece el decorado vacío de un "spaghetti western" y siempre quise que mis hijos la amaran. Es mi ciudad, y siempre lo será.