Se pregunta hoy en Abc su director Zarzalejos si la religión es el opio del pueblo, como pregonaba el catecismo marxista o, como piensa él, es una perspectiva imprescindible para conformar la realidad política, es decir la fuente de principios morales que debe nutrir la convivencia entre ciudadanos libres en el seno de una democracia.
Pienso que ni una cosa ni otra. El sentido trascendente de la vida es una dimensión intrínseca del ser humano, motivado fundamentalmente por el pánico que le produce la certeza de su inapelable desaparición, el horror al vacío. Esto puede expresarse de diversas maneras, siendo la más extendida el sentimiento religioso de gratitud y dependencia de un Ser Superior. Otros se subliman a través del Arte y otros, en fin, a través de su entrega e incluso inmolación a una Causa humana,la nación, el proletariado, la que sea.
Ahora bien, del reconocimiento de ese hecho incotrovertible no emana la necesidad de que la organización de la vida en democracia deba sustentarse en principios "trascendentes", entre otras cosas porque la experiencia de la humanidad nos enseña que suelen llevar a abusos sin cuento, cuando no directamente al desastre.
La convivencia democrática debe basarse en principios universalizables, es decir, asumibles por todos, mientras se respeta escrupulosamente el principio de la neutralidad religiosa. No hay otro camino. Y que cada cual le encienda una vela a quien quiera.
Pienso que ni una cosa ni otra. El sentido trascendente de la vida es una dimensión intrínseca del ser humano, motivado fundamentalmente por el pánico que le produce la certeza de su inapelable desaparición, el horror al vacío. Esto puede expresarse de diversas maneras, siendo la más extendida el sentimiento religioso de gratitud y dependencia de un Ser Superior. Otros se subliman a través del Arte y otros, en fin, a través de su entrega e incluso inmolación a una Causa humana,la nación, el proletariado, la que sea.
Ahora bien, del reconocimiento de ese hecho incotrovertible no emana la necesidad de que la organización de la vida en democracia deba sustentarse en principios "trascendentes", entre otras cosas porque la experiencia de la humanidad nos enseña que suelen llevar a abusos sin cuento, cuando no directamente al desastre.
La convivencia democrática debe basarse en principios universalizables, es decir, asumibles por todos, mientras se respeta escrupulosamente el principio de la neutralidad religiosa. No hay otro camino. Y que cada cual le encienda una vela a quien quiera.