Hay días en que más te valdría no escuchar, no leer, no ver, pero esto ya no es posible en el mundo de la hipercomunicación. La información, la desalmada noticia está ahí, a tu lado, jamás se va de vacaciones. Y así nos despertamos hoy con la anacrónica y tremebunda imagen de la horca anudándose en el cuello de Saddam Hussein, uno de los pocos sátrapas que acaban dando cuenta de sus crímenes, aunque el castigo nos siga pareciendo cruel, meramente vengativo, y estúpido por sus previsibles consecuencias de aumentar la espiral de violencia.
Cuando intentas sobreponerte tomando café en la Explanada, te llega, entrecortada, la voz de un amigo desde el aeropuerto de Barajas para anunciarte la tragedia definitiva del día, la que ya te deja definitivamente exhausto: la vuelta de los atentados etarras en nuestro país.
Te pasas el día ente la televisión intentando "comprender", pero se te pone la cara a cuadros al escuchar a Otegui quien, con cara de póker, asegura que él, ellos, siguen estando "en el proceso". Con el revólver encima de la mesa, pero por la paz...
Me niego a seguir escuchando. De momento hay que sobreponerse.