Matas se ha ido y nadie parece saber cómo ha sido, ¡pero si ha ganado en votos!, claman algunos; no me han derrotado las urnas sino una "segunda vuelta" en los despachos, afirma él mismo, sin el menor asomo de autocrítica, sin plantearse tan siquiera las causas de una evidencia colosal: la pavorosa soledad de su partido, incapaz de entenderse con nadie, ni siquiera con la más o menos afín ( por lo menos no parece de izquierdas) y siempre decisiva Unió Mallorquina, a la que no sólo ha ninguneado sino injuriado durante toda la campaña electoral.
Tampoco se pregunta Matas por el precio político de su "solución habitacional" del palacete-ganga, como tampoco se preguntó Aznar por las consecuencias electorales del bodorrio de su hija en El Escorial, ni por el "caso Andratx" y su llamadita previa a la detención del alcalde, ni por las desmesuradas autopistas ni por el urbanismo salvaje, ni por la infame cutrez de IB-3... No, la culpa la tiene un sistema que favorece "las bisagras". Bueno, pues muy bien y buen viaje al señor Matas y a los seiscientos cargos de confianza. Así es la vida de los prepotentes.